SEGUNDA PARTE – ¿QUÉ PASA EN CUBA? UNA MIRADA ANÁRQUICA DE LAS PROTESTAS DEL 11-J.

—Entrevista al compañero Gustavo Rodríguez (Segunda de tres partes)

AI: ¿Crees posible una intervención militar norteamericana instigada por los anhelos anexionistas del exilio cubano?

Hablar en singular del “exilio cubano”, es negarnos a ver la fotografía completa. Hay que referirnos a “los exilios” y, no solo por cuestiones cronológicas sino incluso “ideológicas”. Se tendría que mencionar, por ejemplo, un primer exilio, que se originó en el mes de diciembre de 1958 y las primeras horas de 1959, con la estampida de altos mandos del ejército y la policía de la dictadura batistiana (que en su mayoría —incluido Batista—, no obtuvieron visa para entrar a EE.UU). Otro inmediatamente después, entre diciembre de 1959 y enero de 1961, donde se va la aristocracia y las clases altas de la sociedad (sectores que, curiosamente, habían financiado la lucha de los nacionalistas católicos para derrocar “al negro” que gobernaba la Isla de manera apócrifa 1 ). Le seguiría una tercera ola, que se origina entre 1962 y 1965, con la salida de la clase media. Por esos años también marchan al exilio lxs anarquistas y anarcosindicalistas cubanx; algunxs de ellxs después de haber cumplido “prisión política”. La historia sería similar para un nutrido grupo de rebeldes que habían combatido a Batista —incluidxs antiguxs compañerxs de Castro del Movimiento 26 de Julio— que se oponían al giro estalinista de “su” Revolución. De 1966 a 1979, se registra la huida, a cuenta gotas, de la primera disidencia de izquierda. 1980 sería un parte aguas para la migración cubana con la salida en masa de la “escoria” (epíteto con el que designaban a miles de artistas e intelectuales, considerados hasta entonces “hijxs de la Revolución”). En 1994, se abría un nuevo capítulo con la fuga de miles de “balseros” que arriesgaban la vida con tal de escapar del “paraíso socialista”. Estas dos últimas migraciones, destacan por la alta incidencia de afrocubanxs de los estratos más pobres. Y, desde luego, con las diferentes oleadas de exiladxs, también quedaría constancia de diversos posicionamientos político-ideológicos, desde la derecha conservadora hasta la ultraizquierda (incluidxs socialistas libertarixs, trotskistas, maoístas, estalinistas, luxemburguistas y marxistas “puros”), sin olvidar las expresiones más trilladas de ese mismo nacionalsocialismo que, desde los extremos del péndulo, aspiran a un castrismo sin Castro. Un ejemplo fehaciente de esa diversidad político-ideológica, fue la edición consuetudinaria de las revistas anarquistas Guángara Libertaria y A Mayor, en pleno corazón de Miami.

Una vez destacados estos matices, solo me resta subrayar que lo único que le brinda cierta “unidad” a los diversos exilios, es el rechazo unísono a la dictadura. Este denominador común, en los hechos, nunca ha excedido los límites de una industria local (muy lucrativa) que dista mucho de ser un aglutinante capaz de capitalizar algún liderazgo politiquero y, mucho menos, consolidar una visión ideológica uniforme y monolítica (¡Afortunadamente!). Y aquí es donde entra la heterogeneidad teórico-práctica, que influye en comportamientos tan dispares como la elección del método de lucha o, el sitio geográfico que escogemos como residencia. Claro está, en esa extensa trama político-ideológica, también se encuentra la postura anexionista. Empero, es necesario acotar que esta figura política tuvo cierto protagonismo en el siglo XIX y, en la actualidad, se reduce a una entelequia fabricada por la dictadura. El “anexionismo” es significativamente pequeño y caricaturesco. Es tan bufo que no deja duda que quienes lo expresan —de este lado del estrecho de La Florida—, probablemente estén en la nómina del Estado cubano.

