GRECIA: REIVINDICACIÓN POR INCENDIO A VEHÍCULOS DE CORREOS.

Desde hace más de una década estamos experimentando la embestida del capital en nuestras vidas, a través de la reestructuración neoliberal de las relaciones de producción. El ciclo que se abrió durante el período de los memorandos nunca se ha cerrado, sino que el Estado y la patronal están actualizando y profundizando su dominación y explotación hasta el día de hoy.

La condición actual no debe ser evaluada superficialmente por el movimiento como un retroceso en relación con un período socialdemócrata de diferente equilibrio de fuerzas, de conquistas obreras y de ganancias. De hecho, el periodo anterior acabó preparando el terreno para la situación actual. La socialdemocracia, como última etapa política del modelo de producción capitalista, pretende asegurar el consenso necesario que necesita el sistema político para validar las continuas e intensas reestructuraciones capitalistas. La asimilación social y política de la clase obrera ha tenido lugar hace décadas, desde que los movimientos radicales y antagonistas se replegaron rindiéndose a los estados de bienestar, al sindicalismo institucional y abandonando finalmente la perspectiva revolucionaria.

El mosaico que compone la realidad contemporánea en las sociedades occidentales sitúa la lucha proletaria en una posición simbólica de las movilizaciones y reivindicaciones obreras. Al reconocer a los trabajadores como único sujeto de su conducta, excluyen a los más afectados por el mamotreto capitalista, es decir, a los excluidos del medio de supervivencia capitalista, el trabajo, así como a los que están aún más abajo. Mientras este cuerpo esté excluido de la lucha de clases, la amenaza de la privatización y la individualización de una lucha, que inevitablemente toma la forma de la resistencia y la simple supervivencia y la disipación de nuestra miseria, se hace carne. La solidaridad entre todos los oprimidos es un ingrediente necesario para la insurrección y la emancipación.

En una situación en la que la crisis sanitaria ha sido una oportunidad para la expansión y reestructuración del capital, el ataque a las condiciones de trabajo se ha intensificado rápidamente. Oficios como el de la distribución pasaron a ocupar un lugar primordial en el mantenimiento del propio sistema, donde durante meses cualquier necesidad, sea o no artificiosa, fue cubierta por los trabajadores de la distribución. Todo un sector, al mismo tiempo que se construían las condiciones sanitarias/zonales en torno a otros, y mientras durante años había sido devaluado y socavado, se convirtió de repente en vital para la circulación de mercancías y la reproducción del capital. Así, la rama de la distribución se elevó a la arteria principal del consumo. El fuerte aumento de los beneficios de esta industria se combinó con la intensificación en las empresas existentes, así como con la aparición de nuevas empresas que establecieron plazos aún más estrictos para la entrega de mercancías, haciendo que los turnos de los trabajadores fueran aún más insoportables y peligrosos. En este contexto de aguda explotación laboral, la patronal y el Estado se coordinan en sus ataques al sindicalismo, especialmente cuando éste se aleja de la lógica del compromiso institucional y mediático. Bajo el temor de una mayor colectivización, la resistencia y la afirmación, se enfrentan a un frenesí represivo de cualquiera / todos los que se resisten. Así se comunitariza la acción sindical, la resistencia y la protesta.

La condición anterior emerge en términos extremos en el caso de General Postal. Un distribuidor con actividad sindical en un sindicato de base es despedido por haber participado en una huelga general, y a partir de ahí el empresario, en férrea colaboración con la policía, reprime sistemáticamente las movilizaciones y acciones de solidaridad contra el despido. Para la intensidad y la reivindicación de la represión es fundamental el hecho de que la patronal y el Estado tengan en contra a un colectivo de trabajadores antijerárquico y desvinculado, y no a los sindicatos que proponen un compromiso de clase. En un contexto más amplio de focalización e intento de prohibición de la acción desde abajo, de la movilización en el espacio público y de las acciones directas/indirectas, el sindicalismo de base que aboga por una verdadera autoorganización de clase y que forma parte intrínseca de una posible lucha global contra el poder está naturalmente en el centro de la represión.

Por estas razones, y como una mínima acción de autodefensa y solidaridad, optamos por llevar a cabo un ataque incendiario contra los dos faros de la Oficina General de Correos en Galatzi, en la calle Psychari, en la noche del 11 de mayo. Ante el estado de excepción establecido por las clases dominantes para profundizar la barbarie y la reproducción del capital, planteamos la lucha contra el régimen que vivimos cada día. Lucha contra el expolio de nuestras vidas, los salarios de horror, la pobreza y los asesinatos de trabajadores que bautizan como «accidentes de trabajo». El empobrecimiento económico y moral de los desempleados y de los excluidos de los medios de producción. Los asesinatos de migrantes en las fronteras y en los agujeros infernales de las cárceles y los campos de concentración. Con el proyecto de autoorganización de clase contra el Estado/los jefes y la difusión de la solidaridad práctica en todos los ámbitos sociales, luchamos por todos los medios contra los opresores de este mundo.

LUCHA CONTINUA POR UNA SOCIEDAD DE IGUALDAD, AUTOORGANIZACIÓN Y SOLIDARIDAD

EL TERRORISMO ES LA ESCLAVITUD SALARIAL, NO HAY PAZ CON LA PATRONAL

SOLIDARIDAD Y LIBERTAD PARA LOS PRESOS DEL ESTADO Y DEL CAPITAL. LIBERACIÓN INMEDIATA DEL ANARQUISTA GIANNIS MICHAILIDIS, EN HUELGA DE HAMBRE DESDE EL 23.05.

Anarquistas

FUENTE: ATHENS INDYMEDIA

TRADUCCIÓN: ANARQUÍA