Allá por el lejano 2007, en un momento de subyacentes y sutiles procesos sociales que culminarían en la revuelta de diciembre de 2008, las autoridades se ocupan de uno de sus hijos predilectos. Georgios Voulgarakis, miembro del aparato más profundo del partido Nueva Democracia y ministro de Orden Público, se ve envuelto en la vorágine de escándalos de escuchas telefónicas y «desapariciones» de inmigrantes y refugiados paquistaníes. El Estado, sin embargo, siempre cuida de sus hijos y Voulgarakis se va de «vacaciones», lejos de «toda la vorágine» del Ministerio de Orden Público, haciéndose cargo del «flojo» Ministerio de Cultura.
Pero hay quien no olvida y no perdona. A las 10 de la mañana del 3 de julio de 2007, pocas horas después de que Voulgarakis y su escolta policial llegaran al ministerio, en la calle Bouboulinas, fueron atacados por un grupo de veinte compañeros, con cócteles molotov y una bolsa llena de bidones de gasolina y de camping gas, que cayeron en el propio vehículo de Voulgarakis. Los policías abren fuego contra los compañeros, consiguiendo sólo así hacerles retroceder.
En el texto en el que reivindican la autoría, afirman:
«El atentado contra el ministro de Cultura, G. Voulgarakis, se llevó a cabo en señal de solidaridad con los militantes encarcelados. Se eligió al Ministro de Cultura porque un representante del gobierno es siempre un objetivo de los militantes, y más cuando ha sido Ministro de Orden Público y su mandato ha permanecido inolvidable. Fue el jefe político del Ministerio de Orden Público cuando interceptó y vigiló las conversaciones de cientos de ciudadanos a través de vodafone. Fue el jefe político del Ministerio de Orden y responsable del secuestro e interrogatorio de decenas de inmigrantes paquistaníes. Por último, bajo las órdenes de Voulgarakis y con motivo del atraco al Banco Nacional en enero de 2006, por el que Giannis Dimitrakis será juzgado el 6 de julio, el movimiento antiautoritario fue objeto de uno de los asaltos más furibundos de los últimos años, con pogromos, secuestros, calumnias, difamaciones y, finalmente, procesamientos de anarquistas. Libertad a los encarcelados en las celdas. Solidaridad a todos los compañeros perseguidos. En cuanto a sus disparos, deliberadamente a quemarropa y no al aire, más vale que los policías tengan cuidado porque tales movimientos pueden tener el mismo precio.»
Catorce años después, un «viejo conocido» de la policía es el objetivo del ataque. El compañero Kostas K, activo en el movimiento revolucionario-anarquista desde los años 80, encarcelado durante más de tres años en los 90, está acusado del ataque a Voulgarakis, sobre la fabricación de un supuesto descubrimiento de su ADN en la bolsa arrojada al vehículo de Voulgarakis.
El compañero Kostas K se enfrentará a un difícil juicio en enero de 2023, en el que nuestra solidaridad con él está garantizada.
«Sólo puedo (estoicamente) ver esto como otra batalla en una guerra que he estado librando durante 37 años (desde que era un estudiante de 15 años), una guerra en la que siempre he estado del lado de los de ‘abajo’, poniéndome del lado del viejo sueño de un mundo sin explotación ni opresión. Y en esta guerra nunca me he entregado a ellos». (Kostas K.)
Para romper las lógicas de la represión – Solidaridad con el compañero Kostas K