LAS CADENAS A ROMPER
Alcanzar las largas y mórbidas raíces que el arado olvida,
Descubrir las profundidades; dejar los largos y pálidos zarcillos
Gastarlo todo para descubrir el cielo; ahora nada va bien
Excepto los espejos de acero del descubrimiento ….
Y los magníficos y enormes amaneceres del tiempo,
Después de que hayamos muerto.
Robinson Jeffers, The broken Balance (1929)
El poeta estadounidense que escribió estos versos era un hombre al que no le gustaba la vida en sociedad. Estaba demasiado enamorado de la belleza de la naturaleza salvaje como para inclinarse ante los miserables logros de la civilización humana, prefiriendo la libertad solitaria a una vida en compañía de los horrores, genocidios y devastaciones que se producían y que él consideraba rasgos distintivos de la civilización. Llegó a definir su poesía filosófica, que fue una importante fuente de inspiración para el despertar ecológico de los años sesenta, como «inhumanismo»: «Debemos descentrar nuestras mentes de nosotros mismos / Debemos deshumanizar un poco nuestros puntos de vista y volvernos más confiados / Como la roca y el océano de los que estamos hechos«. Estas llamadas aún resuenan hoy en día, en los bosques oscuros y en los valles remotos, y quizás incluso en los pasillos de las ciudades-prisión donde ya nada nos une a la realidad, aparte de la mercancía concreta. Y si hay un obstáculo que todavía nos impide querer derribarlo todo para no prolongar la morbosa expectativa que nos asedia, un obstáculo que debemos eliminar urgentemente, es sin duda al famoso mito del progreso al que deberíamos dar la vuelta, a la creencia del pasado de que la historia humana avanza inexorablemente hacia una mayor libertad y felicidad. A estas alturas, ya es imposible ignorar que los grandes ecosistemas están colapsando, o que el empobrecimiento y la dependencia producidos por un siglo de industrialismo a marchas forzadas nos están aplastando, y de hecho es siempre detrás de los mismos clarines del progreso que se despliega cualquier adhesión a la civilización.
Al abrirse ante nosotros una nueva causa a la que adherirse, una nueva perspectiva amanece por fin para la humanidad, una nueva era se anuncia con bombo y platillo: la transición ecológica que hará frente al cambio climático. Se librará otra apasionada batalla política contra el pesimismo, ese que cobra fuerza cuando nos enfrentamos a la realidad de las cosas y no a su doble digital. La transición energética, las nuevas tecnologías, la desmaterialización, la ecologización de los procesos de producción ya tienen sus profetas, mientras que los capitanes llamados al rescate para dirigir las operaciones ya han ocupado sus puestos a bordo. Para finalizar, no faltan las masas, todavía algo reticentes. Porque, a pesar de la adhesión entusiasta de multitudes de consumidores, queda la desilusión y el desencanto generados por un mundo cubierto por el velo tecnológico, por una artificialización exacerbada del mundo sensible y por una negación de lo vivo, que no conducen necesariamente a la producción de un nuevo consenso tan simple. No es de extrañar, pues, que ese desencanto pueda manifestarse en todas las direcciones, y no necesariamente en las más gratificantes para el individuo, recurriendo quizá a la mítica nostalgia de una época dorada cercana, o al renacimiento del fanatismo religioso, hasta las evocaciones más militaristas que desean una aceleración hacia el fin del mundo y el apocalipsis final.