En cuanto a una “posible intervención militar norteamericana”; también hay que insistir en quién impulsa esta gramática. No podemos olvidar que ese discurso se ha inscrito siempre en la grandilocuencia de la dictadura y, lógicamente, sigue siendo parte de la retórica de esa marioneta lúgubre que han ordenado hacerse pasar por presidente. Es la vieja película de los marines desembarcando en la Isla —tan socorrida y reiterada desde los primeros días del castrismo— que instauró, al grito de ¡Patria o Muerte!, el patrioterismo macabro que ha caracterizado al régimen. Sin embargo, no es menos cierto, que hay sectores, dentro y fuera del archipiélago cubano, que acogen la “esperanza” del intervencionismo. Desde esta orilla, la narrativa de la invasión militar está restringida al circo electorero doméstico que, cada cuatro años, explota esas “esperanzas” de liberación de todxs lxs que añoran reencontrase con su familia y regresar a su “terruño”, asegurando el voto de los incautxs. Los políticos cubanoamericanos del Partido Republicano han sabido beneficiarse de la ingenuidad de los Cheos y las Cachitas en estas latitudes; el detalle es que Marco Rubio no pretende ser presidente de Cuba sino de EE.UU. En la otra orilla, la gente admite que la sola idea de una intervención militar les causa terror. Muchxs temen que una acción de esta envergadura desate una imparable espiral de violencia (con linchamientos, agresiones, atracos y venganzas) de la que podría ser objeto el primer círculo de parientes, amigos y lacayos de la familia real; los sectores privilegiados (generales, coroneles, gerentes, empresarios y profesionistas de alto nivel) y; un porciento considerable de mandos medios del ejército, policías, agentes de Seguridad del Estado y chivatos, que conforman la intrincada maquinaria represiva del régimen. Quienes sí albergan “esperanzas” en la intervención norteamericana, son los sectores excluidos —lxs más pobres de lxs pobres—, esa población mayoritariamente afrocubana que, como reza el chiste racista, “no tienen FE (Familiar en el Exterior)” y todas las noches le ruegan a sus Orishas que el tradicional cañonazo de las nueve sea sustituido por el primer misil yanqui que ponga fin a su agonía. Pero ante la impotencia y desazón de lxs excluidxs, surge de nueva cuenta la doble moral de la izquierda del Capital que les señala como “lumpenproletariado” y les acusa de “quintacolumnistas” al servicio del Imperio.

Me opongo tajantemente a cualquier intervención militar. No porque me asuma pacifista —conducta cómplice de la dominación que rechazo en todas sus manifestaciones— sino por anarquista, consecuentemente antibelicista. Sin embargo, esta no ha sido siempre la postura de todxs lxs anarquistas. Sin mayores esfuerzos, podemos enlistar infinidad de peticiones intervencionistas a lo largo de nuestra historia. Basta recordar la postura de Kroptkin y los demás firmantes del Manifiesto de los Dieciséis, a favor de la intervención militar de los Aliados en la Primera Guerra Mundial; acción que motivó a Lenin a acusarle de “pequeño burgués” y “patriotero”, pero no impidió que años más tarde el jerarca bolchevique, no solo aprovechara el contexto de la guerra imperialista sino que le pidiera apoyo al káiser Guillermo II para llegar a Petrogrado y derrocar al Zar, lo que le hizo acreedor de múltiples señalamientos por “traición” desde diferentes frentes revolucionarios. Desde luego, la historia se repitió durante la Segunda Guerra Mundial, con los partisanos anarquistas (y comunistas) que combatieron contra la Italia fascista y la Alemania nazi, al servicio de la Alianza. Incluso, en fechas recientes, bajo la máxima de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, vivimos la alianza táctica de la guerrilla maoísta del Kurdistán con los invasores norteamericanos, con el fin de derrocar a su archienemigo Sadam Hussein durante la llamada Guerra del Golfo y, hasta se dejaron armar por los “yanquis” para continuar combatiendo la dictadura de Bashar al Assad y al Estado Islámico. De hecho, hay muchxs anarcocomunistas que apoyan esta lucha (algunxs han dado la vida por esa causa) y, al día de hoy, no he leído ningún mea culpa al respecto. Mucho menos he leído en nuestras tiendas, declaraciones contra los independentistas kurdos, acusándoles de “quintacolumnistas”, “pequeñoburgueses”, “patrioteros” y “traidores” al servicio del Imperio.

AI: ¿Crees que estas revueltas provoquen la caída del régimen?

