Consideraciones iniciales
La bicicleta al igual que una piedra o un puñal, puede devenir en una herramienta de combate, con sus debidas limitaciones, tomando en cuenta el contexto y la forma en que se le utilice. Dentro de una geografía urbana, puede ayudarnos a combatir el tedio del trasporte público, permitiéndonos un libre ejercicio de desplazamiento, potenciando las piernas, generando una cadencia corporal que contrasta con la velocidad y tiempo de las maquinas que regulan la vida en la ciudad. Por antonomasia, podríamos señalar que el automóvil es nuestro enemigo al subirnos a nuestra bicicleta, sí, quizá lo sea, pero el vehículo motorizado (esto debe incluir a las motocicletas y demás vehículos motorizados, sin importar el tamaño que tengan) solo es la materialización de uno de los tantos símbolos del progreso, muy dentro de nosotrxs y, aunque nos cueste admitirlo, sabemos que el verdadero malestar es la ciudad, monstruo imposible que cobra vida a partir de una infección más letal y sumamente contagiosa, el ciudadanismo.
El uso de una bicicleta, no es ni un paso a la revolución como lo mencionan algunxs izquierdistas, ni un paso a la autonomía colectiva, pues no toca ninguna fibra sensible de ese monstruo. A lo más, es una muestra de vitalidad de quienes la ocupan en su cotidianidad, pensemos en unos ejemplos: el obrerx o albañil, que para dirigirse a su trabajo adapta portabultos con cubetas y los suma como extensiones a su bicicleta, llegando a momentos irrisorios cuando carga con herramientas de dimensiones más grandes a su vehículo y su persona; lxs repartidorxs de agua, que con sus triciclos de carga pueden llevar más de 25 garrafones de 18 litros cada uno; las madres, que en el portabultos trasero llevan una o dos criaturas; lxs bicimensajerxs, que cargan en su espalda o con ayuda de portabultos diversas mercancías; o quien simplemente toma su bicicleta para trasladarse. En estos ejemplos, descartamos la vida de quienes solo pedalean de forma deportiva los fines de semana, pues ellxs, solo montan una sátira del uso cotidiano de la bicicleta. Tales actos de vitalidad como vemos, no son y no deben ser entendidos como actos de rebeldía en sí mismos contra alguna forma de poder. La subjetivación política de lxs ciclistas vendrá a cuenta gotas y muy seguramente motivada por la desgracia ajena o propia.
El monstruo, necesita que sus corrientes sanguíneas recubiertas de asfalto, permitan el ciclo de movimientos de cuerpos que le den vida, por ello mismo, ha retomado al ciclista como ejemplo eficiente de un cuerpo que se vale a sí mismo. Ante esto, hemos visto como en los últimos años las ciudades con gobiernos progresistas, comienzan a invertir en una “infraestructura ciclista”, la cual es acompañada por un discurso ciudadano, pues “el buen ciclista”, respeta el orden vial que, a fin de cuentas, es el orden de la moralidad ciudadana sustentada en el progreso, con miras a la constitución de una modernidad occidental. Tantxs ciclistas enajenadxs en su cadencia personal y en sus bicicletas, anhelan tener las grandes ciclovías de Europa pensando, “algún día” podría estar ahí rodando solo o en compañía, “algún día” ese proyecto de modernidad podrá ser implementado en mi ciudad, “algún día” mi calidad como ciclista me otorgará una moralidad superior, solo comparable con el buen chofer de automóvil que sede el paso a peatones y ciclistas (esto último ya lo estamos viviendo).
Y bueno, que pasa cuando los propios órganos del monstruo mancillan los cuerpos de quienes le dan vida, en general podríamos decir, nada. Pues los cuerpos son remplazables en su totalidad, se les puede asesinar brutalmente, mutilarles descaradamente y a lo más el órgano se detendrá brevemente y después continuará sus pulsiones. Como fascinantes, podríamos describir a estos órganos: edificios, drenajes, alumbrado público, antenas de señal, celulares, redes wifi; pero en lo que concierne a lxs ciclistas, es el automóvil, grande o pequeño, híbrido o de gasolina, público o privado, quien puede destrozar sus cuerpos sin ningún esfuerzo ni tapujo, es más, posiblemente el o la chofer que este al volante solo sienta el remordimiento de haberle generado una abolladura a su acorazado, pues la estética del mismo vale y pesa más, que la vida misma.
