Traducción Juan de la Tierra
Esta es la era de la incorporeidad, en donde la sensación de separación de la tierra crece y nos vemos direccionados a olvidar nuestra animalidad. Pero somos animales y hemos co-evolucionado, como todos los animales, en una compenetración con otras formas corpóreas y aspectos del mundo. La mente al igual que los sentidos surgen del corporeidad, al igual que otros animales transmitimos significados —hasta la modernidad claro está. Estamos en la cima de la cadena alimenticia, lo que nos convierte en el único animal que nadie necesita. Hamlet estaba muy lejos de la realidad al identificar a los humanos como “la belleza del mundo, el paragón de los animales.” Mark Twain estaba mucho más cerca: “el único animal que se sonroja. O que necesita de ello.”1 La forma de vida que es discutiblemente la menos adaptada a la realidad, la que tiene las menores posibilidades de supervivencia de entre al menos 10 millones de especies animales (en su mayoría insectos). Los humanos están dentro de los pocos mamíferos que pueden matar a otro de su especie sin la provocación de un hambre extrema.2
La especie humana es única pero también lo son otras especies. Nos diferenciamos del resto no más, al parecer, que lo que otras especies se diferencian de otras. Los animales no-humanos han desarrollado sorprendentes habilidades para conseguir sus objetivos actuando bajo la información que reciben del medio ambiente. Son criaturas de instinto al igual que nosotros. Como Joseph Wood Krutch preguntó, “¿Quién es el que está más profundamente familiarizado con el mundo en el que vive?3 La adaptación de uno con el mundo es un proceso cognitivo. Si nos preguntamos cual especie es la más inteligente, la mejor respuesta sería: todas lo son.
Yo pienso que Henry Beston nos brinda una hermosa ayuda: “Creamos patrones de ellos basándonos en sus carencias, por su trágico destino de haber tomado una forma mucho más inferior que la nuestra. Y en ese sentido nosotros erramos y la erramos en grande. Pero los animales no deberían ser medidos por el hombre. En un mundo mucho más viejo y más completo que el nuestro, ellos se mueven perfectos y completos, llevando consigo el don de los sentidos extendidos, esos que nosotros ya perdimos o que quizás nunca conseguimos, escuchando voces que nosotros jamás escucharemos.”4
En la década de 1980, conocí a alguien que firmaba sus excelentes escritos anti-autoritarios y flyers con el seudónimo de “70 animales”. Ese tipo de identificación me ha encantado desde siempre. Pero por otro lado un espíritu contrario es esa vieja prohibición sobre ese acto de apropiación y de gran pecado, el antropomorfismo. Corregir este desesperado error significa que “Un mono no puede enojarse: exhibe agresión. Una grulla no siente afecto; demuestra cortejo o una conducta paternal. Un chita no es amedrentado por el león; muestra una conducta volátil.5
¿Por qué no tomamos este tipo de perspectiva reduccionista más lejos y simplemente eliminamos a los animales de nuestro vocabulario? Esto ya está en proceso, si tomamos el Diccionario Junior de Oxford como referencia. La edición del 2009 añadió diversas palabras tecnológicas como Twitter y mp3, mientras que varios nombres de animales, árboles y otras cosas han sido borrados.6 Después de todo los niños (y otros) tienen cada vez menos y menos contacto con la naturaleza. Pero no hay sustituto para el contacto con el mundo viviente, si es que nosotros sabemos qué es vivir. Nuestro propio mundo se encoje y se arruga, cercenadonos de la cultura animal, de las zonas que compartieron y con las que aprendimos a relacionarnos. Lo que Jacob Vexhull llamó el umwelt,7 el universo conocido para cada especie. Necesitamos estar abiertos a la comunidad de nuestros inicios y al presente del mundo humano.
