Retomando nuestro negro camino1
—A Alfredo Cospito, compañero y co-conspirador.
Nosotros vamos por nuestro camino –individuos sin fe salvadora y ciega. Nuestro disgusto con la sociedad no engendra en nosotros ninguna convicción inmutable. Luchamos por la alegría de la batalla, y sin ningún sueño de un futuro mejor. ¡Qué nos importan mañanas que se esperan por siglos!
Zo’d Axa
L’Enderhors, Paris, 1896.
No tenemos la menor duda de que a lo largo de nuestra historia, al accidentado camino de la Anarquía se le han presentado incontables bifurcaciones. Por lo general, éstas han sido transitadas como atajos, es decir, acortamientos para llegar al fin anhelado: la instauración del reino de la libertad («haciendo explotar al Estado y erradicando para siempre el principio de poder», Bakunín dixit). No obstante, ninguna de esas trochas nos condujo a la liberación total, resultando siempre en fallidas intentonas, en veredas truncadas y callejones sin salida.
Muchos cronistas e investigadores del denominado “movimiento” anarquista, ubican –equivocadamente– la primera bifurcación de nuestro camino en los propios orígenes del anarquismo, señalando como desviaciones el desarrollo paralelo de las dos corrientes de pensamiento que le dieron vida al ideal ácrata. Este análisis erróneo, le otorga al anarquismo una “ambigüedad” de base –que sitúa en la raíz misma de sus formulaciones– y lo condena a remolcarla por los siglos de los siglos, a través de la “síntesis” de ambas corrientes de pensamiento. Sin embargo, si bien es cierto que constantemente nos plantean estas corrientes primarias como “alternativas” a las cuales recurrir indistintamente; en realidad, se trata de rutas irreconciliables entre sí, que nunca fueron (ni son ni serán) transitables para el anarquismo. Inconcusamente, esta condicionante nos impulsó a forjar nuestro camino al andar –como diría el poeta–, abandonando todos los artificios que nos imponen parentescos con los que el anarquismo rompió relaciones desde los primeros instantes de su alumbramiento, de la manera más violenta y terminante.
Esos vínculos familiares que asiduamente intentan afincarnos, tanto con el liberalismo radical como con el socialismo obrerista de clara raíz marxista, fueron deshechos, precisamente, en nuestros años inaugurales, con el itinerario sedicioso de Bakunin y sus compañeros de viaje, al producir las rupturas y los deslindes necesarios, primero con la Liga por la Paz y la Libertad e, inmediatamente después, con la Primera Internacional.
Comúnmente, estos investigadores del “movimiento” –a los que nos referíamos con anterioridad–, tienden a presentar al anarquismo como una continuación más o menos delirante de uno u otro proyecto político o, como una suerte de mixtura, engendrada a partir de la síntesis de ambas ideologías; cuando, en realidad, el anarquismo es todo lo contrario. Es decir, una configuración de pensamiento y acción encarnada en un movimiento sedicioso que cobra vida, esencialmente, a partir de la ruptura violenta con esas corrientes “primarias” de pensamiento, adquiriendo su singularidad teórico-práctica.
El enfoque capcioso de cronistas e investigadores, con el pasar de los años, no solo ha alimentando la falsa ambigüedad de base del anarquismo si no que ha terminado simplificando de la manera más vulgar esa supuesta bifurcación, asignándole roles a la “derecha” y a la “izquierda” del espectro político a las diferentes configuraciones ácratas, en un intento de presentarlas como prolongaciones atípicas del liberalismo radical (¿derecha?) o, el socialismo marxiano (¿izquierda?), dando vida apócrifa a un “anarquismo de derecha” y otro de “izquierda”, empobreciendo la teoría y la práctica anárquica.
De tal suerte, se ha ido consolidando la existencia de ese “anarquismo” ecléctico que hoy padecemos, que apela al plural bajo el rótulo de “anarquismos” y puede verificarse en todas las latitudes como efectivo antídoto contra la Anarquía.
Lamentablemente, en repetidas ocasiones, amplios sectores del denominado “movimiento” se han hecho eco de estas desvirtuaciones; lo que ha inducido a ciertos fragmentos a alinearse (y alienarse) en una u otra formación, asumiéndose –contra la esencia misma de la praxis anárquica– “anarquistas” de izquierda y de derecha.
IDENTIFICANDO LASTRES IDEOLÓGICOS EN EL ANARQUISMO CONTEMPORÁNEO.
