“Antes, oh astro, matinal brillabas sobre los Vivos. Ahora, al extinguirte, vespertino brillas sobre los Muertos”
-Platón-
“Murió Adonaïs y por su muerte lloro.
Llorad por Adonaïs, aunque las lágrimas
no deshagan la escarcha que les cubre.
Y tú, su hora fatal, la que, entre todas,
fuiste elegida para nuestro daño,
despierta a tus oscuras compañeras,
muéstrales tu tristeza y di: conmigo
murió Adonaïs, y en tanto que el futuro
a olvidar al pasado no se atreva,
perdurarán su fama y su destino
como una luz y un eco eternamente”
-P.B. Shelley-
Quería escribirle a un tú ausente, tal vez inexistente; pensaba contribuir a las palabras de Shelley y darle vida a esta hermosa elegía, pero nunca le he escrito a un muerto y esta no será la excepción.
Cae sobre mí una falsa responsabilidad; muchos, consciente o inconscientemente, creen que nosotros, sus compañeros, poseemos el derecho o la autoridad de decir quien fue realmente nuestro hermano, y la verdad es que es una tarea imposible, tanto porque dicho derecho no existe, como por la complejidad que supone escribir en palabras sobre nuestro compañero; tal vez podríamos, como aquel alemán, destruir a martillazos la imagen que de él se ha construido. Es difícil comprender la falta de vergüenza de quienes revindican el nombre de Kevin, aun tal vez sin nunca haberlo leído/conocido, han acomodado a su interés la imagen del nuevo mártir, ni siquiera hace falta preguntarse cuantos realmente estuvieron, no hace falta porque aquí no existe ni existió nunca la mendicidad, la misericordia le pertenece a las víctimas y quien murió fue un guerrero: como bien lo recordó un hermano; “Él era solo él, Kevin contra el mundo”.
Es evidente que Kevin no era anarquista, lo dejó más que claro, también es evidente que entre nosotros existía un abismo ideológico gigantesco, tan grande que inclusive muchos se han preguntado como podríamos ser compañeros, y la respuesta se encuentra en una premisa cuyo valor es incalculable, imposible de cuantificar: Nos unió el hastió, nos unió el cariño, nos unió la violencia. Cualquier revolucionario con trayectoria, posicionado, considerará esto un infantilismo, inclusive yo podría llegar a creerlo, pero la verdad es que la realidad es mucho más compleja que el ideal purista, y es que crecemos experimentando, atacando, diferenciándonos.
¿Dónde se encuentra el valor de una convicción? ¿En el fanfarroneo exhortativo – continua autoafirmación – o en la reflexión que les dio la vida? La convicción pierde valor en cuanto subyuga a una lógica lineal/inamovible, su verdadera esencia se encuentra en la voluntad que nos trae siempre en movimiento, revalorizando, experimentando: “La inteligencia de la experimentación consiste en poner en juego juntos elementos que siempre han estado separados, sacarlos de la cárcel del fragmento para percibir plenamente su potencialidad”. Nada de esto quita el hecho concreto de que ya hace mucho tiempo tomamos caminos distintos; y si bien es una virtualidad creer que alguien es solamente lo que escribe, Kevin tuvo la oportunidad de plasmar sus convicciones en varios comunicados y acciones, eso quiso dejar. Si llegase a existir una imagen algo cercana a la realidad, es la que el mismo dibujó. En cuanto a nosotros, quienes lo conocemos, vendrán a nuestra memoria bellos recuerdos de su vida en guerra, de cuando la violencia no tenía apellido, de ese caldero del que muchos provenimos; belleza innegable, que, bajo el amparo de Keats “A thing of beauty is a joy for ever”, conservaremos para siempre.
“Se confundió con la Naturaleza.
Y en la armonía universal se escucha
-Desde el trueno que gime hasta el gorjeo
Del melodioso pájaro nocturno-
La voz de nuestro amigo. Su presencia
Reconocer se deja en todas partes,
En las tinieblas y en la luz, la vemos
Alentando en la piedra y en la hierba
Y donde quiere ese poder se extiende
Que, con los dones de su propia vida,
En su incansable amor gobierna el mundo,
Y lo sustenta en medio del abismo,
Y desde las alturas lo ilumina.
