“[…] destruyamos la civilización, pero no en nombre de algún modelo, de una ascética moralidad del sacrificio o de una desintegración mística en una pretendida unidad desalienada con la Naturaleza, sino más bien, por la reapropiación de nuestras vidas; nuestra recreación colectiva como individuos únicos e incontrolables es la destrucción de la civilización –esta red de dominación de 10 mil años que se ha extendido por todo el planeta–, iniciemos un aterrorizante y asombroso viaje hacia lo desconocido, que es la Libertad.”
Wolfi Landstreicher
Nota editorial: El presente folleto corresponde a la introducción (“Un poco de historia”) del libro ¡Que se ilumine la noche! Refractarios hasta las últimas consecuencias –Génesis, desarrollo y auge de la Tendencia Informal Anarquista en México, del compañero Gustavo Rodríguez, publicado por Ediciones Internacional Negra, Santiago de Chile, Chile en noviembre de 2013 y reimpreso en México en diciembre 2013.
«Que proliferen los ataques y descalificaciones contra las propuestas del informalismo sólo es un indicador más de la notable prevalencia de la Tendencia Informal Anarquista y de la puesta en marcha de un nuevo paradigma anárquico que comienza a moverle el suelo a viejas estructuras orgánicas y anquilosados esquemas de actuación.»
I
El informalismo anárquico1 está en boca de todos. Algunos afirman que es una cuestión de “moda”; otros –mucho más malintencionados y apegados a los lineamientos del Partido–, insisten que se trata de una “deformación de fondo” más vieja que el propio Matusalén, que expresa «la existencia de falencias políticas graves y de concepciones […] equivocadas»2 presentes en nuestras tiendas desde los albores del movimiento ácrata. Lo cierto, es que de un tiempo a la fecha, el informalismo anárquico se ha convertido en tema de polémica permanente al interior del denominado “movimiento”, con sus consabidas posiciones encontradas: de una parte, quienes propagan su práctica; de la otra, quienes la descalifican y atacan con mucho más obstinación de la que enfrentan al Poder.
Para la socialdemocracia, es decir, para todas las organizaciones políticas a la izquierda del Capital –incluidas las mil y una sectas leninistas–, el informalismo anárquico es percibido, en el mejor de los casos, como una práctica “políticamente incorrecta”, mejor conocida como “aventurerismo” e inscrita en los dogmas del “terrorismo individual” propio del “infantilismo de izquierda” tan estigmatizado y condenado por Vladímir Ilich Uliánov (Lenin), dada su connotación “espontaneista”, “inmediatista” y “pequeño burgués”, contraria a la construcción del partido de vanguardia y a la instauración de la dictadura del proletariado.
[Ya ni hablar del sector electorero y del resto de la fauna que conforma el liberalismo de izquierda, quienes –más ocupados en las prebendas y en la repartición del pastel– no restringen el amplio catálogo de epítetos para calificar la práctica informal anárquica, coincidiendo con las posturas más ultraconservadoras del universo político.]
Para los anarco-bolcheviques o neoplataformistas, la película no es muy diferente. Desde la óptica hegemonizadora de la necesaria “unidad táctica” y el culto al frentepopulismo –en aras del “Poder Popular”–, la condena es unánime. Para ello, no escatiman en darle la razón a papá Vladímir con tal de hacerse con el suficiente parque teórico que les permita apuntalar su embestida contra la “informalidad” y la “crítica radical al Poder”. Los neoplataformistas, inspirados en el Partido de la Vanguardia del Pueblo (otrora conocido como Federación Anarquista Uruguaya, FAU), no pierden las esperanzas de alcanzar el Poder y le apuestan a la tergiversación y al descrédito del nuevo imaginario sedicioso, intentando despejar así el camino para la imposición de su programa de alianzas y la consecución de la dictadura popular bajo el eufemismo de “Poder Popular”. Tampoco ha faltado la repulsa de algún lenincanthropus erectus, atrincherado en estas tiendas, que le rescinda como «anarquismo Neanderthal».