Los anfibios han estado aquí por 300 millones de años; las aves por 150 millones de años. Las libélulas no le piden a la biosfera más de lo que le pidieron hace 100 millones de años, mientras que las especies Homo, por no más de tres millones de años, son los únicos animales que —desde la domesticación y la civilización— nunca están satisfechos, siempre queriendo más.8
Tal vez sea que la naturaleza no esté hecha para la felicidad de todas las especies ¿a excepción de una? Sentimos algo como esto mientras buscamos algún oasis silvestre dentro del vacío de la civilización. “La esperanza es aquella cosa con plumas,” escribió Emily Dickinson.9 Hemos perdido prácticamente el sentido de la presencia o el aura de los animales, de aquellos seres que habitan sus cuerpos en plenitud. La gente de las culturas tradicionales indígenas no ha perdido esa conciencia. Sienten su parentesco y afinidad con todo lo que vive. Sin embargo algunos de estos vínculos permanecen inclusive en nosotros, y tal vez los podamos ver en pequeñas cosas —como por ejemplo, nuestro instintivo amor por el canto de las aves.
Pero tampoco todo es dulzura y luz en el reino no-humano, especialmente en este agitado y distorsionado mundo. Se han podido observar actos de violación entre los orangutanes, delfines, focas, borregos cimarrón, caballos salvajes y algunas aves, aunque esto no es una norma para ninguna de estas especies.10 Pero incluso en las sociedades animales marcadas por el poder masculino, las hembras se mantienen auto-suficientes y responsables de su propio sustento, a diferencia de la mayoría de las sociedades humanas (domesticadas). En algunos grupos, de hecho, las hembras proveen para todos. Las leonas se encargan de la caza en sus manadas, por ejemplo.11 Cada manada de alces es guiada por una vaca, para estar alerta de la presencia de coyotes, lobos, linces, jaguares y humanos. También está el caso, según muchas personas, de que los no-humanos pueden ser tan distintos en su individualidad como nosotros. Delia Akeley concluyo “que las inclinaciones de los primates varían tanto como las de los seres humanos,”12 y Barry López hizo comentarios acerca de “la marcada diferencia de las personalidades individuales” de los lobos.13 Pero uno puede notar la ausencia de una gran cantidad de individuos viejos, débiles y enfermos entre los animales no domesticados. La manera en la que opera la “cadena alimenticia” nos arroja preguntas como ¿los lobos solo matan a los animales que están a punto de morir —los ancianos, enfermos y heridos? Según López, éste parece ser el caso.14
La vieja afirmación sobre la jerarquía y dominación entre otras especies está por lo regular falta de bases. La idea de que siempre o casi siempre existe un “orden piramidal” deriva de un estudiante noruego graduado en 1922. Su concepto viene de observar gallinas domésticas en su jardín trasero y se difundió virulentamente dentro del campo de estudios animales. Es un clásico ejemplo de proyectar algo en base a la domesticación humana en donde, por supuesto, la jerarquía y la dominación son de hecho la regla. Su universalidad se desmorona con el hecho de que ese tipo de orden piramidal en las gallinas de traspatio no se observa en las parvadas salvajes.
Similar a la falacia del paradigma freudiano sobre la mortal rivalidad entre padres e hijos, la cual representa el estado natural. Cuestionable en su primera aplicación, e incluso mucho más evidente si tenemos en consideración a los no-humanos. Masson y McCarthy refieren que los ejemplares padres de las cebras, kiwis, castores, lobos y mangostas exhiben aceptación y afecto hacia sus proles.15 Los monos muruqui de América del Sur, tanto el macho como la hembra son tolerantes, cooperativos y no agresivos. El trabajo de Steve Kemper, “No Alpha Males Allowed” (No se permiten machos alfa), se enfoca en el trabajo de Karen Strier con los monos muruqui, el cual subvierte la visión dominante de los primates macho.16 Entre los gibbons asiáticos, primates que viven en pareja, el macho puede quedarse con su compañera por un tiempo prolongado después de haber cesado la actividad sexual.17 John Muir describió el ataque de un ganso contra un cazador en apoyo a un compañero herido: “Nunca antes había considerado a los gansos salvajes como peligrosos o capaces de realizar tan noble sacrificio.”18 Los gansos se emparejan monógamamente y para toda la vida. Ampliamente esparcidos entre los no-humanos se encuentran los rasgos sociales en el cuidado de las crías, la recolección cooperativa, la