Tras la derrota del anarcosindicalismo español y el auge del anarquismo de transición, las terminologías “libertario” y “antiautoritario” comenzaron a ganar terreno en nuestras tiendas a modo de sinónimos de anarquista. Con el nuevo léxico se instauraban sustitutos edulcorados que suplían “la mala palabra” y, de paso, metamorfoseaban la imagen destructora y negadora de la anarquía negra, incorporándola a la agenda politiquera instituyente.
El término “libertario” tuvo una acogida casi unánime, particularmente entre aquellos que buscaban alinearse con el “liberalismo de avanzada” y la arenga socialdemócrata de la posguerra (ordenados en derredor de la opción por el “mal menor” frente a los “totalitarismos”). Estos nucleamientos –donde destacaban las Federaciones Libertarias–, se fueron posicionando, lenta pero progresivamente, a la “derecha” del escenario político, llegando a producir verdaderos engendros ideológicos, entre los que sobresalen el “libertarianismo” y el “anarco”– capitalismo. Por su parte, los llamados “antiautoritarios” también hicieron lo suyo, colocándose a la “izquierda” del tablero político. Bajo la consigna de «socialismo o barbarie» y tutelados por un marxismo-leninismo “anti-stalinista”, produjeron sus propias malformaciones y monstruosidades (desde el “marxismo libertario” y el “situacionismo”, hasta el “anarco-guevarismo” y la “autonomía libertaria”).
Quizá, donde mejor se comprueba todo lo antes dicho es en Norteamérica. El desarrollo del “anarquismo” estadounidense, en los últimos cincuenta años, ha venido gravitando en torno a estas dos desvirtuaciones, reforzando el alienamiento a la “izquierda” y a la “derecha”, extraviando –con conocimiento de causa– nuestro negro camino.
Fatídicamente, el grueso de los nuevos nucleamientos y la mayoría de las publicaciones (impresas y/o electrónicas) continúan congregándose a diestra y siniestra, lo que le ha otorgado insumos a algunos académicos para esbozar la creciente dicotomía entre el “anarquismo rojo” y el “anarquismo verde” y, su distribución geográfica; exponiendo las pronunciadas diferencias ideológicas que distinguen a quienes optan por la obsoleta visión economicista (rojos) y aquellos que eligen la misantropía desde la lente de la ecología profunda (verdes)2 .
Disculpándome de antemano por apelar a la primera persona –algo de dudoso gusto–, he de admitir que después de casi tres décadas de ausencia pude constatar esta evidencia. En consecuencia, el dechado más significativo de los desvaríos que encontré a mi paso, es el ecoanarquismo y sus divisiones extremas, con sus múltiples y subsecuentes derivados: de un lado, la “ecología social” y el “municipalismo libertario” –herederos congénitos y defensores confesos de los malabares doctrinales del peculiar marxismo libertario de Murray Bookchin–, crisol al que han ido agregando nuevos ingredientes, igualmente indigestos, que oscilan entre el “anarcozapatismo”, el “confederalismo democrático” al estilo PKK y, el “anarcopanterismo” clientelar y de barrio. Moldeando un “anarquismo” de izquierda que hoy se debate entre la pertinencia del Green New Deal –de cara al circo electorero con papá Bernie3 a la cabeza– y; el incremento progresivo de la “comunización autogestiva” en las localidades más despobladas y remotas, fusionando doctrinas propias con arquetipos anarcopopulistas emanados del “Poder popular” neoplataformista. En la otra punta del ecoanarquismo, localizamos los despojos de los diferentes desgarres del primitivismo y subproductos, igualmente patéticos e inauditos. Estos fluctúan entre la huida al bosque, con el fin de reforzar el «espiritualismo» y, desarrollar «los músculos correctos» (ya que «el tono y la condición física fueron el enfoque de Bruce Lee, qué continúa siendo una gran fuente de inspiración»4 ), de cara al colapso civilizatorio y; la misantropía extrema, aliñada con cierto rencor absolutista (ávido de feedback) y, un remix de rituales inconexos con pretensiones religiosas, que intenta hacerse sitio entre la literatura de horror de Thomas Ligotti, el satanismo místico de Joris-Karl Huysmans y, la futilidad filosófica de Eugene Thacker, aunque la resultante sea una soberana bufonada.