Sin duda provocaron un sismo que hizo tambalear los cimientos de la dictadura pero de ahí a hacer que caiga el edificio represivo y el sistema de privilegios impuesto por la oligarquía, hay un gran trecho. Y eso lo sabe la mayoría del cubano y la cubana de a pie, lo que explica porque no salieron masivamente a protestar sin que esto implique necesariamente su adscripción al régimen. La rebelión de la miseria, en cualquier confín del Planeta, concluye en cuanto llegan las migajas. Por eso en Cuba, ya se pusieron en práctica “medidas emergentes” para apaciguar a los miserables. A tres días de las revueltas, se autorizó “excepcionalmente y con carácter temporal, la importación de alimentos, aseos y medicamentos sin limite de valor de importación y libre de pago de aranceles”. En los barrios populares que rayan en la pobreza extrema, han comenzado a repartir latas de carne rusa, así como arroz, frijoles, azúcar, sopas de pasta y aceite comestible, proveniente de México, Nicaragua y Venezuela, en calidad de donaciones que la prensa oficialista califica de “dádivas solidarias” del gobierno. También han autorizado (de manera excepcional y solo hasta el 31 de diciembre) que casi medio millón de migrantes internos que viven fuera de sus provincias natales y que, según las leyes y regulaciones de control de movilidad social, son considerados “indocumentados”2 , puedan comprar la mierda de alimentos subvencionados que oferta la libreta de racionamiento. Además anunciaron la comercialización de celdas solares y sistemas fotovoltaicos (hasta ahora prohibidos) en las tiendas de venta en dólares y; la rebaja en las tarifas de los servicios de telefonía celular e Internet3 ; igualmente, notificaron la eliminación de los precios miserables que el monopolio estatal (Acopio) había impuesto a los campesinos productores para la compra de productos del agro. Todas estas medidas evidencian ese “bloqueo interno” —que les comentaba antes— que enriquece a la oligarquía y asfixia a la gente de pie y que es completamente ajeno al sempiterno “bloqueo yanqui”.

Desde luego, la dictadura está consciente que estas “curitas” son temporales y por eso, en una mano trae la zanahoria y en la otra un gran garrote. Más allá de las carencias, las voces que prevalecieron durante las revueltas, clamaban “libertad” y el fin de la dictadura y, tal malestar no se aquieta con migajas. Esa juventud contestataria que se ha despojado del miedo, intuye que la insurrección es el camino. No es casual que el pasado año (2020), en plena pandemia, la dictadura le comprara al Estado español más de 1 millón de Euros en material militar (revólveres, pistolas automáticas y equipo antimotines)4 e importara de China cerca de 3 millones de dólares en equipo de vigilancia (esos drones con cámaras de reconocimiento facial que a dos semanas de las revueltas continúan identificando manifestantes) y dispositivos antimotines (los escudos blindados y los trajes de Robocop, que sorprendieron tanto a manifestantes como a los afectos al sistema).

AI: ¿Qué participación han tenido los grupos anarquistas en estas revueltas?

Hablar en plural de “grupos anarquistas” en Cuba es una falacia. No olvidemos que con el ascenso del castrismo fueron suprimidos. En cambio, sí podemos reconocer, en medio del incipiente movimiento contracultural que se ha venido desarrollando en las últimas dos décadas, una esfera cada vez más antiautoritaria y marcadamente contestataria, donde ha logrado enquistarse de manera axiomática la gramática “libertaria”. Así entre comillas. Y no es casual que utilice un término que siempre me he negado a emplear a modo de sinónimo de anarquismo. En este contexto, podemos encontrar infinidad de ejemplos muy focalizados —particularmente asociados a diferentes expresiones artísticas pero también, sectores concretamente involucrados en problemáticas sociales (la homofobia, la lesbofobia, la transfobia, la discriminación de género, el racismo, la destrucción medioambiental, el antiestatismo, etc.)—, que comenzaron a provocar irradiación en espacios específicos a finales de los noventa, dando paso a un “libertarismo” embrionario.

Durante este largo proceso de “añejamiento”, vamos a advertir un terror manifiesto a la palabra; es decir, a mencionar al “anarquismo”. Tan es así, que uno de los principales referentes en la región, al comenzar a gestarse (aún al interior de cierta disidencia académica con fuerte arraigo trotskista y una crítica muy light a la dictadura) empleó el vocablo de manera sorprendentemente efímera; cambiando de forma inmediata sus siglas originales de TAAL (Taller Anarquista Alfredo López) a TLAL (Taller Libertario Alfredo López). Por eso, cada vez que he abordado las posibilidades de revuelta y la oportunidad de extender la insurrección, me he referido siempre a la juventud excluida que, sin haber leído nunca a Bakunin, impulsa la indisciplina subversiva y propaga el ilegalismo, confrontando las 24 horas del día a toda autoridad.