consideración recíproca y el apoyo mutuo. Mary Midgley, en suma, hace referencia a “su disposición natural de amar y confiar en el otro.”19 Pueden incluso llegar a amar y confiar en los humanos, al punto de criarlos. Jaques Graven, en un hallazgo sorprendente nos remite a niños que han sido adoptados por lobos, osos, gacelas, cerdos y ovejas.20 En su irresistible Desert Solitaire, el cascarrabias Edward Abbey imaginó que las ranas que escucha cantar lo hacen por diferentes propósitos prácticos, “pero también por un amor y alegría espontanea”21 N.J. Berril declaró: “Ser un ave es vivir más intensamente que cualquier otra criatura viviente, incluyendo al hombre…ellas viven en el mundo, siempre en el presente y en su mayoría con mucha alegría.”22 Para Joseph Wood Krutch hemos visto nuestra capacidad de goce atrofiada. Para los animales, decide, “el gozo parece ser más importante y más accesible de lo que es para nosotros.”23
Últimamente diversas inteligencias no-humanas parecen ser mucho más sofisticadas que en el pasado. El documental Tokyo Waka del 2013, realizado por Hoptas y Kristine Samuelson, observa el ingenio de los cuervos urbanos. La manera en la que usan sus picos para darle forma a las pequeñas ramas que utilizaran como gancho para sacar larvas de los árboles es un ejemplo de esto. En el 2002 un cuervo de Nueva Caledonia llamado Betty, fue declarado por un investigador de la Universidad de Oxford, como el primer animal en crear una herramienta para resolver una tarea específica sin prueba ni error, algo que los primates evidentemente aún tienen que lograr. Las acciones de los elefantes, de acuerdo con J.H. Williams, “siempre revelan una inteligencia que encuentra soluciones improvisadas para resolver las dificultades.”24 Más sorprendente es lo que ha salido a la luz sobre animales que usualmente consideramos en lo más bajo de la “cadena alimenticia.” Katherine Harmon Courage ha descubierto en los pulpos capacidades que hasta ahora eran desconocidas. “Pueden resolver laberintos, abrir frascos, usar herramientas. Inclusive parecen tener una sofisticada vida interior.” Courage pasa a declarar que los pulpos “tienen un cerebro que no se asemeja a casi ninguna criatura que nosotros consideremos como inteligente.”25 A lo largo de su escrito se proyecta un creciente interés sobre “la cognición de los seres de sangre fría,” con estudios recientes que revelan que los cerebros de los reptiles no son tan subdesarrollados como lo habíamos pensado. Las tortugas y lagartijas, por ejemplo, han exhibido impresionantes capacidades para resolver problemas.26
Jaques Graven quedó impresionado al darse cuenta que el método para resolver un laberinto es “escasamente diferente para una cucaracha que lo que es para una rata,” y que la forma en que los mamíferos alcanzan sus objetivos “reaparece de manera casi idéntica en los insectos.”27 Hablando de laberintos y pruebas parecidas, tal vez valdría la pena agregar, que se puede encontrar muy poca verdad de relevancia en los experimentos controlados de laboratorio, sea cual sea la especie que esté sujeta a ellos.
La memoria es para muchas criaturas una herramienta indispensable para la supervivencia. El trabajo del científico animal Tsetsuro Matsuzawa demuestra que los chimpancés tienen una memoria mucho más fuerte que los humanos.28 Los saltamontes longicorneos tienen un umbral de audición mucho más amplio que el nuestro. Las abejas de miel pueden ver la luz ultravioleta, algo que es invisible para nosotros. La mosca ichneuman puede olfatear a través de la madera sólida. Una mariposa monarca tiene el sentido del gusto doscientas veces más sensitivo que la lengua humana. El escarabajo pelotero encuentra su camino tomando como referencia la Vía Láctea. Los animales de cuatro patas, y aquellos que no usan zapatos, probablemente perciban una variedad de emanaciones o vibraciones pérdidas para nosotros. ¿Y qué decir de los gatos y perros domésticos que separados por cientos de millas de las familias que los cuidan, las encuentran de alguna manera? Solo alguna especie de telepatía podría explicar los muchos casos.
Se podría decir mucho más sobre los regalos que los animales dan. O sobre su juego. No es “antropomórfico” reconocer que los animales juegan. Consideremos las majestuosas danzas al alba de las grullas canadienses. Sus danzas han inspirado a una interminable lista de sociedades humanas. Que podemos decir de los gansos salvajes, que con su incomparable gracia, elegancia y devoción nos pone a los humanos en vergüenza.
