Una vez más me enfrento a un tribunal que no acepto que juzgue mis decisiones y mi actuación. Ya he expuesto mi posición sobre el Estado, el capital, el orden establecido de desigualdad y la esclavización y explotación generalizada de las personas y la naturaleza, la transformación gradual del planeta en una inmensa prisión para todo ser vivo. Me he opuesto a las leyes que sostienen el orden estatal asesino, tanto de palabra como de hecho. He tratado de ser coherente en mi posición frente a la ley y el orden cada vez que he sido arrastrado al banquillo de los acusados por los órganos de su aplicación, no participando en el proceso hipócrita de cada juicio que siempre pretende validar el control del Estado sobre la vida y la libertad.
He pagado el precio de mis elecciones pasando casi 8 años de mi vida dentro de las instituciones penitenciarias, que son el centro del panóptico social, el miedo para disciplinar a la sociedad y la herramienta para la reproducción del crimen en términos de integración en la economía oscura capitalista. Donde en nombre de la Ley las paredes sufren una injusticia generalizada. Allí en la zona gris de la ley donde se rompen los huesos y las almas de las personas para ser arrojadas moralmente y económicamente rotas y no tener otra opción que alimentar al monstruo de la penitenciaría con su desesperación. Proporcionando la coartada perfecta para la supuesta necesidad de la ley y la construcción del estado de la sociedad. Por supuesto, los atropellos que, si se revelan, se califican de incidentes aislados, son en realidad elementos estructurales del sistema y tienen lugar bajo el control o la supervisión de diversos funcionarixs y servidores del Estado, de lxs «corruptxs» y de quienes los toleran pasivamente para no poner en peligro sus cargos o carreras.
Y todo esto para la élite judicial es aritmética: contar mecánicamente días, meses, años de prisión sin tener conciencia de lo que sus elecciones implican. O, lo que es peor, el tiempo que se pasa en la cárcel depende la mayoría de las veces de las presiones a las que se vea sometidx el juez o de lo que le beneficie económicamente. Si tiene los medios financieros para pagar a un abogado de confianza con las conexiones adecuadas y suficiente dinero en efectivo para la fianza, no se pudrirá en la cárcel como lxs pobres económicamente débiles que caen en sus garras. Si eres un policía y disparas a un niño, tu sentencia de por vida se romperá. Si eres un funcionarix de prisiones y le das una paliza a un preso, como mucho te caerán unos meses de cárcel. Si eres un anarquista, un enemigo del régimen, no tendrás un día libre. Este sistema profundamente clasista y esencialmente injusto, tiene la audacia de llamarlo Justicia.
Así que me posiciono en contra de la autoproclamada Justicia y sus funcionarixs, que me han tratado como un enemigo. Hasta mi anterior detención opté por guardar silencio en relación con los cargos que se me imputaban penalmente, lo que dio lugar a que se me condenara incluso por cosas que no había hecho. Sin embargo, en este caso, el secuestro de mi compañera y su prolongado confinamiento en prisión es un chantaje permanente a mi posición y actitud. Ya no tengo que considerar no sólo las consecuencias de cualquier elección que haga en mí personalmente, sino también qué reflejo tendrá en su tratamiento penal. Al darme cuenta de que me enfrento a un Estado secuestrador, que mantiene a mi pareja en la cárcel para vengarse y chantajearme, no me queda más remedio que aclarar constantemente cuál es su única implicación en el caso, por mucho que no me apetezca dar explicaciones sobre mis actos, mi vida o mis relaciones a una institución del Estado.
Por eso he manifestado desde el primer momento del proceso de investigación que mi compañera no tiene ninguna participación en los robos y hurtos que se me imputan, mientras que las armas encontradas sobre y cerca de mí eran mías y estaban bajo mi exclusivo control. Las 2 chicas sentadas en los asientos delanteros ni siquiera establecieron contacto visual ya que estaban en bolsas ziploc. Sin embargo, diga lo que diga, la llamada doctrina de la justicia de probar la culpabilidad y no la inocencia no se aplicó en nuestro caso. A pesar de sus graves problemas y los de su madre, se le impuso la prisión preventiva y sigue en la cárcel hasta ahora, ya que se presionó a las autoridades judiciales, por lo demás independientes, para que cumplieran las órdenes del Estado. La propaganda de los medios de comunicación ya había mostrado el camino con sus burdas mentiras, como el hecho de que la casa de Dimitra fuera calificada como un precedente para entrar en prisión aunque no se encontrara nada ilegal en su interior.