El respeto del automovilista, sólo será entre iguales, por tanto, quien vaya a pie o en bicicleta, no podrá gozar de tan digno honor, quien solo usa sus extremidades para maniobrar al volante con sus manos o hacer malabares con sus piernas entre los pedales de aceleración y frenado, merece toda consideración, pues como buen ciudadano que da vida al monstruo, tiene el derecho a toda amenidad; a que se le talle la espalda por tantas horas al volante; a una buena pista para que su armatoste ruede con delicadeza; más y más carretera y asfalto para que su transitar no se limite; y, si es necesario una buena pomada para aliviar las hemorroides y que tenga un cálido día al volante. Si todo esto no fuera suficiente, se cuenta con cuerpos uniformados que, con sus propios vehículos le darán la valía justa, al conductor del vehículo motorizado. Sin mencionar, los miles de artículos constitucionales que despreciaran al cuerpo frente a la máquina.
Por tanto, la necesidad de un contramanual, que nos muestre algunas vías de acción ante este escenario de muerte, es necesario. Ojo, no es un manual, pues no esta consensuado y surge de la experiencia de quienes han sentido en carne propio lo antes mencionado. Es más, ni siquiera es un llamado a lxs ciclistas en general, pues está más próximo a una cachetada dirigida al buen ciudadano que, en efecto, puede andar sobre una bicicleta.
Apuntes para las líneas de fuga de lxs ciclistas
- Despójate de tu uniforme de ciclista ciudadano, pedalea desnudo y busca en la briza que envolverá tu cuerpo, el conflicto y, si te da tiempo, aférrate a este lo más que puedas.
- Uses casco o no, uses luces o no, chaleco anti-reflejante o no, le des mantenimiento a tu bicicleta o no, no olvides que el vehículo motorizado (sin importar sus dimensiones) no merece ninguna consideración. Pues tú, ante él, vales menos que las balatas que utiliza.
- Si no quieres quedar planchado en el asfalto, cojo o manco, ármate de desfachatez y utiliza cualquier vía posible, de acuerdo a tu experiencia o pericia. Vete en sentido contrario, vuélate los semáforos, no respetes los señalamientos, usa la banqueta, vete por los carriles del transporte público, solo asume las consecuencias.
- La solidaridad y apoyo mutuo entre ciclistas, podría sacarle filo a las bicicletas y volverlas cancerígenas al monstruo, pero solo estando desnudxs, pues el uniforme ciudadano pesa y entorpece la rodada.
- Usa con estrategia la “infraestructura ciclista”, pero no te vuelvas dependiente y mucho menos activista.
- Evita caer en la fanfarronería del ciclismo de élite, no importa la marca o tipo de bicicleta que tengas o la cadencia que generes, ve a tu ritmo, pero no caigas en la imitación de fantoches y máquinas.
- Has intentos por conocer mejor tu bicicleta, conocerle te permitirá saber sus posibilidades y limites.
- En caso de que caigas o veas caer un ciclista ante la embriagues de un chofer o soberbia de un buen ciudadano al volante, usa o usen con estrategia y desfachatez el “discurso ciudadano en torno al buen ciclista”. Nunca habrá una compensación suficiente por una vida o la perdida de una parte del cuerpo, pero podemos no perder más, y quitarle al motorista un poco de lo que nos arrebató, digámoslo en otras palabras, venganza. Pues nunca existirá una justicia real.
- Si tienes que confrontarte a un automovilista desde tu bicicleta, hazlo en la medida de tus posibilidades, pues la rabia podría llevar a lastimarnos a nosotrxs mismxs en una mala maniobra. Espera un alto, y quiébrale un espejo con tu casco o cadena, genérale alguna abolladura a su vehículo, la estética de su auto es similar a su ego y soberbia, quiébrala y, si puedes, vete en sentido contrario para que no puedan darte alcance.
- Sin duda el ataque y confrontación es inevitable entre ciclistas y automovilistas, el escenario de la ciudad le favorecerá a lxs choferes, la moralidad y justicia les dará la razón, la lógica del buen vivir en la ciudad, solo por tener motor les dará la prioridad. Entonces no TENGAMOS MIEDO DE VOLVERNOS VANDALXS CICLISTAS, ante sus ojos. Sabemos que su ciudad no va a caer, pero podemos generarle cólera, fastidiarla, picarle sus ámpulas anales generadas por tanto estar sentadxs al volante. No lanzaremos la piedra que detenga sus ritmos, pero si podemos joderles sus máquinas más valiosas y escupir en el rostro del ciudadano pernicioso.
La bicicleta no nos llevará rodando a la revolución y, si así fuera, procuremos caernos de ella, pues las reformas envestidas de un nuevo amanecer revolucionario, solo serán la reconfiguración de la ciudad y de sus ciudadanos. Mejor procuremos la confrontación y el caos sobre dos ruedas no motorizadas, que la era del automóvil vea la emergencia de su antípoda.
Brigada de Acción Directa de Anarcociclistas
México, noviembre 2020