Para ambos desatinos, el destino manifiesto de su lucha es «por un mundo mejor». Para los “rojos” concretando su «otro mundo posible», o sea, la autogestión de la nocividad industrial en el marco de un capitalismo «más humano, más justo e igualitario» y; para los “verdes”, «un mundo sin humanos». Uno y otro proyecto, nos invitan a pedalear mirando el retrovisor. Nos recomiendan mantener los ojos en el pasado y la esperanza en el futuro. Los “rojos” anclados en la Revolución Social, enajenados por la nostalgia y la defensa conservadora de nuestro pasado e hipotecados a la espera de las «condiciones objetivas y subjetivas» que faciliten el pase automático al futuro comunista y libertario. Los “verdes” varados en el Cenozoico, al que pretenden regresar guiados por las voces de sus ancestros y de la mano vengativa de los dioses (mediante pandemias y cataclismos); obcecados en la reproducción de un gigantesco Parque Jurásico, estólidos con su futuro primitivo.
Sendos propósitos (o despropósitos), nos provocarían la más sonora de las carcajadas si la generalidad de las compañeras y compañeros, los dejaran en pretérito –donde ellos gustosamente se ubican– y los entendieran como lo que son: desvirtuaciones que incesantemente nos alejan del negro camino de la Anarquía. No obstante, desde hace rato largo, estas distorsiones vienen suscitando confusión en nuestras tiendas ante la carencia de un paradigma anárquico renovado que se avoque al asalto creativo de nuestro presente, reorientando la historicidad específica en la que nos ha tocado accionar y lanzando todos los lastres por la borda.
EL SESGO A LA IZQUIERDA
Muchos “anarquistas” sustentan el gazapo de que la Anarquía se sitúa intrínsecamente a la “izquierda” (e incluso algunos más populistas, la colocan «abajo y a la izquierda», haciéndose eco del neozapatismo chiapaneco); identificándola como «la corriente crítica del socialismo». De tal modo, reivindican consanguinidades y aseveran que somos parte de una “gran familia”. Estos “compañeros” (intoxicados de propaganda socialdemócrata), reconocen a la “izquierda” como su hábitat y su estirpe, confiriéndole al anarquismo el rol de hermano menor –grosero, desobediente e impulsivo–, a quien, a pesar de su mal comportamiento, “mamá izquierda” siempre está dispuesta a arropar en su regazo, por el «bien común de la familia».
Sin reparar en los orígenes jacobinos –burgueses/liberales– de la “izquierda”, ni en su esencia instituyente, es difícil discernir las verdaderas intenciones de esta trampa macabra impuesta desde el poder, que relega la teoría y la práctica anárquica a la retaguardia del pensamiento marxiano (esa fue la estrategia de la Primera Internacional). Empero, es hasta comienzos del siglo pasado, que el anarquismo es condenado a morar a la “izquierda” in saecula saeculorum, acusado de “infantilismo”. Eufemismo a modo, con el que Vladímir Ilich Uliánov, aspiraba a desarmar nuestros irrenunciables propósitos de liberación total. Pese a ello, amplios sectores anarquistas, continúan posicionándose, sin mayores remordimientos, a la “izquierda” del estercolero político.
Sin duda, hoy podemos identificar al interior de nuestras tiendas, y sin mayores esfuerzos, posturas ideologizadas que se autoproclaman placenteramente “izquierdistas” y encajan perfectamente en ese árbol genealógico. Connotados ejemplos son los remanentes del anarcosindicalismo, los partidos neoplataformistas, los nucleamientos comunistas libertarios, los antiautoritarios, los anarcopopulistas y los grupúsculos cesionarios de la autonomía libertaria; sin omitir a los “anarco-hiperactivistas” y los “frentistas” compulsivos, que reiteradamente establecen alianzas con diferentes sectas leninistas y/o las cofradías nacionalistas (independentistas), en nombre de la Revolución, del anti-imperialismo, el anti-fascismo o el anti-capitalismo, contando con la aquiescencia de todos los antes aludidos5 .
Mención honorífica merecen –a propósito de Norteamérica– algunos adalides del anarcoizquierdismo por estas tierras; tal es el caso del RAM (Revolutionary Abolitionist Movement), con su más reciente protesta en coordinación con la coalición “Manos fuera de Venezuela” y, los guardias stalinistas del WWP (Workers World Party), en defensa del gobierno populista de Maduro y; el histórico e incondicional apoyo de la ABCF (Federación de la Cruz Negra Anarquista) a los cinco espías cubanos –oficiales de inteligencia del gobierno de los hermanos Castro y colaboradores del FBI– presos en Estados Unidos a comienzos del siglo6 . Ya ni referirse al usual reclutamiento de “carne de cañón” anarquista para la “Revolución del Rojava” y su martirologio, que cada día cobra más vidas de compañeros y compañeras de la mano del anarco-leninismo posmoderno.