Por su parte, el anarquismo “oficial” también arremete contra las teorías y prácticas de la Tendencia Informal Anarquista. En esta tesitura, los “compañeros” que todavía perseveran en las tareas de resucitación y se desgastan dándole vida artificial al cadáver anarco-sindicalista3 , no distan mucho, en sus lapidarias sentencias, del ataque leninista, de la rutina despectiva de los socialdemócratas y de la condena anarco-bolchevique. Sus antipatías se fundamentan en la crítica informalista a la capacidad de lucha de las organizaciones sindicales y los puntuales señalamientos en torno a las peligrosas contradicciones de la “ideología sindicalista” y su natural vocación reformista.
Además, habría que agregar, a esta lista de “fustigadores” del informalismo anárquico , cohabitantes de los sagrados templos del anarquismo “oficial”, a los componentes del “anarquismo idealista”4 , agrupados, a grandes rasgos, en dos categorías: 1.) Libertarianismo (humanista -antiautoritario); 2.) Anarquismo evolucionista (cristianos, esperantistas, naturistas y deseducativas ―entendido este término como pedagogía libertaria) 5 . Generalmente, estas tendencias están presentes en una amplia diversidad de organizaciones específicas de síntesis y van a estar avocadas a la organización en sí, sin otro objetivo que el crecimiento cuantitativo de las mismas y el “adoctrinamiento” libertario; insistiendo hasta la fatiga ajena en la persistencia de unas siglas, en la permanencia de una publicación o en la subsistencia de un local 6 , casi siempre dentro de los marcos establecidos por la legalidad.
Las diatribas de este otro sector del anarquismo “oficial ”, lógicamente se inscriben en el miedo, producto de la penetración y desarrollo de cierto pensamiento “místico”7 al interior de nuestras tiendas. Miedo a lo desconocido, o sea, a todo lo que difiera del trillado catecismo. Miedo al rechazo generalizado de la servidumbre voluntaria. Miedo a la factible represión del Estado. Miedo a perder los “espacios conquistados ” y el patrimonio acumulado. Miedo a desperdiciar la posibilidad de actuación política. Claro está, esta insistencia en salvaguardar el patrimonio (sean siglas, publicaciones, locales y hasta cuentas bancarias) y sus temores lógicos, no son privativos de las organizaciones específicas de síntesis edificadas en torno al anarquismo idealista; también vamos a encontrarlo en las organizaciones anarco-sindicalistas y en los engendros anarco-bolcheviques.
II
Pero, que proliferen los ataques y descalificaciones contra las propuestas del informalismo sólo es un indicador más de la notable prevalencia de la Tendencia Informal Anarquista y de la puesta en marcha de un nuevo paradigma anárquico que comienza a moverle el suelo a viejas estructuras orgánicas y anquilosados esquemas de actuación.
En este mismo tenor se inscriben aquella proterva campaña de la CNT a finales de la década de los años noventa contra los anarquistas encarcelados a raíz de la fallida expropiación bancaria en Córdoba; los cobardes ataques de la Federación Anarquista Italiana y; los acuerdos de pasillo del reciente carnaval de St. Immier 8 . Mención aparte merecen quienes afirman que las propuestas insurreccionales anárquicas son una “ideología” «que niega el programa de la revolución».
Tal es el caso del panfleto “Crítica a la ideología insurreccionalista”; un texto “firmado” por uno de los tantos nombres regionales que suele adoptar el Grupo Comunista Internacionalista (GCI). En esta ocasión, los firmantes se hacen llamar Proletarios Internacionalistas, con el fin de exacerbar, desde esta tribuna anónima, los ataques contra el anarquismo insurreccional, disfrazados de “crítica constructiva” y de «lucha intransigente contra todas las debilidades, contra todas las ideologías que buscan dominarnos9 ». Desde luego, cuando critican los métodos insurreccionales anárquicos e intentan presentarlos como una nueva “ideología”, recurren a un sinfín de malabares semánticos y piruetas dialécticas que aspiran argumentar que sus calumnias no son contra los compañeros que «bajo esta ideología realizan un sabotaje», ni contra el sabotaje en sí, sino que están «asumiendo la lucha a la vez que se despliega una crítica a la fuerza material que representa la ideología intentando encuadrar esa expresión de lucha»10 .
