Pueden existir “algunas” diferencias pero el resultado, a mi entender, sigue siendo casi idéntico y 232 años después de la revuelta de Haymarket en Estados Unidos, nuestro Estado y todos los Estados del mundo siguen “eliminando” obreros. La clase trabajadora continúa padeciendo las decisiones de la clase política, que solo beneficia a la banca y al empresariado, y es a la que le toca poner siempre los muertos como consecuencia del terrorismo patronal al que ahora se empeñan en llamar “accidente laboral”. Así es cómo disfrazan las miles de muertes que el capitalismo causa todos los años entre los explotados de la tierra.
Los enemigos de la clase obrera no están solos, tienen cómplices y nunca me cansaré de señalarles, precisamente por la función social que se supone que deben desempeñar en nuestra sociedad, mediando entre las personas y la realidad. Las “empresas” de comunicación también se mantienen fieles a sus dueños y aparentan informar cuando lo que realmente hacen es ‘intoxicar’ a la población, adormecer a la ciudadanía, ignorando las circunstancias que padecen miles y miles de trabajadores y trabajadoras en todo el planeta.
Casi 232 años después de aquella revuelta de mayo en Chicago, que logró levantar a miles de obreros por la jornada laboral de 8 horas y que terminó con 8 de ellos encarcelados, procesados injustamente y asesinados por el Estado, muchos ignoran que estos hombres (Augusto Spies, Miguel Schwab, Óscar W. Neebe, Adolfo Fisher, Luis Lingg, Jorge Engel, Samuel Fielden y Alberto R. Parsons) eran anarquistas y que no temblaron al ser condenados a muerte por ellas, inocentes y convencidos de estar haciendo lo correcto.
Algunos de ellos se ganaban la vida como tipógrafos e impresores, escribiendo o dirigiendo periódicos. Que tuvieran estas inquietudes y que fueran grandes oradores explica perfectamente el papel que jugó la prensa obrera en la difusión de las ideas anarquistas y socialistas de la época en la que tienen lugar estos acontecimientos. La prensa al servicio de la causa anarquista y a través de personajes como Spies, Fischer o Parsons, por ejemplo, contribuye sin duda a que muchos y muchas en esta profesión sintamos menos vergüenza cuando somos conscientes del trato que obtiene actualmente la lucha de clases en muchos medios de comunicación.
Cada 1º de Mayo muchas de nosotras salimos a la calle a celebrar el Día Internacional del Trabajador, pero realmente no es un día de fiesta a pesar de aparecer como festivo en los calendarios. Hoy, como hace 232 años y como siempre, la clase obrera continúa luchando por recuperar derechos y libertades que le han sido arrebatados. Las personas trabajadoras siguen, dos siglos después del asesinato de los mártires de Chicago, siendo la parte más dañada del engranaje de este cruel sistema que perpetúa las desigualdades entre las personas y contribuye a que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres sean cada vez más pobres.
En 1886 el Estado ahorcó a 8 obreros acusándoles de terroristas. Durante el juicio, lleno de irregularidades, no se pudieron probar muchas de las acusaciones que la policía, gobernantes, jueces y empresarios, en absoluta connivencia, achacaron a estos trabajadores. Hoy el Estado mantiene su persecución hacia quienes levantan su voz contra las injusticias. Las cárceles se nos llenan de activistas, sindicalistas, tuiteros, raperos y artistas mientras que en los sillones y despachos de instituciones, ayuntamientos y parlamentos cientos de corruptos se blindan gracias a las leyes que ellos mismos crean para una ciudadanía a la que no representan.
En 1886 el Estado ahorcaba a obreros. En 2018 el Estado ha encontrado otras formas de “matar” a quienes cuestionan los privilegios de los de siempre, a quienes no se conforman con lo “establecido”. Porque existen muchas formas de morir y si te callan o te apartan de la lucha también han acabado contigo. Por eso este 1º de Mayo las calles deberían desafiar a quienes continúan oprimiéndonos, a quienes nos quitan derechos y libertades, sin olvidarnos contra quienes vamos y conmemorando a toda la gente que se juega o se jugó la vida, perdiéndola o no, para que quienes llegáramos después tuviéramos las cosas un poquito más fáciles y sobre todo referencias importantes a las que agarrarnos para continuar.
Augusto Spies, Miguel Schwab, Óscar W. Neebe, Adolfo Fisher, Luis Lingg, Jorge Engel, Samuel Fielden y Alberto R. Parsons son algunas de esas personas. Anarquistas, comprometidos y valientes, coherentes y consecuentes hasta el último segundo que les quedó de vida. No dudaron ni renegaron de sus ideas por las que fueron asesinados. Que no pase ni un 1 de mayo sin que les recordemos.
Macarena Amores García
FUENTE: ROJO Y NEGRO