Es una parte ya de la hermosura
Que en otro tiempo él mismo acrecentara.
Ya le otorgaron su porción”
-P.B.Shelley-
“No habiendo sabido nunca lo que busco en este mundo, sigo esperando a quien pueda decirme lo que busca él”
-E.M.Cioran-
Atentados explosivos, incendiarios, molotov, capuchas, barricadas…
Hemos intentando durante años darle continuidad a la lucha subversiva/revolucionaria que muchos otros han cursado; continuamos hasta el cansancio realizando acciones violentas con la pretensión de aportar, con nuestras propias manos, a la caída del Dominio; destruimos la Moral heredada, cobarde pacificadora, revalorizando el mundo con perspectiva crítica e integral. Se creerá que es extraño hablar de continuidad de una lucha subversiva, sobre todo porque no es mi intención, al menos no ahora, revindicar una corriente ideológica en específico, ni aun menos hacer tristes apologías a antiguos grupos guerrilleros; somos dignos herederos de la violencia revolucionaria, enemigos de la normalidad, antagónicos a la paz social ¿Quién puede decir que es el primero en cursar este camino, atiborrado siempre de múltiples senderos? Heredamos, tal vez sin quererlo, las herramientas y el ímpetu que otros han dejado, algunos renunciaron, otros se han ido y otros pocos siguen por ahí dando cara, pero lo que nunca ha cesado de existir es el terreno fértil, el espacio antagonista en el que la violencia se puede ejercer, proyectar, madurar, diferenciarse.
Una acción, además de ser un hecho y una idea, es la proyección de una continuidad ¿Cómo es que la violencia, que pretendemos tan nuestra, puede jugarnos en contra?, ¿Cómo es que su radicalidad puede, muchas veces, ser tan inocua? Creo que la continuidad en el ejercicio de la violencia revolucionaria esconde en si un peligro inherente a su movimiento; la inercia que muchas veces consume el actuar, que absorbe la crítica reflexiva y da paso a una dinámica esencialmente estética y fetichista, lo que conlleva a la despolitización de la acción y la creación/reproducción de un sistema de imágenes y una fraseología incendiaria que realmente poco innova, subyugando la política revolucionaria a una lógica de consumo en busca de una constante apuesta por una estética radical. No es para nadie un secreto que la realidad actual de la violencia no se condice con el discurso/idea que la respalda; tal vez podríamos mencionar en este punto la ineficacia que adopta la acción polimórfica en cuanto responde a la inercia antes mencionada y no a la práctica. Si las máximas de la violencia revolucionaria son la búsqueda de la cotidianidad – que nada tiene que ver con la normalidad – y agudización de la misma, tal vez podríamos hablar, en el contexto actual, de una cotidianidad en el ataque, pero no es una agudización; Es imposible que en la inercia en que nos encontramos agudicemos – realmente – la práctica revolucionaria sin una crítica constante, sin la destrucción de esta lógica esteticista y repetitiva en la que muchas veces caemos; se podrá creer que una cultura del ataque no constituye desventaja alguna, creo que el problema no radica ahí, sino que en la incapacidad de reformularse constantemente, única forma de evitar el estancamiento y el tristemente arraigado ideal consumista.
“En estos momentos se hace urgente que nuestra critica sea permanente, buscando siempre agudizar nuestra negación a lo existente, superando las aparentes radicalidades, las novedades que buscan ofertarse en el nuevo supermercado de las tendencias, para así comprender y profundizar el conocimiento del dominio y las formas de atacarlo”
-Kalinov Most N°3-
No queremos ni otras opciones ni el consenso con lo establecido, estamos con la violencia que no decae ni se estanca, con la violencia capaz de reformularse constantemente, rupturista e innovadora, que no se acomoda y que pulula por nuevos medios, objetivos y los revaloriza constantemente en búsqueda de una mayor efectividad.