Pese a que en la Introducción del mentado folleto, este frente del GCI reconoce que « A lo largo de la década de los 80, diversos sectores de la militancia anarquista efectuaron un proceso de reflexión y balance de las luchas revolucionarias que acababan de ser derrotadas a finales de los 70’, así como de las “nuevas” condiciones que el capital iba imponiendo en todos los ámbitos de la vida.»; concluye afirmando que:«Todo este proceso se encaminará hacia la consolidación de una serie de concepciones que conformaran el cuerpo ideológico de lo que se llamará insurreccionalismo» (subrayados nuestros). Lo que hace evidente su intención difamatoria.
El GCI intenta equiparar lo que a todas luces son cuestiones metodológicas –trazadas y decididas sobre la marcha del nuevo imaginario sedicioso– con una “ideología” atesorada en los anaqueles de la posmodernidad “plural” (a espera de futuros consumidores) e inspiradora de nuevas sectas fundamentalistas.
Cabe señalar nuestro total desprecio por las ideologías, incluida la “ideología anarquista”. De ahí, nuestro constante cuestionamiento a quienes se reivindican “anarquistas” y conciben al anarquismo como un credo y como tal, lo guardan a buen recaudo.
Esa visión distorsionada (ideologizada) del anarquismo, como hemos insistido en repetidas ocasiones, sólo es alimentada por los dogmáticos que confunden el ideal con una inmutable Biblia de la que pueden echar mano cada vez que les invade la incertidumbre o sienten la necesidad de esclarecer cualquier circunstancia que se les presenta, repitiendo sus sagradas oraciones a modo de penitencia en lugar de enfrentar la realidad concreta y readecuar el sentido de la lucha.
Si bien es cierto que el GCI ha realizado una encomiable labor teórica, desde la perspectiva marxiana revolucionaria –rescatando documentos y reflexiones de destacados luchadores libertarios y, denunciando incansablemente la labor de zapa y las desvirtuaciones de la socialdemocracia (leninismo –incluidas todas sus presentaciones de mercado–, sindicalismo, populismo, ciudadanismo, etc.), empleando, la mayoría de las veces, un lenguaje próximo a nuestras críticas11 ; no nos cabe la menor duda que esta campaña de desprestigio contra la nueva insurrección anárquica responde a su propia agenda partidista.
Evidentemente, no vamos a caer en la psicosis conspiranoica de las sectas leninistas (de Trotskos a Stalinos) que se esmeran en poner en entredicho el origen de «vastos recursos económicos con los que extrañamente opera el GCI en más de quince idiomas»; insinuaciones obscenas que pretenden imputarle obscuros nexos con la CIA y delirios similares. Tampoco nos vamos a hacer eco de las denuncias de otros grupos marxianos revolucionarios que intentan hacerle competencia y le acusan de haber «engañado a muchos elementos en búsqueda de posiciones políticas, particularmente a los que están influenciados por el anarquismo, con sus frases ultra radicales y su exaltación de la violencia12 ».
No suscribimos estas difamaciones y repudiamos enérgicamente esta metodología propia de las sucias maniobras del enemigo. Conocemos al GCI y nos consta –pese a las abismales discrepancias– que todas esas “acusaciones” son viles calumnias de la socialdemocracia que no les perdona una sola de sus críticas ni los constantes llamados a luchar contra toda la demagogia de los verdaderos parásitos de la Revolución (desde los bolches a los castristas). Sería deshonesto y cobarde sumarnos a esa retahíla de infamias en lugar de enfrentar nuestras divergencias en la confrontación directa de posiciones. Sin duda, es el camino más fácil para “anularles” y también el más indecoroso.
Nos queda muy claro que el GCI no es una de las tantas tapaderas de la CIA tan frecuentemente agazapadas en las tiendas izquierdistas y en las “gloriosas” narcoguerrillas que aún abundan. Para nosotros el GCI es otra cosa. Se trata de una entelequia mitad Iglesia y mitad partido que ha perdido todo contacto con la realidad al quedar varada en la ideología obrerista. Al no aceptar la realidad de la derrota, el descalabro y la liquidación del proletariado, lo que fuera la expresión más crítica del marxismo –a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado– ha quedado atrapada en una perspectiva ficticia bajo la lente deformante de la ideología, degenerando en una secta de lunáticos trasnochados, incapaces de extender y radicalizar el ataque contra el sistema de dominación contemporáneo, negándose a reconocerse atascados en el obrerismo y las formulaciones de dicha ideología.
