Hoy, 5 de noviembre, se cumplen 15 años desde la muerte de Barry Horne, activista británico por la liberación animal que llevó a cabo distintas acciones de sabotaje con dispositivos incendiarios contra objetivos vinculados a la experimentación y a la explotación animal, hechos por los que nunca se arrepintió y que siempre admitió con orgullo. Barry participó activamente en incendios de tiendas de peletería, así como en el incendio que destruyó las instalaciones de Boots The Chemists en la isla de Wright, por testar sus productos en animales (los daños fueron entonces valorados en más de 3 millones de libras). También llevó a cabo liberaciones de animales y otros sabotajes menores.
Barry Horne fue capturado y condenado a 18 años de cárcel, a lo largo de los cuales llevó a cabo hasta 4 huelgas de hambre consecutivas, con la intención de persuadir al gobierno y a la prensa de hablar acerca de los montones de dinero de los impuestos destinado a las prácticas de vivisección y experimentación con animales, ya que el candidato del Partido Laborista había prometido un debate público al respeto cuando llegó al poder en el ’97, promesa que, como era de esperar, nunca cumplieron…
Agotado y debilitado por las 3 huelgas anteriores (una de las cuales de casi 70 días, que le causó pérdida de visión y daños irreversibles en los riñones), Barry había decidido arriesgarse con una nueva huelga, ante la indiferencia y la falta de palabra del gobierno con las 3 anteriores. La escasa distancia temporal entre cada una de las 4 huelgas de hambre le costó a Barry la vida. El lunes 5 de noviembre de 2001 por la mañana, en el hospital de Ronkswood, en Worcester, Barry moría finalmente de un fallo hepático después de haber permanecido 18 días sin comer. Barry había ignorado deliberadamente las advertencias de los médicos, y había rechazado la alimentación asistida. Quería ir hasta el final, y hasta allí llegó.
Los medios de la prensa carroñera festejaron con su muerte, calificándolo de terrorista y usando su figura para criminalizar a todo el movimiento por los derechos de los animales y a todas las activistas que luchaban contra el especismo y la explotación. El periódico The Guardian destacó en esta miserable difamación del compañero con un artículo escrito por el periodista Kevin Toolis que hablaba de Barry de la siguiente manera: “En vida él fue un Don-Nadie, un basurero convertido en incendiario. Pero muerto Barry Horne se alza como el primer verdadero mártir del más exitoso grupo terrorista que Bretaña conoció jamás, el movimiento por los derechos de los animales”.
Para muchxs de nosotrxs, en cambio, Barry Horne, lejos de ser ese loco terrorista y violento que los medios quisieron pintar con sus restos aún calientes en la morgue del hospital, representa aún 15 años después de su muerte todo un ejemplo de integridad, coherencia, valor y determinación, un compañero que llevó a la práctica la liberación animal hasta las últimas consecuencias llegando allá donde las palabras pierden su eco, y que entregó su libertad y finalmente su propia vida por salvar las de los animales y por destruir las infames maquinarias y los oscuros lugares empleados para su esclavitud, confinamiento y asesinato. Su historia nos lleva a recordar las de otras muchas compañeras y compañeros que también murieron o quedaron presas por no tolerar lo intolerable, por defender lo obvio, por no silenciar sus sentimientos ni su rabia ni tan siquiera cuando la represión difundió de nuevo su miedo, y por atacar en el ausente corazón de esta bestia industrial gris e hipócrita.
Porque como Barry escribió en uno de sus comunicados desde la cárcel:
“La lucha no es por nosotros, no es por nuestros caprichos o necesidades personales. Es por todo animal que alguna vez sufrió y murió en un laboratorio de vivisección, y por todos aquellos animales que sufrirán y morirán en las mismas circunstancias a no ser que detengamos este cruel negocio ya. Las almas de los muertos torturados lloran pidiendo justicia, los que están vivos lloran pidiendo libertad. Podemos hacer esa justicia y proporcionarles esa libertad.
Los animales sólo nos tienen a nosotros, y no les fallaremos…”
FUENTE: VOZ COMO ARMA