En este punto comenzaré un breve relato de los hechos que llevaron a nuestra detención para que quede claro que la narrativa policial de una organización criminal no tiene nada que ver con la realidad. Dado que mi posición es la de no cooperar con la policía y las autoridades judiciales, no tengo intención de proporcionar información en relación con mis propios actos y los actos por los que se me acusa individualmente. Hablaré exclusivamente del hecho de la detención, que es lo único que me relaciona penalmente con las dos chicas.
Lo que usted me imputa de forma insultante, una supuesta organización criminal con roles jerárquicos, de la que incluso soy el jefe, es algo que va en contra de mis valores, de las relaciones anarquistas que intento promover y de mi forma de actuar como ser humano.
De hecho, lo que nos conectó con Konstantina es que ambos estábamos huyendo, mientras que con Dimitra era una profunda relación de compañía. Debido a esta relación y a su lealtad, que no puede ser juzgada por ningún tribunal, Dimitra se vio obligada a soportar una larga, persistente y perturbadora vigilancia por parte de la policía antiterrorista para localizarme. Esto la llevó a adaptar su vida a un régimen de contrainteligencia para poder encontrarse conmigo. Incluso se vio obligada a viajar con una identidad falsa que le di para poder escapar de las garras de la policía antiterrorista cada vez que visitaba a su madre en Berlín, que se encuentra allí porque está recibiendo tratamiento. La casa en la que vivía Dimitra en Atenas para poder visitarla tuvo que ser revisada por la posible presencia de guardias de seguridad. Como se trataba de una casa legal, que en circunstancias normales no corría riesgo de intrusión policial, había dejado allí algunas de mis pertenencias legales, como ropa, zapatos, notas, etc.
En los días previos a nuestra detención, me había dado cuenta de posibles indicios de vigilancia policial y decidí que para escapar de la detención tenía que abandonar mi refugio (que finalmente no fue localizado) y organizar mi huida del cordón que se había establecido. Para ello he robado el RAV 4 y he fabricado matrículas falsas. A última hora de la tarde (antes del día de la detención), vacié mi búnker y cargué todas las cosas útiles en el coche que había robado. Entonces informé a Konstantina por teléfono y concertamos una cita en Byron para ir al coche y salir sin avisar. Finalmente, fui a casa de Dimitra por la mañana en taxi. Le dije al conductor que esperara fuera y la desperté. Hablé con ella brevemente, susurrando, ya que me preocupaba que hubieran colocado micrófonos en la casa. Le dije que recogiera apresuradamente las cosas que creía necesarias para que nos fuéramos. Salimos de su casa agitados y subimos al taxi, donde de nuevo no pude explicar lo que estaba pasando ya que el conductor estaba escuchando. Cuando llegamos a Byron, Konstantina ya nos estaba esperando allí y subimos de golpe al RAV 4 para no ser advertidos por el equipo de vigilancia y escapar del cordón. Le pedí a Dimitra que condujera porque estaba muy cansado de la noche y de todo el proceso de huida. Una vez en marcha, di un informe detallado sobre lo que había visto, lo que había hecho y que llevaba artículos ilegales.
Cuando subimos a Ymittos, donde tenía la ilusión de que no estábamos vigiladxs, cambié las matrículas del coche y puse las falsas que había preparado para poder movernos con seguridad después. En ese momento me puse en contacto con un amigo mío y le pedí que cuidara la casa de Dimitra en caso de que me ocurriera algo. Él, por miedo a que alguna persona ajena se metiera en problemas si nos detenían (como ya ha ocurrido muchas veces en situaciones similares), dispuso que se limpiara la casa.
En cuanto bajamos de la montaña y entramos en la zona urbana, fuimos atacadxs por la policía antiterrorista. En el momento en que me sacaron del asiento trasero donde estaba sentado, dejé caer mi bolsa Scorpion al suelo mientras mi pistola CZ estaba en mi bolsillo. A mi lado había una bolsa cerrada con la Kalashnikov. Con docenas de armas apuntando hacia nosotrxs, no teníamos otra opción que rendirnos o morir. Sin embargo, nuestra detención fue recibida con una brutalidad vengativa por su parte, llegando incluso a romper mi ropa. Sus pretensiones de resistencia por parte de nosotrxs, que estábamos en inferioridad numérica y atrapadxs por sorpresa, son cuando menos ridículas. Lo único que se desprende de esta ridiculez es la tendencia de la policía a inflar los expedientes con hechos falsos.
