Damien es un anarquista detenido el miércoles 7 de diciembre en Bretaña, acusado de ataques contra la Cámara de Comercio, a una concesionaria Jaguar y otros objetivos durante una manifestación que tuvo lugar el 14 de abril entre los distritos 10 y 19 de París durante la movilización contra la Loi Travail. Esta carta fue publicada el 7 de enero y tenía la intención de contribuir a una discusión pública sobre cómo involucrarse con el sistema de justicia, en un intento por romper el aislamiento que se le pretende imponer.
Cuando me enteré de que el 9 de enero en París iba a realizarse un debate sobre la justicia, quería tratar de contribuir a través de una carta, pero como no se me permite ninguna visita o llamadas telefónicas, no tengo detalles sobre el Objeto del debate. El tema de la justicia está ligado a muchas cuestiones, como la represión, la autoridad y el encarcelamiento, así como obviamente cuestiones de defensa o ataque, resignación o dignidad, inacción o venganza.
Esta es una elección personal que pertenece a cada individuo y no quiero dar una conferencia sobre ello o presentarme como un mártir o un héroe, ya que no lo soy. Así que hablaré sólo de mi propia elección, que no esté motivada por el espectro del deber revolucionario, sino por el deseo, mi propia necesidad de sentirme más libre, más vivo y digno de lo que me permiten mis carceleros.
Mi bagaje intelectual y teórico es relativamente limitado, pero mi vida se asemeja más a la de un delincuente que de un académico, y he estado pasando por los pasillos de la corte desde que tenía 13 años y en las prisiones desde los 17. Estas observaciones son mucho más el producto de mi propia experiencia personal muy subjetiva, más que cualquier tipo de posición ideológica preestablecida. Aunque extraigo de la corriente anarquista, aunque ni siquiera era consciente de estas ideas cuando fui detenido por primera vez cuando era niño.
Incluso cuando era joven, siempre estaba disgustado por la desigualdad, lxs que lo hacen posible y de lxs que poseen todo, y de lxs que lo defienden. Era natural que aprendiera a robar al primero y atacar al segundo. Hay un proverbio entre lxs delincuentes: nueve veces para ti y una vez para lxs policías. La guerra social es asimétrica por definición, por lo que es inevitable que la más leve confrontación directa sea fatal porque son más fuertes.
La primera vez que me detuvieron, estaba asustado. Mis amigxs habían logrado escapar y me encontré atrapado en un callejón sin salida por mí mismo. Luché lo mejor que pude para superar a lxs policías que estaban bloqueando mi única ruta hacia la libertad, pero por supuesto me golpearon y me llevaron.
En la celda, me sentía como un joven animal salvaje puesto en una jaula después de ser golpeado. Creo que debe haber sido una reacción inconsciente y natural, pero dejé de morder y me sometí. Tuve que entrar en su lógica, ser lo más civilizado posible, demostrar que era inocente, que yo no tenía la culpa. Nunca había sentido un momento de culpa, pero impulsado por el miedo, hipocritamente me disculpé y expresé mi pesar.
Tuve que negarme, rechazar mi integridad libre y salvaje, cuando me enfrentaba a la sagrada misión de la lógica civilizadora. Y así ese día «dejé de reconocerme», como dirían lxs comerciantes que venden la insurrección, tratando de hacernos creer de que se trata de una elección táctica nacida de una larga reflexión para enmascarar el miedo a la represión [1].
En tales situaciones, el miedo es natural y usted debe aceptarlo y reconocerlo para poder sobrellevarlo y volver a pensar honestamente. No hay héroes, e incluso si lo hubieran no los querríamos. Todavía es cierto que esos días y los días que siguieron fueron los más difíciles para mí. Me avergoncé, no por temor, sino por haber perdido mi dignidad. Sentía en las profundidades de mi ser que había negado mi naturaleza libre y salvaje para someterme a las normas de la justicia, a esta sociedad llena de desigualdades que no entendía y que odiaba.
Cuando me di cuenta de esto, juré no volver a someterme, a no volver jamás a ser juzgado y procesado como una criatura domesticada, una atracción en el circo de sus tribunales. Desde entonces, mis dientes de leche han dado paso a caninos afilados en solitario y el ala de aislamiento, y puedo responder golpe por golpe. Desde un diente, a una mandíbula!
En la corte todavía siento el mismo miedo, pero al transformar mi temor en odio, encuentro la fuerza para no someterme y no permitir que me juzguen. Son más fuertes, sí, pero eso no es razón para legitimarlos aceptando su lógica de culpabilidad e inocencia. No voy a tomar su lógica represiva para construir una narrativa de victimismo declarándome inocente. [2]
Además, es importante entender lo que esta narrativa implicaría en términos de solidaridad. ¿Qué tipo de solidaridad queremos? ¿Con qué base y con quién? Si me declaro inocente y, sobre todo, si lxs compañerxs de afuera comienzan a organizarse alrededor de mi inocencia y no por el simple hecho de que soy anarquista, ¿A quién le estaríamos hablando? ¿A los demócratas? ¿Con aquellos que quieren una república más justa y veraz, donde la justicia del pueblo sólo bloquearía a alguien después de haber considerado correctamente todos los hechos? ¿Al poder?
¿Cuál sería entonces la base de esta solidaridad construida sobre el consenso? ¿Qué contenido subversivo y revolucionario quedaría, sin siquiera hablar de potencial? ¿Participarían las personas que se comprometieron con los llamamientos a la solidaridad consensual si alguien proclamara su culpa? ¿Qué quedaría de nuestras capacidades ofensivas? ¿No estaríamos involucradxs en la recuperación política, invitándola, con este consenso en torno a los valores humanitarios y republicanos?
Las respuestas a estas preguntas son obvias, y con un poco de honestidad podemos tomarlas como datos que históricamente han demostrado ser verdad.
«¿Cómo podemos salir de este dilema? Muy simple. Siempre partiendo del hecho de que para nosotrxs el aspecto técnico es secundario, y si lxs compañeros son acusadxs, encarceladxs y en algunos casos incluso asesinadxs esto sucede, aparte del objetivo que constituye el elemento de debate en la corte y que es de interés marginal para nosotrxs, porque ellxs son anarquistas».
Alfredo M. Bonanno, Notas en Sacco y Vanzetti [3]
De esta manera, incluso si deciden declararse inocentes o negarse a ser juzgadxs cada unx por sus propias razones, creo que la comunicación en torno a un proceso judicial debe basarse, como mínimo, en torno a este simple principio.
Espero haber podido aportar algo al debate y que me diga cómo va.
Siempre en solidaridad, pero especialmente en complicidad,
Damien.
Para escribir a Damien:
Damien Camélio
n° d’écrou 432888
MAH de Fleury-Mérogis (Bâtiment D5)
7, avenue des Peupliers
91705 – Sainte-Génevieve-des-Bois
1] Estos comentarios están dirigidos a lxs acusadxs en el caso Tarnac y, por extensión, al medio inspirado en los escritos del Comité Invisible y textos similares
2] Damien analiza esta elección con más detalle en su primera carta
3] Texto completo disponible en inglés en The Anarchist Library
Sólo una actualización – Damien fue sentenciado a diez meses de cárcel esta tarde, 19 de enero.
FUENTE: ACT FOR FREEDOM NOW!
TRADUCCIÓN: INSTINTO SALVAJE