Individuos de muchas especies operan con la conciencia de que hay una distinción entre el “Yo” y el “no Yo”. Un miembro de una especie siempre puede reconocer a otro de su misma especie. Estos tipos de auto reconocimiento son obvios. Otro ejemplo es que los osos grizzli siempre se ocultan de la vista de los humanos y de otros. Hay una conciencia de que su cuerpo —el “Yo” si así lo prefieren— debe mantenerse escondido. ¿Pero acaso los no-humanos tienen conciencia de que son “ellos mismos”? ¿Tienen conciencia como para darse cuenta de su propia mortalidad? Muchos creen que no y posicionan esta ausencia de auto reflexión como la línea primaria divisora entre los humanos y todos los otros animales. Las abejas usan signos pero no son conscientes de ellos. Pero ¿en base a que podemos hacer suposiciones sobre lo que las abejas u otros animales saben o no saben? Los chimpancés y orangutanes se reconocen a sí mismos en un espejo; los gorilas no. ¿Qué es lo que esto revela exactamente? Hay varias preguntas que aún están sin resolver, de hecho, en cuanto a que tan consiente o inconsciente es el comportamiento humano, especialmente a la luz del hecho que la conciencia es para nosotros algo tan ambiguo. Las respuestas complejas, versátiles y adaptativas que vemos como regla entre los seres vivos de este planeta, tal vez puedan estar o no, guiadas por esa auto conciencia. Pero la auto conciencia no es un fenómeno de todo o nada. Las diferencias entre los humanos y otros no han sido establecidas radicalmente; probablemente son más un asunto de grados. Para ser más fundamentales, no sabemos ni siquiera como comprender las conciencias que son diferentes a la nuestra. Nuestro concepto de auto conciencia, por vago que sea, parece ser el estándar de oro para evaluar a los no-humanos. La otra condición divisora es la del lenguaje: ¿somos la única especie que lo posee? Estos dos puntos de referencia son ejecutados en conjunto, para dar validez al supuesto de que la conciencia solo puede expresarse por medio del lenguaje. Es tentador querer identificar en el lenguaje la explicación para la conciencia, así como preguntarse si esta última solo es aplicable para los seres que hacen uso del lenguaje. De hecho, puede parecer muy difícil pensar sobre el estado de nuestras mentes sin recurrir al lenguaje. Pero si el lenguaje fuera la única base para generar un orden del pensamiento, todos los animales no-humanos vivirían en un mundo de completo desorden.
Lobos, perros, delfines, elefantes, ballenas, por mencionar unos cuantos, pueden vocalizar en un rango aproximado al del registro humano. Las “canciones” de las ballenas jorobadas, son formas complejas de expresión cultural dentro de la especie a través de grandes distancias. Puede ser que los llamados de los animales, en general, sean más una cuestión de hacer que una de significado.
Si queremos extrapolar nuestro tipo de significado simbólico a nuestros amigos animales, nunca lo encontraremos representado. En su estado natural, los loros nunca imitan la voz humana, especies que han sido vistas dibujar en cautiverio, no lo hacen en la naturaleza. Los primates entrenados para dominar el lenguaje no lo usan como los humanos. Herber Terrance, quien en algún momento fue un ferviente investigador del lenguaje de los simios, se convirtió en uno de sus más feroces críticos. Tratar de arrebatarle “unos pocos fragmentos de lenguaje a un chimpancé (que está) tratando de conseguir recompensas,” dice Terrance, no arroja nada de verdadera importancia.29
Los animales no hacen lo que los humanos hacen a través del habla, es decir, hacer que un símbolo represente la cosa.30 Como Tim Ignold lo expresa, “no imponen una barrera conceptual en el flujo de la experiencia y, por lo tanto, no codifican esa experiencia en formas simbólicas.”31 Una increíble riqueza en signos no es lo mismo que simbolizar. Cuando una criatura presenta sus actos intencionales, lo hace sin la necesidad de describirlos ni de representarlos. El poeta Richard Grossman descubrió que la verdad es “la forma en que se dice a sí misma”32 Jacques Lacan identifico la orientación hacia la necesidad de representar como una carencia; el animal vive sin esa carencia que constituye al sujeto humano. En el corazón de la naturaleza, escribió Joseph Wood Krutch, se encuentran los valores “todavía no capturados por el lenguaje,” agregó que la calidad de las grullas se ubica “más allá de la necesidad de las palabras.”33 Desde hace tiempo me pregunto sobre la forma en que los animales te miran a los ojos. ¿Qué quieren decir con eso? Gavin Maxwell disfrutó de la “inquisitiva curiosidad” de los ojos de las marsopas canadienses,34 mientras que el libro Gorillas in Mist [Gorilas en la niebla] de Diane Fossey, está lleno de ejemplos de gorilas y humanos mirándose con confianza. John Muir escribió sobre Stickeen, un perro de Alaska con el que Muir sobrevivió a una situación que amenazaba sus vidas. “La fuerza de su carácter yacía en su ojos. Parecían viejos como las colinas y tan jóvenes, tan salvajes.”35 John Lane fue atraído por los ojos de los caimanes, “una experiencia que no puede ser olvidada. Sus ojos negros se mantienen firmes como si miraran a través de millones de millas o años.”36
Tal vez hay más que aprender allí, en esas ventanas directas, en esa franqueza e inmediatez, que por medio de preguntas que muy posiblemente no tengan respuesta sobre la conciencia y el lenguaje. Y si de alguna manera pudiéramos ver con esos ojos ¿realmente nos permitiría vernos a nosotros mismos?