Lo primero que dije, cuando terminó la pataleta y me cargaron de espaldas en el carro de la policía, fue que deberían haber informado a sus superiores de que Dimitra tenía sensibilidad en la cabeza debido a una reciente operación para que no la golpearan. Lo que, por supuesto, no impidió que lxs guardias de seguridad le golpearan la cabeza contra la pared mientras estaba sujeta, para extraerle a la fuerza material genético. Demostraron lo indignadxs que están al ver que la gente se enfrenta a ellxs con dignidad y no coopera en la aplicación del totalitarismo biométrico.
Con esto concluye el relato de los hechos que condujeron a nuestra detención, ya que el resto es bastante conocido. A causa de esta sucesión de acontecimientos, mi compañera lleva ya 16 meses en la cárcel acusado de cargos como pertenencia a una organización criminal y posesión de armas pesadas. En una lógica aplanadora destinada a aislar a lxs anarquistas buscadxs, mis propias armas, que llevaba encima y ocultas, son consideradas automáticamente como las armas de mi compañera, mientras que como 3 personas fueron detenidas juntas son apodadas como una organización criminal a pesar de que no hay la más mínima prueba que vincule a estas 3 personas con acciones ilegales juntas, excepto el hecho de la detención. Con acusaciones falsas y acrobacias lógicas inverosímiles se mantuvo a mi compañera en prisión, se le negó el acceso a sus estudios de postgrado y se puso en riesgo su salud por la falta de atención médica en Korydallos cuando fue llevada al hospital donde el médico del hospital recomendó un examen médico regular que nunca se llevó a cabo.
Para concluir mi declaración, aprovecho la oportunidad para tomar posición sobre los cargos que se me imputan personalmente. En cuanto a la acusación de fuga, me siento honrado de haber roto los lazos de mi cautiverio de forma radical. Sin embargo, debo mencionar que mi fuga, organizada en menos de 12 horas, fue una respuesta a un caso inventado de paro carcelario, sin prueba ni testimonio alguno, que habría cortado mis permisos y dado por terminado el cómputo de la pena beneficiosa en la cárcel rural, resultando en un aumento de mi estancia en prisión de 1 año, algo que no estaba dispuesto a aceptar pasivamente, por lo que elegí en lugar de la humillación vivir una vida de persecución.
Con respecto a la acusación de organización criminal ya me he posicionado. Además, diré que una organización criminal con roles diferenciados y una estructura jerárquica es el complejo policial-judicial que tortura y encarcela a miles de personas para imponer el monopolio de la violencia estatal.
Si lo que se busca es el tráfico de armas pesadas, véase el tráfico transnacional de armas destinadas a la matanza de poblaciones enteras, en el que el Estado griego participa activamente. Un ejemplo son los cohetes de tecnología de última generación que Grecia vendió a Arabia Saudí, un país donde violar a niñas menores de edad se llama matrimonio legal. Así, los cohetes descargados por el Estado griego se utilizaron en el bombardeo del país más pobre del mundo, Yemen, para destruir las infraestructuras y matar de hambre a millones de personas. Por supuesto, ningún ministro será arrastrado a los tribunales. Los asesinatos en masa y el tráfico internacional de armas pesadas son actividades perfectamente legítimas. Si, por supuesto, poseo 3 pistolas de décadas pasadas, se les llama armas pesadas y me llevan a la cárcel junto con cualquiera que esté a mi lado. Pero esa es la esencia de las leyes, proteger a lxs poderosxs de la rebelión de la parte inferior de la pirámide social.
En cuanto a la acusación de robo, la devuelvo a cualquier banco cuya naturaleza de existencia es la acumulación de riqueza y la ampliación de las desigualdades sociales. El robo es el establecimiento de un banco, lo que he hecho es redistribuir la riqueza.
Y, por último, se me vuelve a acusar de robo a cualquier policía que, por su profesión, agarra a la gente, la tortura y la conduce con grilletes a las mazmorras del Estado, donde se destruyen vidas enteras. Para quienes son culpadxs por no asumir el vasto matadero en que los Estados han convertido la tierra, por buscar formas de vivir fuera de la condición de cautiverio generalizado, hay momentos de lucha como éste que devuelven la culpa a sus perseguidores y rompen la imagen proyectada de la realidad invertida que se ha impuesto como única verdad.