En esos momentos, hay un único pensamiento: el peso de nuestras palabras. Para algunos, las palabras no son más que un conjunto de letras sin alma. Palabras dispersas, condenadas a venderse lo más barato posible, desde el primer momento de su existencia, desde que nacen en bocas sucias. Como estrellas que se apagan al caer, sin brillar. Sólo oscuridad. Para otros, sin embargo, las palabras son la huella de sus actos. Coherencia, responsabilidad, dedicación, lealtad, palabras directas que funcionan como compromisos de vida. Una vida que debe ser una suma de momentos de rebelión y guerra. Una vida en la que si no te ofreces a aquello en lo que crees, ya estás muerto.
El mayor enfrentamiento de un sujeto es el que se produce entre él y su conciencia. Un diálogo perpetuo y silencioso en el que la debilidad humana se enfrenta a tareas y obligaciones revolucionarias. Si quieres que te llamen «humano», debes aprender a caminar erguido sin mirar atrás. Cuenta tus pasos, como si tus palabras estuvieran clavadas en el suelo. Cada paso es un compromiso. Avanzamos, sólo avanzamos. No damos ni un paso atrás.
Mi traslado reivindicativo a la prisión de Nigrita no iba dirigido sólo a mí, sino a la comunidad que lucha dentro de los muros de la prisión, que lleva dos meses intentando romper la barrera del silencio. El gobierno fascista de Mitsotakis quiere enterrar a los presos en hormigón, y los que sigan gritando deberán enfrentarse a la muerte. Pero la muerte no es igual para todos. Otros esconden la muerte bajo sus palabras. Y otros en sus acciones. Otros vagan como muertos vivientes por las áreas metropolitanas, denigrando la libertad a cada paso. Algunos huelen a muerte, una muerte que brota como lágrimas de sus ojos. Personalmente, he aprendido a honrar la vida mirando a la muerte a los ojos. Sin medias palabras, sólo un compromiso: marchar hasta el final mirando al cielo, nunca a la tierra.
En la vida, he aprendido a elegir conscientemente la confrontación directa. Estar en la punta de la lanza en primera línea de la lucha anarquista. Ver pasar el tiempo, desde un balcón ajetreado. Caminar por la metrópoli con una pistola en el bolsillo. Alistando mis negaciones. No comprometerse. Mi encarcelamiento no cambiará eso. Siempre lucharé por el interés colectivo, en primera línea con mi pensamiento y mi corazón, porque el mundo sólo cambiará si todos creemos en él. Porque esta vida no se redime con la sumisión. Respiro con la vitalidad de la intransigencia desde la tumba de hormigón de Nigrita. Porque la responsabilidad política de alistarse en la Organización de Acción Anarquista se refleja en la lealtad y la entrega a la lucha, sin segundas ni medias palabras. ¿Tengo sed? Sí, tengo sed de libertad, de los momentos que definirán las batallas venideras. Esta batalla ya ha sido victoriosa, porque lo veo en tus ojos, porque recuerdas quiénes somos. Por eso tienes miedo. Porque sientes nuestra ira en el trueno de cada tormenta.
Mi corazón está con los 11 revolucionarios turcos, con mi hermano Alfredo Cospito, con mi compañero Giannis, que irrevocablemente sigue a mi lado en cada pensamiento cómplice, y con todos los que se mantienen con la verdad ante la ley de la resistencia.
Alma y cuerpo, todo por la lucha.
Una y sólo una declaración hasta el final: ¡Irreductible!
Thanos Xatziagkelou, miembro encarcelado de la Organización de Acción Anarquista
Prisión de Nigrita, 23/12/2022