En el mundo que conocemos, ni los desequilibrios de los mercados mundiales, ni las guerras en curso y por venir, ni los populismos modernos ni los fantasmas divinos deben hacer que la megamáquina se desvíe de la carrera de velocidad en la que está inmersa. La transición energética tendrá que realizarse por las buenas o por las malas, la tierra tendrá que ser batida, perforada y triturada aún más, como nunca antes, para extraer de ella todas las materias primas y los metales necesarios para la perpetuación de esta civilización mortífera. Las fábricas tendrán que funcionar a pleno rendimiento para inundar el mundo con sus motores eléctricos, sus circuitos electrónicos, sus semiconductores y sus nanomateriales. El fanatismo de los cruzados del progreso no está dispuesto a retroceder ante nada ni nadie. Construirán presas para hacer frente a la subida del nivel del mar. Levantarán nuevas centrales nucleares y cubrirán la superficie de la tierra con paneles solares y turbinas eólicas para asegurar el flujo continuo de electricidad. Desarrollarán procesos de detección de gases de efecto invernadero para sustituir a los «pulmones del planeta», talados, esquilmados y devastados sin cesar. Sin embargo, ante las fuerzas que se están desencadenando, todo su ingenio y su insensata fe en las soluciones técnicas sólo servirán para prolongar la agonía. Sólo conseguirán hacer cada vez mas improbable un cambio de rumbo radical hacia una perspectiva de libertad y autonomía, dentro de un cambio climático ya irreversible. ‘La naturaleza bate por última vez’, la naturaleza está jugando su última carta.
Frente a esta verdadera máquina de guerra, al servicio de la cual las cornetas del progreso siguen afirmando que la felicidad y la libertad se obtendrán contra la naturaleza, sometiéndola indefinidamente a los imperativos de la sociedad humana, otros siguen susurrando que la libertad sólo puede existir en la naturaleza. Que la autonomía nunca será compatible con la dependencia tecnológica, sea cual sea. Que las cadenas que hay que romper son las que la sociedad nos ha impuesto a la fuerza en nombre de nuestro bien, por nuestra seguridad, nuestra supervivencia o nuestra comodidad. Un bien del que ya conocemos el inmensurable precio a pagar, empezando por nuestra libertad.
Golpear donde más duele
Si alguien te golpea con un puño, no puedes defenderte de forma eficaz golpeando su puño: no puedes herirlo de esta forma. Para vencer el combate debes golpearlo donde mas le duele. Lo que significa esquivar el puño y golpear las partes mas vulnerables del cuerpo del adversario. […] atacar el sistema es como golpear un neumático. Un golpe de mazo puede destrozar el hierro fundido, ya que es rígido y quebradizo. Pero se puede martillar un trozo de goma sin causarle ningún daño, ya que es flexible. Esto contribuye inicialmente a que la protesta se desvanezca hasta perder su fuerza e impulso. Y el sistema se recupera.
Ted Kaczynski
Por eso, para golpear al sistema donde más le duele, hay que seleccionar los elementos que le impiden recuperarse y por los que luchará hasta el final. Lo que necesitamos no es un compromiso con el poder, sino una lucha a muerte.
El sistema se apoya más que nunca en sus capacidades elásticas de defensa. Conceder nuevos derechos flexibles cuando sea necesario, incluso integrando a las minorías, con la supresión por otro lado de los más arcaicos y recuperando cualquier ímpetu inicialmente subversivo que no pueda ser erradicado: esta es una de las vías recomendadas por el proyecto tecnológico en desarrollo en los países occidentales. En otros continentes (como en Asia o Sudamérica), el mismo proyecto puede incluso adoptar rasgos más abiertamente autoritarios, hasta el punto de que no dejan de surgir conflictos entre los distintos modelos, entre las diferentes formas de gestionar y desarrollar el poder tecno-industrial. Hoy, estos conflictos estallan en la periferia, pero mañana podrían estallar en otros lugares.
Por lo tanto, oponerse sólo a las formas que adoptan sin incidir en su fondo tiene poco sentido. A lo sumo, esto sólo llevará agua al molino de uno de los modelos en conflicto, como el denunciar superficialmente el control tecnológico que utiliza el Estado chino o el actual fervor belicista de Rusia, sugiriendo que el control capilar vigente por estos lares y sus múltiples «operaciones antiterroristas y humanitarias» en todo el planeta son, en todo caso, lo menos malo que se puede esperar. Por supuesto, no se puede afirmar de forma razonable que luchar en un territorio dominado por un Estado omnipresente y súper equipado sea equivalente a luchar en un territorio controlado por un Estado menos actualizado. Pero esto no impide que en cualquiera de los dos casos, una de las trampas mortales a evitar sea la de participar voluntariamente, con nuestras propias luchas, en el reajuste o adaptación en curso de la dominación (cuya caricatura reside ciertamente en nuestras latitudes en las luchas por tecnologías más inclusivas garantizadas por el Estado). Por eso hay que prestar más atención, tratando de golpear donde más duele, donde el sistema tenga menos facilidad para recuperar el control más adelante. En definitiva, no sólo debemos volvernos incontrolables o ingobernables, sino ser capaces de apuntar directamente a sus puntos débiles haciendo un esfuerzo de análisis y proyectualidad.