Este descenso estrepitoso del GCI —provocado por su ceguera ideológica— lo ha convertido en un dique contenedor del sedicioso despertar anárquico que dificulta el natural desarrollo del nuevo imaginario subversivo. Esta camarilla neutralizadora de los individuos más irreductibles, merece ser enfrentada con mayor contundencia por quienes buscan destruir esta podrida sociedad en lo concreto.
III
Generalmente, suele confundirse el “insurreccionalismo” con la guerrilla anarquista y no sin algo de razón, ya que a partir de la experiencia guerrillera de algunos grupos libertarios ―primero en el Estado español (durante la lucha anti franquista) y, más tarde, en Italia― es que se va perfilando la inminente necesidad de superar toda estructura armada jerárquica y de abandonar, de una vez y para siempre, el culto al fusil. Precisamente, desde la crítica a las armas, a su culto y sus profesionales (los “técnicos” de las armas), es que van a madurar las bases teórico-prácticas de la propuesta insurreccional anárquica contemporánea13 .
La guerrilla anarquista tiene su prehistoria en la Makhnovstchina, en Ucrania de 1918, con la irrupción del ejército insurgente de los campesinos y obreros bajo la dirección político-militar de Néstor Makhno14 . De igual manera y salvando las distancias, se podría mencionar el reclutamiento de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, agrupando a los liberales más aguerridos bajo las directrices de Ricardo Flores Magón. Aún más atrás en la historia, pueden rastrearse sus antecedentes en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, en el año de 1875, con las milicias de auto-defensa anarquistas y socialistas, agrupadas en el Irish Labor Guards (Guardias Obreras Irlandesas); Bohemian Sharpshooters (Francotiradores Bohemios) y; la segunda y tercera compañía de la Lehr-und-Wehr Verein (Sociedad para la Educación y la Defensa), donde militaban obreros y artesanos inmigrantes de origen alemán e irlandés (principalmente), quienes se enfrentaban a tiros con la policía en auténticas batallas campales y realizaban prácticas de entrenamiento con mosquetones y bayonetas. Llegando, incluso, en 1879, a desfilar uniformados por las calles de la ciudad en conmemoración de la Comuna de París15 .
La guerrilla anarquista tiene sus referentes inmediatos en los años sesenta y setenta del pasado siglo, con la conformación de organizaciones guerrilleras de accionar urbano, inspiradas en las milicias libertarias durante la defensa antifascista de la revolución española de 1936 a 1939, esencialmente, en la resistencia libertaria post revolucionaria. En este contexto, nos viene a la memoria la OPR-33 y el Grupo Primero de Mayo, por citar un par de ejemplos, a cada lado del Atlántico.
Después de la brutal derrota del anarcosindicalismo y el desmantelamiento del gobierno republicano, a manos del ejército nacionalista comandado por el General Francisco Franco, se mantuvieron pequeños focos de resistencia armada que, a la postre, serían aplastados de manera bestial por las fuerzas fascistas. Los que lograron sobrevivir se vieron obligados a exilarse en Francia y/o a pasar a la clandestinidad. La gran mayoría de los que alcanzaron llegar a Francia terminaron en los campos de concentración, mientras que los que continuaron en suelo español, tuvieron que enfrentar (casi sin excepción) la cárcel, el paredón de fusilamiento o el garrote vil.