“Con los hechos ocurridos está claro que la lucha revolucionaria en Chile tomará definitivamente otro cariz, un cariz más consecuente y más decidido y que no admitirá “inocentes”. La guerra ha comenzado: la vida de un revolucionario es más valiosa que diez, cien, mil vidas de policías y cerdos de terno”
-Vanguardia Organizada del Pueblo-
“Debemos considerar quiénes somos, y no la reputación en que estamos”
-Séneca-
Recuerdo una acción hace ya muchos años; un mar de ciudadanos arremeten contra nosotros en una barricada, somos pocos, ¿Alternativas? Replegarse y abandonar la acción o enfrentarlos con molotovs y forzarlos a huir, decidimos tomar la primera opción, con la oposición de, adivinen quien…así es, Kevin, quien pretendía defender ese espacio con uñas y dientes, recuerdo su indignación y nuestra-mi- posterior vergüenza; tal vez la lógica nos decía que actuamos bien, un enfrentamiento en esas condiciones hubiese sido a todas luces desfavorable, pero una idea nos rumió la mente todo ese día, un sabor amargo no nos dejaba tranquilos, estábamos libres e intactos, pero habíamos perdido esa batalla, ¿ Que quería decir esto? Que, nosotros que queríamos atacar y romper con la normalidad, habíamos sido absorbidos por nuestra enemiga.
Existen en todos nosotros cientos de taras que nos fuerzas a seguir una línea recta, entre ellas la moral heredada, lo inculcado como verdad y absoluto; resulta muy difícil librarse de estas ataduras, puesto que la llave no se encuentra aunque muchos lo crean, en ningún libro, inclusive podría sostener que esta no se encuentra ni siquiera en la reflexión o introspección; la única forma de destruir en nosotros esta cobardía, este miedo, esta carga, es la experiencia, solo actuando nos sacudimos del cuerpo la moral para aprender que nada está realmente escrito.
En esa oportunidad escondimos nuestros miedos bajo la máquina de la razón, la realidad nos impide soñar, nos llevó a la inacción; tal vez haber intentado enfrentarlos no suponía tanto riesgo como pensábamos, tal vez dividiendo a esa horrible bestia que es la masa, hubiésemos obtenido la victoria, pequeña y parcial, pero decisiva para nuestra confianza e importantísima como proceso individual, inclusive si, desde el principio hubiésemos estado en lo correcto, la pasividad de quien no se enfrenta a quien se interpone entre él y su acción o inclusive pone en riesgo su libertad está muy lejos de responder a un pensamiento racional o lógico, ¿Qué tan posible es razonar con el guardián de un amo cualquiera?.
Existe en cada impulso heroico de aquellos ciudadanos abnegados la inconsciente noción de que ellos no sufrirán ninguna consecuencia- así es muy fácil ser súper héroe- que la acción cesará ante su irrupción, que al no ser un objetivo primordial no correrán riesgo alguno…¡Sacudamos esta idea de sus mentes! Una moral y valorización distinta solo rozan tangencialmente este punto; no hay dignidad alguna en poner la otra mejilla
“Si hemos de morir, que no sea como cerdos, perseguidos y punzados en un sitio sin gloria, mientras a nuestro derredor ladran furiosos y hambrientos perros, haciendo mofa de nuestra suerte desgraciada; si hemos de morir que sea noblemente, de manera que nuestra sangre no sea derramada en vano. Luego hasta los monstruos que retamos, aunque muertos, serán obligados a honrarnos. Nosotros, miembros de una misma familia, hagamos frente al enemigo común y aunque nos aventajen sobradamente en número demostraremos nuestra bravura; y por sus mil golpes, demos uno solo, pero mortal. Ríes aunque la tumba yace abierta ante nosotros, haremos frente a la manada asesina como hombres, la espada contra la pared, muriendo, pero luchando hasta el final”.
-Claude McKay-
Joaquín García Chancks
Sección de máxima seguridad/Cárcel de Alta Seguridad
Fines de diciembre del 2018
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