Y sí, no podemos hablar de “grupos anarquistas” en la revuelta pero, desde luego que hubo presencia de individualidades anárquicas —de las que se asumen sin tapujos— y enfrentaron la represión, con la misma enjundia que confrontan a chivatos y policías en la cotidianidad de sus barrios. Sin embargo, considero que estas protestas, cargadas de pacifismo patriotero, no son el medio adecuado de participación, aunque sí pueden ser el espacio para darle vida al accionar anárquico con esa pasión que nos caracteriza, tal como lo hacemos en Chile, Estados Unidos, Grecia, Indonesia, México, Rusia o, en cualquier otro rincón donde tenemos presencia. En ese sentido faltó gasolina. Y sí, también falta visión para otear el presente insurreccional que ya se vive.

 

 

AI: Existe evidencia de la intervención de lxs anarquistas en la lucha armada que en 1959 culminó en la llamada revolución cubana. A pesar de ser un movimiento mucho más apegado a las prácticas anarco-sindicalistas, como nos muestra el libro El anarquismo en Cuba, sus integrantes asumieron la propuesta insurreccional como método de lucha. Teniendo en la memoria estos antecedentes ¿crees que existan vínculos generacionales que contribuyan al resurgimiento de la práctica insurreccional desde una perspectiva anárquica?

Urge que los gérmenes anárquicos que comienzan a incubarse asuman estas prácticas insurreccionales. Claro está, cuidando los riesgos de repetición. Es decir, que incorporen estas prácticas pero conscientes de su historicidad; acoplando con la tensión anarquista adscripta al informalismo insurreccional contemporáneo, en sintonía con las pulsiones internacionales. Créanme que no hay nada que emular de aquellas actitudes. Sería oportuno destacar que dichas prácticas, no se registraron entonces como un impulso “movimientista” sino que respondieron a posicionamientos individuales que tampoco se inscribían en la praxis anárquica, afectados por las tendencias populistas y los aires nacionalistas que enrarecían el ambiente. Vale recordar que por esas fechas, no existía un “movimiento” como tal —ni anarquista ni anarcosindicalista—, sino una tensión antiautoritaria que se reducía en la práctica a un sector minoritario que, contra viento y marea, se abría camino en aquellos años difíciles, como era el caso de la Asociación Libertaria de Cuba.

También cabe señalar que el libro del compañero Frank Fernández (El Anarquismo en Cuba), es un apretado resumen del largo itinerario del anarquismo insular. En sus páginas fue concatenando —en busca de un desarrollo lineal—, diferentes momentos del sindicalismo libertario cubano. De tal modo, logró engarzar las diferentes etapas de esa corriente, conectando sus inicios mutualistas con la participación y/o influencia en los llamados sindicatos de masas a comienzos y mediados del siglo XX. En su momento, el esfuerzo sistematizador del compañero Fernández, cumplió con el objetivo de denunciar las atrocidades del castrismo y recuperar la historia silenciada del anarquismo en el exilio pero, definitivamente, no abarca la explícita actuación de las diferentes corrientes que de manera simultanea, encarnaron a lo largo de nuestra historia el ideal ácrata hasta sus últimas consecuencias. Basta mencionar las innumerables acciones de “propaganda por el hecho” —ejecutadas en el período que comprende la última década del siglo XIX y los primeros años de la década del 30 del siglo pasado—, para obtener una fotografía medianamente nítida del protagonismo de los diversos grupos de afinidad e individualidades anárquicas que destacaron en ese contexto, con fuertes vínculos internacionalistas. Si hurgamos en el accionar anárquico de época, encontraremos múltiples atentados dinamiteros, constantes represalias contra autoridades (político-militares y policiales) y representantes de la “patronal”; así como puntuales expropiaciones que nutrieron las publicaciones ácratas de esos años.