Hay una franqueza inmediata en los ojos. La muerte puede mencionarse aquí, tal vez como una de las experiencias menos mediadas. Loren Eseley sintió cerca de su muerte, que las cosas salvajes mueren sin cuestionarse, sin conocimiento de la misericordia en el universo, sabiéndose solo ellos mismos y su propio camino hacia el final.”37 En el libro La Biografía de un Grizzly de Thompson (1901) de Ernest Seton, se habla mucho sobre la muerte. Hoy estamos cada vez más lejos de encontrarnos con la realidad de la muerte y de los animales. A medida que nuestras vidas se reducen, las palabras de Thoureau de 1859 se hacen más que ciertas: “Parece como si ningún hombre hubiera muerto en América; para morir debes primero haber vivido.”38 Solo hay que agregar, no son los humanos los que saben morir, sino los animales. Como si fuera digno de reconocimiento, los humanos han perpetrado actos de venganza contra especies seleccionadas. La domesticación es una especie de muerte, que fuerza la vitalidad animal a un estado de subyugación. Cuando los animales son colonizados y apropiados, tanto el ser domesticado como el domesticador se ven reducidos cualitativamente. Es como lo dice el proverbio “El mayor error en la especie humana”. Las víctimas directas que alguna vez fueron capaces de cuidarse por sí mismos, pierden autonomía, libertad de movimiento, tamaño cerebral y lo que Krutch llamó “virtudes heroicas.”39
El cerdo de granja representa para el granjero lo mismo que el tractor, un artefacto humano. Compáralo con un jabalí salvaje. Salvaje significa libre. Para John Muir las ovejas salvajes representaban las condiciones anteriores al Otoño, por el contrario, él decía: “Si una oveja domestica era una indicación, el trabajo del hombre se había degradado para sí mismo y sus cargas.”40 “El nivel de perfección de un animal, como lo vio Nietzche, era su grado de salvajismo y su poder para evadir la domesticación.”41
A la luz de la vasta imagen de la opresión, David Nibert llamo a la institución “domesacreción,”42 y no es de sorprenderse que haya habido objeciones contra el uso del mismo nombre para señalar a animales salvajes o domésticos miembros de una misma especie. El industrialismo, por supuesto, empeoró las condiciones de vida a una escala masiva, miseria masiva para alimentar una sociedad de masas. Los zoológicos y parques marinos muestran una forma de esclavitud más avanzada, un complemento adecuado para el cautiverio en general. A medida que el mundo no construido y no masificado retrocede, la línea entre lo domesticado y lo no domesticado se hace borrosa. Prácticamente todo requiere de una gestión mediadora, incluyendo el oximoronico “manejo de la vida silvestre”. De hecho, ahora estamos en una nueva era de domesticación, que incluye una escalada sin precedentes de la cría controlada de animales en las últimas décadas.43 El mito humanista de la inmortalidad, forjado por completo desde una visión no-biocentrica, es parte del ethos de la domesticación, sus rituales se centraron en el sacrificio más que en la libertad de la vida pre domesticada. El modelo familiar de Edipo propuesto por Freud, es producto de animales domesticados en conjunto y del padre. Las formulaciones de Lacan a menudo provienen de hallazgos sobre animales enjaulados, y la noción de abyección o amenaza inquietante de Kristeva, en sí, se refiere al acto de domesticación. Pero los no domesticados no participan en la asimilación de la totalidad conquistada, ni en términos freudianos ni de otra manera.
