«Stirner inmediatamente enfrenta el problema del Derecho en las primeras páginas introductorias destacando lo que el Ser (y no el Hombre), reducido a simple sujeto-ciudadano, está llamado a no ser: “ser egoísta”. “Únicamente mi causa no puede ser nunca mi causa. ‘Vergüenza del egoísta que no piensa más que en sí mismo’”. El autor de El único y su propiedad destruye esta supuesta verdad que no es sino una mentira perpetuada y consolidada, aun ahora, debido a un Cristianismo dominante. La causa de Dios y del Hombre no es mi preocupación, ésa no es mi causa. No hay una causa, sea la Humanidad, la verdad, la moral, la ética, etc, no me arrodillo ante causas superiores, en vez de eso, hago mi propia causa y mi fin, y llego a ser y soy un egoísta. […] Nosotros no vamos a ser el hijo pródigo sometido únicamente a la transgresión juvenil, ni vamos a ser un regalado Raskolnikov, nosotros mataremos al viejo usurero y a su hermana con todo lo que esté a nuestro alcance y nos enfrentaremos a lo que siga, usurparemos el derecho de decidir lo que es bueno y lo que es malo, arrancando enérgicamente las espinas de la claudicación sin caer en el sentimiento de culpa inculcado por el cristianismo. Nunca ofreceremos nuestras muñecas deliberadamente a los grandes inquisidores, más bien nos lanzaremos en el abismo del inconsciente con el fin de recuperar el Yo, cayendo de nuevo en el vacío y en la oscuridad vamos a poder mirar en la cara a la realidad material y no nos colgaremos como Smerdijakov si no es por nuestra propia voluntad, ni caeremos en la fiebre cerebral, una fiebre fría de locura y culpa, la misma fiebre del genio filosófico de “todo está permitido”, inmortalizado en Iván Karamazov. No, la metafísica del obispo de Roma y su teología entera avanza para aniquilar al único, a la nada, al creador, al Yo».
Fuente: Ex-Nihilo