Pero, el sesgo a la izquierda es tan grande en nuestras tiendas, que frecuentemente encontramos estas “convocatorias” publicadas en blogs y sitios webs supuestamente anarquistas. Lo curioso, es que no solo son toleradas sino bien recibidas, celebradas y hasta reproducidas solidariamente en páginas afines, sin el menor cuestionamiento ni la más mínima advertencia, cuando deberían ser excluidas y criticadas con el mismo ahínco que se rechazan los textos fascistoides y las declaraciones misántropas. Con todo, muchas veces encontramos acotaciones y deslindes, a manera de exordio, a nuestras contribuciones –decididamente anárquicas– o, a los comunicados y reflexiones de los grupos de praxis insurreccional; cuando no son censurados o mutilados («por problemas de espacio»).
Tenemos la vista tan cargada a la izquierda que estamos acondicionados para distinguir de inmediato cualquier texto proto-capitalista, fascista o conservador pero, somos incapaces de detectar, y aborrecer con ímpetu, el más evidente discurso izquierdista y/o proto-leninista. Somos lo bastante competentes para divisar –a años luz de distancia– las desvirtuaciones de derecha y desterrarlas de nuestras tiendas pero inútiles para percibir toda la pestilencia izquierdista con que se nos bombardea diariamente y, peor aún, nos mantenemos inermes frente a esta brutal penetración, atascados en el pantano, con los zapatos de plomo de la corrección política.
Todo lo que venga envuelto de “justicia social”, decorado con “igualitarismo”, ataviado de “victimismo” y, huela a “pueblo”, es bienvenido. Lo que se presuma “antisocial”, se admita “ilegalista”, se aproxime al “nihilismo” y, se ostente, consecuentemente, contra la civilización, es sospechoso. En esta misma tesitura, y como era de esperarse, no han faltado los malintencionados que han intentado meter en el mismo costal las pifias misántropas y las audaces inquietudes de la tendencia informal anárquica, señalando al anarquismo insurreccional y anticivilización de nuestros días como una “desviación” del ideal ácrata.
Con similares intenciones, han acudido a la cita los insurreccionalistas setenteros, marcándonos el guion a seguir para la culminación (¡divina!) de la “insurrección generalizada”; sin percatarse que las renovaciones ejecutadas en el transcurso del conflicto cotidiano, no son un producto intelectual aséptico elaborado en un laboratorio aislado, sino parte integral del desarrollo dinámico de la insurrección ácrata en nuestros días y que la guerra anárquica, tal como la venimos planteando –alejados de certezas, recetarios y conceptualizaciones ajenas–, no es otra cosa que la redefinición actualizada de nuestros rasgos y la reafirmación intransigente de una crítica radical al Poder, invitándonos a retomar nuestro negro camino a la Anarquía.
¡Por la potencialización de la Internacional Negra (Informal e Insurreccional)!
¡Por la Anarquía!
Gustavo Rodríguez,
Planeta Tierra, 21 de marzo de 2019.
Posdata (que invita a la reflexión): Solidaricémonos con NUESTRXS presxs y afines prófugxs en todas las latitudes. Abandonemos las misiones caritativas y el rol de capellanes –llegó el momento de devolverles el “trabajo voluntario” a la Iglesia y a los liberales abolicionistas–, dejemos de derogar tiempo y recursos en presxs ajenxs. Nos toca demostrar, una vez más, que la solidaridad con NUESTRXS presxs no es letra muerta. Solidaridad directa, aquí y ahora, con el entrañable Alfredo Cospito y todxs lxs anárquicxs encarceladxs alrededor del mundo. Solidaridad directa con lxs compañerxs griegxs de la Conspiración de Células del Fuego (CCF). Solidaridad directa, con nuestrxs hermanxs prófugxs Gabriel Pombo Da Silva y Elisa Di Bernardo (¡libres y peligrosxs!), asechados de nueva cuenta por el Estado (español e italiano).