Alguna vez existió una convivencia comunitaria de organismos dentro de un ecosistema. La vida alimentaba a la vida pero no en una trayectoria destructiva. Incluso ahora no debemos olvidar que la victoria de la domesticación está lejos de ser total. Muchas especies, por diversas razones, deambulan fuera de su órbita. “El domador de leones en realidad no lo doma del todo,” nos recuerda Harrington. Debe permanecer dentro de los límites que los gatos han establecido.44
“Casi todo sobre las ballenas es un misterio tentador,” concluyó Diane Akerman.45 Wendell Berry cita a su hija en su poema “Al animal que no se deja ver”: “Espero que haya un animal en algún lugar que nadie haya visto nunca. Y espero que nadie nunca lo vea.”46 ¿Necesitamos o podemos saber tanto sobre otros animales? Quizás lo que más necesitamos saber es que posiblemente podríamos unirnos a ellos en su no domesticación. Kant estaba gravemente equivocado acerca de la superioridad humana. “Como es el único ser en la tierra que posee comprensión, él es ciertamente el señor titular de la naturaleza.”47 Walt Whitman ofrece una simple respuesta: “No digas que la tortuga no es digna porque no es otra cosa.”48 Es digno de mencionar que las mujeres dominan lo que se llama etología animal, y que son mucho menos propensas a seguir los malentendidos de Kant.
La ilusión de la dominación humana del mundo natural viene en muchas formas. Una es el supuesto de que nuestra destreza nos brinda seguridad a largo plazo; olvidamos que esta orientación nos puede conducir al peligro a la larga. Nuestra conexión perdida, nuestra conciencia perdida nos han llevado a una era de horrores de todo tipo. Y como Olaus Murie dijo alguna vez: “En la evolución del espíritu humano, algo mucho peor que el hambre le puede pasar a la gente.”49
Jacques Derrida llegó a ver la importancia primordial que tiene la cuestión de la animalidad para los humanos, como algo fundamental para “la esencia y el futuro de la humanidad.”50 La imagen de un animal libre da inicio a un sueño, es el punto de partida del que parte el soñador. Mientras tanto en la realidad viva, la comunión entre las especies es algo de lo que apenas y logran sobrevivir. Los esquimales Inupiat y Gwich´in, que todavía viajan sin mapas y pueden discernir su dirección sin brújulas, saben que el caribú lleva una parte de ellos en su corazón, mientras que ellos llevan al caribú en sus corazones.51 El concejo de la inmediatez, de conexión directa, no se ha extinto. “Pero ahora pregunta a las bestias/ Y ellas te enseñaran;/ Y a las aves del aire/ Y ellas te enseñaran;/ O habla a la Tierra/ Y ella te enseñara.” (Job 12:7-8) En el Ártico, Jonathan Waterman se alejó de la separación que genera la domesticación: “Primero me quité el reloj. Mi capacidad para aislar olores diferentes e inidentificables se volvió increíblemente molesta. Mi audición pareció mejorar.”52 Lejos del Ártico, las huellas de esta dimensión siempre se han sentido. Melville sintió al ver un cachalote, una existencia colosal sin la cual estaríamos incompletos. Uno piensa en el uso de vocabularios animales y relaciones inter-especies de Virginia Woolf. Algo completo, algo ininterrumpido, millones de años antes de que el homo apareciera. Heredando a nosotros lo que Henry Beston Sheahan llamó nuestra “fé animal,” la cual vino a ser destruida por la Era de la Maquina.53 Estamos perdidos, pero otros animales señalan el camino correcto. Ellos son el camino correcto.
Nos falta ese estado de gracia, pero aun así sabemos cuánto está en peligro. Laurie Allman mientras escuchaba a un pájaro cantor de Michigan decía: “Puedo afirmar de un simple vistazo que no sabe que está en peligro. Él solo sabe que su trabajo es cantar, este día, desde lo alto de ese pino de Banks. Su pico está abierto, lleno del cielo detrás de él.”54 Aquí están las líneas de Richard Grossman a favor de un regreso a la vieja alegría: Forjaremos un cambio de mente y llegaremos a entender el espíritu como lo hace un animal.55 Aún seguimos siendo animales sobre este planeta, sus mensajes reposan en nuestro interior, a la espera de ser descubiertos.
