Con sangre en los ojos
Sábado 9 de julio, el tribunal de Treviso ha condenado a nuestro amigo y compañero Juan a 28 años de cárcel (más 3 años de libertad vigilada, 30.000 euros de indemnización a la Lega y 17.000 euros de gastos judiciales), por considerarlo responsable del ataque contra la sede de la Lega en Treviso ocurrido en agosto de 2018.
Tras la reciente modificación del delito «strage politica» [masacre política] – que contempla el ergastolo [cadena perpetua] – por un ataque explosivo contra la comisaría de carabinieri en Fossano atribuida a los anarquistas Anna y Alfredo, se trata, que sepamos, de la pena mas alta jamás aplicada en Italia por una acción directa que no haya provocado heridos. Entre la infinidad de ejemplos posibles, podemos constatar que el delito de «strage politica» ni siquiera se aplicó para la masacre de Capaci*, mientras que el fascista Traini ha sido condenado a 12 años por disparar contra inmigrantes hiriendo a seis (y contra una sede del Partito Democratico…). El agravante de «terrorismo» (y de «masacre» sin muertos ni heridos) sirve para los revolucionarios en general y para los anarquistas en particular.
También podríamos recordar los que se decía en gran parte de la llamada sociedad civil en 2018 sobre el racismo de Estado, sobre los inmigrantes segregados en barcos en los puertos, sobre las declaraciones del ministro de Interior Salvini. Decimos declaraciones intencionalmente, porque la práctica concreta del racismo de Estado, de los acuerdos criminales con Libia, etc. nunca se ha visto modificada por el color del gobierno en funciones. Pero el consenso social hacia el racismo institucional no es un merooropel: los periódicos tweet del Capitán han dado lugar a un decreto de seguridad que aumenta a 12 años las penas posibles para piquetes o cortes de calle. Como sucede en Italia desde 1975 – en ese texto único de seguridad que empezó con la Ley Real y que nunca ha concluído – las normas «excepcionales» se estratifican sin que las pretendidas indignaciones democráticas lleven nunca a la más mínima derogación.
Mientras en estos días se descubre el agua caliente: que detrás de las normas de competencia de los taxis están las presiones políticas de una multinacional como Uber, se pretende que el asunto de la «seguridad» sea mas bien «técnico». Como si el endurecimiento de las sanciones contra los trabajadores de los piquetes no hubiera sido encargado por los dueños de la logística.
Si hasta ahora no le habían caído a nadie 28 años de cárcel por una acción como la de Treviso, no era por límites judiciales (con el agravante de «terrorismo» aplicado a cada parte de una acción – preparación, transporte, uso de materiales «mortíferos» – queriendo, se llega con facilidad al la perpetua), sino por límites sociales. El mismo motivo por el que a nadie le han caído 12 años de cárcel por un piquete (aunque la ley que lo permite esté ahí, lista para aplicarse). He aquí: un sistema en guerra, que va de Emergencia en Emergencia, que transforma sus desastres en ocasiones para ulteriores huidas hacia delante tecnico-militares, tiende a sobrepasar esos límites fruto de ciclos de lucha – así como de valoración capitalista – precedentes. En este sentido, se plantea un problema urgente de autodefensa colectiva.
El ensañamiento con lxs anarquistas revolucionarixs ciertamente tiene su propia especificidad. La disponibilidad para asumir riesgos demostrada en estas décadas de pacificación social, así como la ausencia de santxs en el paraíso entre la clase política e intelectual, lxs expone particularmente a los golpes. Pero quienes, dentro del ámbito «antagonista», sigan indiferentes al 41 bis aplicado a Alfredo, a la posible cadena perpetua para él y para Anna, a los 28 años de Juan, no solo revelará la propia carencia ética, sin que hará realmente mal las cuentas consigo mismx. Solo está a salvo de la represión quien se resigna. Por lo que a nosotrxs respecta, después de veinte años a su lado, no lo dejaremos solo justo ahora. No solo es el odio hacia el dominio del humano sobre el humano y sobre la naturaleza la que hace que la sangre nos suba a los ojos, también es el amor por un campañero del que hemos conocido el coraje, la modestia y la dulzura.
Para escribirle:
Juan Antonio Sorroche
Casa circondariale
Str. delle Campore, 32
05100 Terni TR
*Referencia al atentado del 23 de mayo de 1992 en Capaci (Sicilia), cuando la mafia hizo saltar por los aires en una autopista al juez Falcone con toda su escolta.
FUENTE: IL ROVESCIO TRADUCCIÓN: ENVIADA AL CORREO |