Después de la derrota de la Revolución española, el anarcosindicalismo en Cuba sufrió un descalabro de proporciones apocalípticas, al igual que en el resto del mundo. El auge del nacionalismo protofascista (con aceptación en amplios sectores de la población) y; el asalto bolchevique a los sindicatos de la mano de su participación en los distintos ámbitos de gobierno —en el marco de los llamados Frentes Populares promovidos por la Komintern5 —; se encargaron de sepultar esta corriente de manera inexorable. Salvo honrosas y contadas excepciones que mantuvieron firmes sus convicciones y enfrentaron a plomo limpio a machadistas y fascistas (primero) y (después), a batistianos y bolcheviques —lo que por aquellos años era sinónimo—; la mayoría de los “militantes anarcosindicalistas” terminaron sus días engrosando las filas del sindicalismo reformista más pedestre o; ensanchando el pandillerismo gansteril que caracterizó los años posteriores a la revolución fascista de 1933.

En cuanto a los posibles puentes generacionales, entre lxs actuales protagonistas de las revueltas y la lucha contra la dictadura batistiana promovida por los anarcopopulistas martianos de la autodenominada “generación del centenario”, considero necesario volver a insistir en que los remanentes anárquicos fueron prácticamente eliminados desde los primeros meses del año 1959 y, su ideario, metódicamente extirpado del imaginario colectivo; por lo que es imposible soñar con alguna continuidad generacional. Después de un prolongado eclipse, se ha hecho manifiesta la Anarquía y hoy vuelve a asomar con nitidez su subversivo talante, más allá de las sagradas biblias ideológicas y las pesadas estafetas.

AI: En fechas recientes, en un texto que publicamos en nuestra web, tú señalabas las desvirtuaciones del Taller Libertario Alfredo López (TLAL), que condenaba en un comunicado las provocaciones tendientes a la explosión social, oponiéndose abiertamente a cualquier intento de insurrección generalizada en Cuba. ¿Cuál ha sido la postura de este grupo frente al estallido de las revueltas?

A pesar de la carencia de autocrítica y de no haberse retractado de semejante insensatez, debo reconocer que en su más reciente texto le subieron una rayita al volumen. Sin embargo, continúan atrapadxs en un lenguaje ambiguo (por decir lo menos) que apela constantemente al enaltecimiento de las promocionadas “conquistas de la Revolución”, en el marco del pestilente discurso del “sí, pero…” tan recurrente en la izquierda internacional a la hora de abordar el “caso Cuba”. Desde luego, podrán argumentar que lo hacen con sutil sarcasmo pero, no deja de ser garrafal que caigan en la trampa de los lugares comunes y empleen frases de la propia retórica de la dictadura. Cuando nos recetan “Ese mismo Estado cubano que ha convertido la solidaridad en una marca de identidad internacional” o, “El mismo Estado cubano que ha producido las únicas vacunas en Latinoamérica contra la Covid-19”, solo exacerban mi escepticismo y, lamentablemente, me hacen dudar hasta qué punto, “como anarquistas en Cuba”, están dispuestos a ser parte de “esa nueva realidad”. Como bien reza el refrán: “texto fuera de contexto, es pretexto”.

Sin duda, se trata de la distinción entre conciencia real y conciencia posible. Como bien advertía Lucien Goldmann, siempre habrá obstinación en las personas que han estado atenidas a una tesis que defendieron con un uñas y dientes, negando todo lo que ponga en duda sus compromisos anteriores y les aparte de la seguridad de lo sabido.

Para que la comunicación tenga lugar es indispensable manejar la misma lengua. En esta tesitura, tengo que aceptar que durante algunos años, únicamente mantuve comunicación con un integrante del TLAL, que firmaba sus contribuciones bajo el seudónimo de Marcelo Liberato Salinas y que, incluso, llegué a llamar “compañero”; en el entendido que hablábamos el mismo dialecto, y por eso “compañero” a veces significaba ekobio, que, como recuerda Ekué, también quiere decir hermano más allá del parentesco sanguíneo. Por eso me cuesta aceptar que hoy asuma cobardemente estas posturas. No conozco al resto de lxs integrantes de ese colectivo pero vivo convencido que no hablamos el mismo idioma y, lo reafirmo, cuando mis afines me informan que un tal Ahmed —en la misma lengua del enemigo— me llama “infiltrado”, demostrando la absoluta y definitiva ausencia de todos esos ingredientes que, con premeditación y alevosía, nos constituyen como anarquistas.