(Traducción terminada el 23 de noviembre del 2019 por Juan de la Tierra Tomado del libro «El reverdecer anárquico. Escritos de John Zerzan» Ediciones Revuelta Rústica, México, 2019.)
NOTAS:
1. Citado en Marc D. Hauser, Wild Minds [Mentes Salvajes] (New York: Henry Holt and Company, 2000), p. 70.
2. Konrad Lorenz, The Waning of Humaneness [La Falta de Humanidad] (Boston: Little, Brown and Company, 1987), p. 70.
3. Aldo Leopold, A Sand County Almanac [Un Almanaque del Condado de Sand] (New York: Ballantine Books, 1976), p. 83.
4. Henry Beston, The Outermost House [La Casa Más Lejana] (New York: S5 Jeffrey Moussaieff Masson and Susan McCarthy, When Elephants Weep [Cuando Los Elefantes Lloran] (New York: Delacorte Press, 1995), p. 34.
5. Entre otros trabajos que indican un alejamiento del anti-“antropomorfismo” están Ruth Rudner, Ask Now the Beasts [Pregunta ahora a las Bestias ] (New York: Marlowe & Company, 2006) y How Forests Think [Como Piensan Los Bosques] (Berkeley: University of California Press, 2013).
6. Eoin O’Carroll, “Oxford Junior Dictionary Dropping ‘Nature’ Words,” [EL Diccionario Junior de Oxford Elimina Palabras de la Naturaleza] Christian Science Monitor, February 9, 2009.
7. Umwelt, concepto proveniente del alemán que designa al “mundo” producto de un animal, en una idea de organismo no pasivo. Se podría definir como “el mundo circundante”. El concepto “medio ambiente” es un intento de definir tres términos provenientes de diferentes idiomas enviroment (inglés), environnement (francés) y umwelt (alemán). (N. del T.)t. Martin’s Griffin, 2003), p. 25.
8. Una fea contra noción izquierdista es la de la comunista Oxana Timofeeva, History of Animals: An Essay on Negativity, Immanence and Freedom (Maastricht: Jan van Eyck Academie, 2012), con una Introducción de Slavoj Zizek. Timofeeva condena la resistencia de la naturaleza a la tecnología a la vez que bizarramente reivindica que los animales ¡son comunistas naturales! por ejemplo. pp. 146- 147.
9. Citado en Susan Hanson, Icons of Loss and Grace (Lubbock: Texas Tech University Press, 2004), p. 182.
10. Masson and McCarthy, op.cit., p. 140.
11. Barbara Noske, Humans and Other Animals [Humanos Y Otros Animales ] (London: Pluto Press, 1989), p. 115.
12. Vera Norwood, Made from this Earth [Hecho En EstaTierra] (Chapel Hill: The University ofNorth Carolina Press, 1993), p. 235.
13. Barry Lopez, Of Wolves and Men [De Lobos y Humanos] (New York: Scribner Classics, 2004),p. 18.
14. Ibid., p. 55.
15. Masson and McCarthy, op.cit., p. 72.
16. Steve Kemp, “No Alpha Males Allowed,” [No Se Permiten Machos Alfa] Smithsonian, September 2013, pp. 39–41.
17. Noske, op. cit., p. 116.
18. John Muir, The Story of My Boyhood and Youth [La Historia de mi Infancia y Juventud](Boston: Houghton Mifflin Company, 1912), p. 151.
19. Mary Midgley, The Ethical Primate [El Primate Ético] (New York: Routledge, 1994), p. 131.
20. Jacques Graven, Non-Human Thought [Pensamiento No-Humano] (New York: Stein and Day,1967), p. 68.
21. Edward Abbey, Desert Solitaire: A Season in the Wilderness [Desierto Solitario: Una Temporada en lo Salvaje] (New York: Ballantine Books, 1971), p. 157.
22. Quoted in Joseph Wood Krutch, The Great Chain of Life [La Gran Cadena de la Vida] (Boston: Houghton Mifflin Company, 1956), p. 224.