1. Definitivamente, escribo para los afines y lo hago a partir de múltiples obsesiones. No es que repita los temas, como algunos compañeros me señalan. Me repito en término de las obsesiones que son mi constante. Aunque son numerosos los temas que me obsesionan, evidentemente, la necesidad de subsanar los daños provocados por las persistentes “desvirtuaciones” y, la premura en abandonar todo lo “ajeno” en busca de una renovación teórico-práctica de cara al siglo XXI, conforman mis obsesiones preferentes. Este texto es una prueba fehaciente de ello. A pesar de todo, mi insistente recurrencia en estos tópicos ha generado tergiversaciones, probablemente motivadas por mi estilo de redacción –profundamente amoral, adogmático y políticamente incorrecto– carente (intencionalmente) del desarrollo lineal de pensamientos engarzados por una idea central. En línea general, estos malentendidos parecen imprimirle a mis contribuciones cierta intención “disciplinaria” y “reguladora”, guiada por un exacerbado “purismo” casi patológico. Debería ser innecesario aclarar que mis consideraciones críticas jamás han intentado erigirse en un pontificado que sermonea desde la atalaya, incontaminado y pulcro, sino que se empeñan en ser intensamente autocríticas, partiendo siempre de la experiencia práctica. Por lo que el propósito de mis preocupaciones no es (ni puede ser) otro que procurar la detracción del pensamiento hegemónico, ordenador y, ávido de verdades inmutables –al estilo de la ciencia y la dialéctica–, que ha anidado en las entrañas del “movimiento”; y, desterrar, de una vez y para siempre, las concepciones pre-enlatadas, lanzando apuestas por una experimentación anárquica permanente, que renuncie a priori a la timidez frente a la renovación; que repudie el miedo a los caminos peligrosos; que desista del inmovilismo testamentario y; que se anime a apuntar más alto cada día, que haga llegar sus ensayísticos aullidos a la Luna y, se disponga a explotar el cielo si es preciso
2. Williams, Dana M., Red vs. Green: Regional Variation of Anarchist Ideology in the United States, Journal of Political Ideologies, June 2009, pp. 189-210. Disponible en: https://www.academia.edu/3591947/Red_vs._Green_Regional_Variation_of_Anarchist_Ideology_in_the_United_States (Consultado: 20/03/19).
3. Bernard “Bernie” Sanders, es un socialdemócrata estadounidense, senador junior (independiente) por el estado de Vermont, que fue pre-candidato a la presidencia en las elecciones internas del Partido Demócrata para las elecciones de 2016 y, en fechas recientes, inició de nueva cuenta su campaña como candidato a la presidencia para las primarias demócratas, con la promesa de que vencerá a Trump en las próximas elecciones.
4. Tucker, Kevin, Prepare for the best, train for the worst: getting ready for the collapse, Species Traitor #4, Greensburg, Pennsylvania, s/f, P. 78.
5. No basta con ser anti-fascistas ni anti-capitalistas. Como anárquistas, nosotros vamos por más: la guerra anárquica es contra toda autoridad, contra todo poder. El “anti-capitalismo”, el “anti-imperialismo”, el “anti-fascismo”, al igual que el “ecologismo”, son ideologías al servicio del poder con estrategias frentistas instituyentes, que, por lo general, agrupan una gran variedad de posiciones políticas, incluídas las de nuestros enemigos. Es común encontrar en los frentes “anti-fascistas” un nutrido grupo de izquierdistas y, sobre todo, stalinistas, que si bien se oponen al “fascismo pardo”, sus objetivos son la implantación del “fascismo rojo”. De igual modo, en los frentes “anti-capitalistas”, además de los sectores representativos de la izquierda, también es frecuente concurrir con fascistas y neo-nazis que ansían el exterminio de los “parásitos capitalistas” y la instauración del capitalismo de Estado. Sin duda, es en los frentes “anti-imperialistas”, donde más enemigos nos topamos, ya que la gama es mucho más amplia; allí encontraremos nacionalistas, independentistas, neo-nazis, stalinistas, populistas, demócratas liberales y, extensos sectores de las oligarquías criollas. El “ecologismo”, tampoco es diferente; en sus frentes se albergan todos los colores del espectro político, destacando aquellos (sin distinción de ideologías) que ya obstentan el poder. Desde una óptica similar, hay compañeras que han ido aún más lejos en la crítica a las ideologías y las estrategias frentistas, señalando estos mismos peligros incluso en el “feminismo” (Vid. Llamado a la acción anárquica este 8 de marzo, disponible en: https://es-contrainfo.espiv.net/2019/03/06/mexico-llamamiento-a-la-accion-este-8-de-marzo-por-feminas-brujas-e-insurreccionalistas/ (Consultado: 20/03/19).
6. Disponible en: https://nycabc.wordpress.com/2014/09/23/nyc-tuesday-september-30th-letter-writing-for-the-cuban-5/#more-2076 (Consultado: 20/03/19).