 

 

AI: A raíz de las revueltas apareció en las redes un comunicado del Grupo de Intervención Anarquista que expresa un posicionamiento más afín con la praxis informal e insurreccional ¿cuántos grupos informales e insurreccionalistas están accionando en Cuba y en qué consisten sus acciones?

Coincido plenamente con la apreciación que señalan. En efecto, este posicionamiento es mucho “más afín con la praxis informal e insurreccional”, que lo que hemos leído o escuchado con anterioridad desde la Isla. Sin embargo, debo confesar que este comunicado me provocó serias dudas. Me pareció extraño que fuera publicado en Indymedia. También dudé de su autenticidad, por el uso de la “x”. Para nosotrxs es muy común el empleo del lenguaje incluyente pero no corresponde con la manera de redactar en Cuba. Además, me resultó insólita su agresividad. Sin duda, está escrito en el mismo tono que solemos redactar nuestros comunicados pero, justo por eso, lo consideré apócrifo. Le pregunté a varixs compañerxs y me informaron que compartían mi asombro. Sin embargo, lxs compas más jóvenes que mantienen contactos internacionales, me comentaron que el empleo de la “x” no era para alarmarse; particularmente si estaba elaborado para “consumo exterior”. También me explicaron que entre lxs jóvenes sí es recurrente el mensaje agresivo y me refirieron varias letras de canciones de las bandas anarcopunks abiertamente contra el Estado, llamado a emular las acciones de Vaillant. Incluso, me comentaron que les pareció sincero. Tendremos que estar pendientes de la próxima botella —si es que llegan a lanzarla—y, sobre todo, de su accionar in situ. Y bueno, considero que con esta confesión, también queda contestada su inquietud en torno al número de grupos informales y la consistencia de sus acciones en la Isla. Definitivamente, la propuesta insurreccional por aquellas latitudes, es un unicornio azul que continúa ausente en tiempo y espacio, que tendrá que materializarse más temprano que tarde portando la tea en su cuerno.

 


 

1. Cabe resaltar que incluso siendo presidente Fulgencio Batista, esta casta divina (profundamente racista) no le permitió ser miembro del “selecto” Miramar Yacht Club por ser “mulato”. Sin embargo, no dudaron en apoyar la insurrección del “pichón de gallego” que había jurado destronarlo.
2. Con la imposición de esta suerte de apartheid, a las personas oriundas de las provincias orientales (predominantemente afrodescendientes) se les impide desplazarse hacia La Habana y las provincias occidentales, donde tienen mayores oportunidades de supervivencia. A estxs “ilegales” en su propio país, se les denomina “palestras” o “palestinos”; un sustantivo despectivo, profundamente racista, clasista y regionalista, que se utiliza a modo comparativo en clara alusión a la discriminación que sufren lxs nativos palestinxs en el Estado de Israel. Este peyorativo, ha tenido gran aceptación y se ha incorporado peligrosamente al lexico cotidiano cubano. Constantemente acosados y perseguidos por la policía —que les exige la documentación oficial, utilizando criterios discriminatorios para identificarlos (el acento regional al hablar y el color de la piel)—, a estas personas no solo se les niega comprar los productos de la libreta de racionamiento por no residir en sus provincias natales sino que constantemente se les detiene y se les deporta a sus lugares de residencia.
3. ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba S.A.), es el monopolio tropical de telecomunicaciones que controla todas las conexiones por datos móviles y Wifi, llamadas, mensajes de texto y voz, los servicios de Transfermóvil, fibra óptica y todo lo relacionado con las Tecnologías de la Información y la Comunicación, hasta que su concesión “para la comercialización de servicios públicos de telecomunicaciones” expire, sin una fecha definida.
4. Según datos publicados por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo del Estado español.
5. No olvidemos que el entonces sargento telegrafista, Fulgencio Batista, fue apoyado e incluso candidateado por el Partido Socialista Popular (mote utilizado por el actual Partido Comunista Cubano, para obtener registro por aquellos años).

 


 

Se recomienda leer la primera parte de esta entrevista al compañero Gustavo Rodríguez.

¿QUÉ PASA EN CUBA? UNA MIRADA ANÁRQUICA DE LAS PROTESTAS DEL 11-J.