23. Ibid., p. 227.
24. J.H. Williams, Elephant Bill (London: Rupert Hart-Davis, 1950), p. 58.
25. Katherine Harmon Courage, “Alien Intelligence,” [Inteligencia Extraña] Wired, October 2013, p. 84.
26. Emily Anthes, “Coldblooded Does Not Mean Stupid,” [Ser de Sangre Fría No significa Ser Estúpido] New York Times, November 19, 2013, pp D1, D5.
27. Graven, op.cit., p. 127. 7
28. Justin McCurry, “Chimps Are Making Monkeys Out of Us,” [Los Chimpances Nos Estan Volviendo Monos] The Observer, September 28, 2013.
29. Citado en Stephen Budiansky, If a Lion Could Talk [Si Un León Pudiera Hablar ] (New York: Free Press, 1998), p. 45.
30. Kelly Oliver, Animal Lessons: How They Teach Us to be Human [Lecciones Animales: Como Nos Enseñan a Ser Humanos] (New York: Columbia University Press, 2008), p. 186.
31. Tim Ingold, Evolution and Social Life [Evolución y Vida Social] (New York: Cambridge University Press, 1986), p. 311.
32. Richard Grossman, “The Truth,” in Animals [“La Verdad” en los Animales] (Minneapolis: Zygote Press, 1983), p. 421.
33. Leopold, op.cit., p. 102.
34. Gavin Maxwell, Ring of Bright Water [Anillo de Agua Brillante] (Boston: Nonpareil Books, 2011), p. 45
35. Edwin Way Teale, The Wilderness World of John Muir [El Mundo Salvaje de John Muir] (Boston: Houghton Mifflin Company, 1954), p. 281.
36. John Lane, Waist Deep in Black Water [Con la mitad del cuerpo en el Agua Negra] (Athens: University of Georgia Press, 2002), p. 49.
37. Loren Eiseley, The Night Country [El País de la Noche] (Lincoln: University of Nebraska Press, 1997), p. 173.
38. Henry David Thoreau, The Journal, 1837–1861 [El Diario, 1837-1861], ed. Damion Searls (New York: New York Review of Books, 2009), p. 585 (entry for October 22, 1859).
39. Krutch, op.cit., p. 102.
40. Michael P. Cohen, The Pathless Way: John Muir and American Wilderness [La Vía Sin Camino: John Muir y la Naturaleza en America] (Madison: University of Wisconsin Press, 1984), pp. 173, 176. (1997), p. 158.
41. Jennifer Ham, “Taming the Beast,” [Domando a la Bestia] en Jennifer Ham and Matthew Senior, eds., Animal Acts (New York: Routledge,
42. Domesecration en el original. Una combinación de las palabras domesticación y masacre. (N. del T.)
43. Clive Roots, Domestication [Domesticación] (Westport CT: Greenwood Press, 2007), p. xii.
44. Citado en Lane, op. cit., p. 125.
45. Diane Ackerman, The Moon [La Luna] de Whale Light (New York: Random House, 1991), p. 112
46. Wendell Berry, “To the Unseeable Animal,” [Al Animal que No Se Puede Ver] en Ann Fisher- Wirth and Laura-Gray Street, eds., The Ecopoetry Anthology (San Antonio TX: Trinity University Press, 2013), p. 178.
47. Immanuel Kant, trans. J.C. Meredith, Critique of Judgement [Crítica del Juicio] (Oxford: Oxford University Press, 1952), Part 2, Section 431.
48. Walt Whitman, Leaves of Grass [Hojas de Pasto] (New York: Library of America, 2011),section 13.
49. Citado en Jonathan Waterman, Where Mountains are Nameless [Donde las Montañas son Innombrables ] (New York: W.W. Norton, 2005), p. 237.
50. Citado en Leonard Lawlor, This is Not Sufficient [Esto No es Suficiente ] (New York: Columbia University Press, 2007), p. 7.
51. Waterman, op. cit., p. 212.
52. Ibid., p. 10.
53. John Nelson, “Henry Beston Sheahan,” Harvard Magazine, September/October 2013, p. 40.
54. Laurie Allman, Far From Tame [Lejos de ser Domado] (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1996), p. 73.
55. Grossman, op. cit., “The New Art,” p. 2.