Se cumple un año del crimen de Estado que provocó la destrucción de miles de hectáreas del mundo natural. Bosques quemados y ríos secos, animales asesinados por las llamas del desarrollo capitalista, todo un sacrificio en el altar de la inversión verde. Los primeros indicios de este verano presagian una repetición del mismo proyecto. Y si el año pasado la voluntad se encontró con la ignorancia en la asistencia efectiva, ahora es más necesario que nunca utilizar la experiencia colectiva para superar cualquier error, fallo e incluso debilidad.
Las primeras imágenes de la ardiente devastación nos encontraron a todos los espectadores con el sentimiento de rabia embargando el cuerpo colectivo. Y era ese momento en el que uno tenía que elegir a dónde pertenecía realmente: al lado de los que estaban en peligro inmediato o en el cálido abrazo de su sofá con el mando a distancia convertido en una extensión de su brazo. Desde el primer momento, cientos de personas solidarias de colectivos políticos y sociales, asociaciones e instituciones, grupos e incluso particulares se apresuraron a ayudar en el ámbito operativo y social, donde se coordinaron mágicamente cientos de incendios.
En Varibobi, en Evia, en Ilia, en Vilia y en cualquier otro lugar en el que se nos necesitara, nos convertimos en uno de los habitantes y en una parte importante de los bomberos y de las fuerzas de asistencia internacional que se mostraron indiferentes a las órdenes centrales de los Ministerios y del mando del EMAK. Órdenes que implícita pero claramente decían: nada de asistencia – nada de participación, dejemos que el lugar arda hasta los cimientos. Una ola de solidaridad activa sin precedentes contra el marchitamiento generalizado de la percepción colectiva, la resignación y la individualización estuvo presente en la lucha contra el fuego, en la búsqueda, el rescate y el cuidado de los animales heridos, en el envío de paquetes de apoyo y en la construcción de estructuras de ayuda mutua para las víctimas.
En lugares donde las horas parecían una eternidad, fuimos testigos de imágenes y emociones extremas. Vimos con nuestros propios ojos lo que significan las pérdidas masivas y el martirio al encontrarnos con cientos de animales muertos por quemaduras o asfixia a lo largo del camino. Vimos gente desesperada por perder lo evidente de la noche a la mañana. Vimos la facilidad con la que los círculos gubernamentales desclasificaban zonas enteras que antes estaban protegidas y, por tanto, eran productivamente inutilizables. Llegaron a nuestros oídos decenas de testimonios de residentes y bomberos sobre la negligencia deliberada de los mecanismos operativos del Cuerpo de Bomberos, al mismo tiempo que el Ministerio de Protección Civil enviaba unidades de supresión para evacuar pueblos enteros, para que no hubiera testigos. Pero también vimos sonrisas llenas de optimismo, cubriendo la tristeza distópica, de las comunidades locales a todas y cada una de las personas solidarias, sonrisas de gente que no cabía en su mente que había personas que estaban a su lado desinteresadamente. Personas desconocidas para él, tanto locales como inmigrantes, que no podían ver simplemente la muerte como una imagen en las noticias.
Las imágenes preclínicas de hoy muestran que este verano nos preparamos para revivir la misma pesadilla. Y precisamente porque la salvación de la base social está en sus propias manos debemos hacer de la experiencia pasada un arma para las batallas de hoy. Tanto como movimiento como sociedad en general, debemos aprender de nuestros errores para no tener que repetirlos.
Hoy más que nunca debemos prepararnos para lo que se avecina. Los colectivos políticos y sociales deben ser una presencia dinámica en las comunidades locales que estarán en el punto de mira del frenesí capitalista para difundir los automatismos organizativos basados en la autoorganización, al margen y en contra de todo bienhechor institucional y partidista que instrumentaliza en beneficio de su propia proyección de la solidaridad quinina. Nuestra postura debe ser unitaria e indivisible, cultivando la conciencia colectiva que diga «yo vivo, protejo y defiendo mi lugar», apuntando las flechas hacia los gobernantes y no hacia los conflictos intersociales y el canibalismo. Debemos activar y organizar milicias populares para patrullar y vigilar nuestros bosques, equipos de prevención e intervención operativa para ayudar de forma directa y eficaz en la lucha contra el fuego, el rescate de animales y la creación de estructuras de apoyo, alojamiento y atención a los afectados en función de las necesidades que vayan surgiendo.
En esta barbarie, caracterizada por la insolencia y la glotonería inmoral del Estado y de los patrones, debemos tomar partido para desplazar el miedo hacia los palacios de la tiranía. Los que hoy me tienen cautivo, pretendiendo que los atentados de Acción Anarquista pongan en peligro vidas humanas, son los responsables directos y totales de la muerte de cientos de nuestros congéneres por incendios, inundaciones y toda catástrofe natural, cuya culpabilidad radica en la intervención antropocéntrica en el mundo natural y en la actividad inversora de los monopolios capitalistas. Han encubierto sus crímenes con el manto del crecimiento verde, al servicio de los intereses de la Comisión Europea en pos del imperialismo energético. Son plenamente responsables de la pérdida masiva de miles de animales, de la destrucción de bosques, ecosistemas, hábitats, etc. Son plenamente responsables y deben pagar por todo, por la sangre que se derrama continuamente para llenar sus bolsillos. Ellos tienen fortunas, tienen inversiones, tienen el poder total a nuestro alrededor, pero nosotros tenemos la ley y la ley siempre triunfa sobre el miedo.
El próximo período debe encontrarnos unidos, enfadados y decididos a estar en el centro de las circunstancias y de las necesidades sociales y de clase. Porque frente a nosotros se levanta un proyecto organizado que pone sus miras en nuestras vidas y en la naturaleza en su conjunto. Nunca olvidaremos a nuestros semejantes, como el bombero voluntario de 38 años Vassilis Filora, que acabó con graves heridas el 5 de agosto de 2021, perdiendo la batalla por la vida en el frente operativo del Estado Hipócrates. Un hombre que dio su propia vida para salvar a cientos de personas. En esta época oscura, la única llama que vale la pena encender es la de la rebelión. Para limpiar esta tierra de injusticia y explotación.
«Serás cenizas, viejo mundo, estás destinado al camino de la destrucción y no puedes doblegarnos…»
Fuego en las urnas, no en los bosques
THANOS XATZIAGKELOU, miembro capturado de la Organización de Acción Anarquista
Cuarto pabellón, prisión de Korydallos
20/6/2022
FUENTE: ATHENS INDYMEDIA TRADUCCIÓN: ANARQUÍA |