En varias ocasiones, tanto en escritos como en susurros, en intercambios y en observaciones, se han identificado las «infraestructuras críticas» como uno de los puntos vulnerables, porque irrigan el cuerpo de la sociedad y sus órganos con datos y energía, igual que las venas. Venas que pueden ser cortadas, incluso por pequeños grupos con medios bastante rudimentarios. Esto es lo que nos muestra la continuidad de los sabotajes de antenas y repetidores en varios países europeos, con una intensidad notable en ciertas regiones como Occitania donde, desde principios de año, estas verdaderas torres de control de la sociedad tecnológica han sufrido varios asaltos en caliente en Toulouse (12 de enero), Renneville (18 de enero), Lacroix-Falgarde (26 de febrero) o Carbonne (31 de marzo), con más de una docena de estructuras de telefonía móvil reducidas a cenizas desde el año pasado en la zona. Por no hablar del hecho de que esto haya llevado a los operadores a plantearse una serie de enigmas técnicos, como por ejemplo: ¿cómo sustituir adecuadamente un pilón excesivamente dañado e inseguro por antenas temporales, sin retrasar aún más la vuelta a la normalidad?
Otro ejemplo de arterias imprescindibles para esta sociedad hiperconectada es la fibra óptica, por la que fluyen los datos que hacen funcionar este mundo, y que también es objeto de cortes intencionados, y a veces coordinados, en plena naturaleza… o a pocos metros de una comisaría, como ocurrió en Quimper el pasado enero, cuando se fueron quemados dos armarios de telecomunicaciones. Y, por último, no podemos olvidar otras instalaciones cada vez más específicas que aseguran la continuidad de la energía eléctrica, la que hace girar los brazos de las máquinas, la que enciende las luces que ocultan las estrellas, la que asegura que todo funcione y que todo siga adelante. Ataques que han afectado a centrales de transformación, torres de alta tensión o armarios de media tensión, provocando a menudo cortes de electricidad, algunos de corta duración y otros más prolongados.
Aguas arriba
Todos los hombres sueñan, pero no de la misma manera. Los que sueñan por la noche en los recovecos polvorientos de su mente, se despiertan durante el día para descubrir la vanidad de esas imágenes: pero los que sueñan durante el día son peligrosos, porque pueden poner en práctica sus sueños para hacerlos posibles.
T. E. Lawrence
Son las 2.40 del lunes 4 de abril de 2022. En la industria STMicroelectronics de Crolles, en Isère, las máquinas se detienen, entonces intervienen las baterías de emergencia para restablecer el alumbrado mientras se activan los procedimientos de seguridad. La empresa, cuya producción está asegurada las 24 horas del día, está temporalmente paralizada, que no es poco, ya que STMicro es uno de los líderes mundiales en la producción de semiconductores, los elementos básicos de la industria tecnológica, un sector que con la pandemia de Covid y los problemas de las cadenas de suministro está pasando por dificultades a nivel mundial, con una escasez de semiconductores que ha frenado la recuperación económica. El origen de la parada de esta industria estratégica se encuentra en un emplazamiento de alta tensión un poco más lejos, en Froges. En el recinto de esa estación eléctrica, «quemaron algunos elementos de cableado muy concretos en un transformador», lo que afectó «a la puesta en marcha de las líneas subterráneas de muy alta tensión (225.000 voltios) que conectan con el transformador de STMicro en Crolles. En el lugar aparecieron pintadas con aes circuladas a modo de punto de mira sobre la empresa ST Microelectronics.»
Son las 1.44 horas del martes 5 de abril. Las luces se apagan en las ciudades de Crolles y Bernin. En la importante zona industrial, se ha cortado la corriente. Decenas de empresas punteras han dejado de funcionar, y en los dos gigantes del Silicon Valley de Grenoble, STMicroelectronics y Soitec (con 4.300 y 1.700 empleados respectivamente), la producción de semiconductores y chips electrónicos se ha paralizado por completo. El parón fue causado por el incendio provocado de ocho líneas de 20.000 voltios y una de 225.000 voltios bajo el puente de Brignoud, que cruza el río Isère entre Villard-Bonnot y Crolles. El incendio duró varias horas y afectó a la estructura del puente, un importante punto de paso para los automovilistas y los trabajadores de la zona industrial de Grésivaudan. En la zona, tanto internet como la telefonía estuvieron interrumpidos. Al día siguiente, se conectaron algunos generadores de emergencia y se llevó una línea eléctrica provisional a Soitec para restablecer parte de la corriente, lo cual no impidió la caída en bolsa de STMicro y Soitec.
En cualquier caso, la vuelta a la normalidad no será inmediata, ya que «la industria de los semiconductores es muy sensible a los problemas eléctricos… Reanudar la producción lleva tiempo, porque es necesario inspeccionar todas las máquinas y ponerlas en marcha de nuevo cuando sea necesario». Esto puede llevar días, o incluso semanas. Las salas utilizadas en procesos de producción de la industria de semiconductores dependen sobre todo de sistemas de ventilación filtrada y de diversos sensores (temperatura, humedad, etc) para asegurarse un nivel bajísimo de partículas y polvo en el aire, las cuales tienen que recalibrarse, especialmente tras un reinicio. Por no hablar de los ajustes de las propias máquinas de producción, que deben garantizar la combinación de un alto nivel de calidad y de producción en volumen, al tiempo que se producen a una escala muy pequeña, del orden del nanómetro«. La evaluación de los daños todavía está en curso, pero al parecer asciende a «decenas de millones de euros» sólo para los dos gigantes de semiconductores. El vicepresidente de Soitec también quiso señalar que «los incidentes de los dos últimos días se produjeron fuera de las empresas. Todo el mundo reconoce que somos una industria estratégica para el país, pero vemos que hoy en día algunos actos intencionados, algunos ataques, están consiguiendo golpear a esta industria. La redundancia de las fuentes de energía no ha sido suficiente para protegernos, ya que los malhechores han atacado todas las líneas de suministro eléctrico«.
Son las 15.30 horas del miércoles 13 de abril. En 380 empresas del sector de la tecnología digital y situadas en una importante tecnópolis de la aglomeración de Grenoble, Innovallée, la corriente se corta. Un total de 10.000 clientes, entre particulares, instituciones y empresas, están privados de electricidad en 6 municipios. El origen del bloqueo temporal está en lo que parece ser un nuevo sabotaje: en el interior del recinto de una central de alta tensión de Enedis, una instalación situada entre los edificios de la empresa y la A41, en el corazón de la tecnópolis, un incendio «probablemente criminal» dejó fuera de juego «una de las dos unidades del recinto, cuya función es transformar la alta tensión en media tensión (20.000 voltios)«. Según Enedis, «la corriente se restableció muy rápidamente«.
Evidentemente, estos sabotajes no han dejado de provocar patéticas declaraciones de las autoridades, acompañadas de peticiones de contar con más medios para que la policía pueda atrapar a los que la prensa ha calificado en esta ocasión de «saboteadores elusivos», no sin añadir que «hay un reproche que sólo puede dirigirse a los grupos anarquistas sospechosos de estar detrás de las dos últimas acciones dirigidas contra este vasto recinto de alta tecnología en que se ha convertido el Grésivaudan: la falta de coherencia en lo que consideran una lucha noble«. Sin embargo, lo más importante sigue siendo, con mucho, el hecho de que incluso las industrias más grandes, especialmente vigiladas y consideradas estratégicas, pueden ser saboteadas. Un hecho y una sugerencia operativa que quizá aprecien todos aquellos que sueñan de día con poner de forma real y concreta un bastón en las ruedas de aquello que devasta este mundo y explota la vida: golpear río arriba para golpear donde más duele.
FUENTE: Avis de tempêtes, n. 52, 15 Abril 2022
TRADUCCIÓN: ENVIADA AL CORREO POR SOLIDARIX.