Algunos militantes de las vertientes principales del anarquismo español16 se reagruparían desde el exilio y constituirían en febrero de 1939 el Consejo General del Movimiento Libertario Español: contando con la representación de las ramas sindical, específica y juvenil.17 Al declararse la Segunda Guerra Mundial, la nueva coordinación pasó a ser una entelequia sin mayor significado al quedar totalmente desvinculada de la base; viéndose obligados los militantes a auto-organizarse para mantenerse en contacto. Es hasta 1947 que retoma fuerzas la guerrilla anarquista, principalmente de carácter urbano, con la creación del Movimiento Libertario en Resistencia (MLR) en Cataluña. Esta organización «dedicada al combate en todas sus formas contra el franquismo», contaría, desde el primer momento de su formación, con la oposición hostil del sector inmovilista, mayoritario al interior del Movimiento Libertario Español (MLE) en el exilio.18 La disolución del MLR, se consumaría después del II Congreso de Federaciones Locales del Movimiento Libertario Español-Confederación Nacional del Trabajo (MLC-CNT), celebrado en Toulouse, Francia, a finales del mes de octubre de 1947. Vale destacar que los delegados del MLR no fueron autorizados a participar en el Congreso como miembros del MLR sino que «tuvieron que limitar su acción a comités y militantes, con la esperanza de encontrar en alguna parte cierta compresión».19
Sería el propio Comité Revolucionario del MLR quien extendiera el acta de defunción del organismo, en una carta fechada el 21 de febrero de 1948, dejando asentados los verdaderos motivos de su abrupto final:
«El MLR ha sido maniatado por la propia afinidad. No sólo no hemos dado un paso hacia la libertad, sino que desandamos camino. […] Hoy en día, el MLR, de hecho, no existe, pues a pesar de que no se ha dado por liquidado y que sigue presto a resurgir si no ha de enfrentarse con los propios compañeros, el caso es que no se mueve y una a una va perdiendo, poco a poco, todas sus posibilidades. […]»
El fin del MLR era la confirmación de una muerte anunciada mucho antes de su nacimiento, desde la llamada “escisión confederal” de 1945, donde quedaba sentenciada toda resistencia al franquismo auténticamente refractaria. Esta ruptura dejaría dividido al anarquismo español en dos movimientos irreconciliables, haciéndose la guerra y malgastando sus mejores energías en polémicas orgánicas que los paralizaban política y revolucionariamente.20 Como argumentan Alberola y Gransac, la expresión “libertario” fue ganado fuerza al interior de la tendencia colaboracionista frente a la definición “anarquista”; como consecuencia lógica del período de «colaboración gubernamental» del movimiento anarquista durante la guerra civil.21
Sin embargo, el hecho de ser excomulgados por el “oficialismo” anarquista, no limitó la articulación insurreccional de infinidad de grupos de acción anti-autoritaria en el Estado español, que se sucedieron desde entonces hasta finales de la década del setenta y principios de los ochenta22 . Sobre estos presupuestos, también tomaron cuerpo diferentes agrupamientos guerrilleros de claro signo ácrata en el transcurso de las décadas del 70 y 80 en diferentes regiones del mundo, marcados por el “culto a la clandestinidad” y la adoración a la metralleta e inspirados en las elucubraciones de Abraham Guillén. Empero, si hoy leemos detenidamente los textos del incansable anarcosindicalista, no sólo percibiremos el natural tufillo añejo de sus consideraciones –ubicadas en los albores de la segunda mitad del siglo pasado, en plena “guerra fría”– sino que encontraremos las típicas “contaminaciones” que distinguen a esa época dada, marcada por la imposición de una agenda determinista e inapelable que aseveraba el inminente “triunfo del Socialismo sobre la faz de la Tierra”.
El propio Guillén, años más tarde, terminaría por reconocer estas contaminaciones. En más de una ocasión, me compartiría su consternación ante el trágico derrotero de estos contagios. Evidentemente, las influencias de la ideología socialdemócrata –con sus conceptualizaciones (“nacionalismo revolucionario”, “anti-imperialismo”, “justicia social”, “sectores progresistas de la sociedad”, “frente unido democrático”, “liberación del pueblo trabajador”, “poder popular”, etc.)– también habían hecho mella en nuestras tiendas y continúan haciendo.
Estos estragos no sólo estarían presentes en las obras de Guillén sino en las mismas reflexiones del Grupo Primero de Mayo23 y de tantísimos grupos guerrilleros anarquistas que se manifestaron durante la década 69-79 del siglo pasado. Desde luego, no podemos sacar de contexto estas experiencias. Mucho menos abordarlas desde la crítica moralizante . La “contaminación” ideológica de entonces era incuestionablemente producto del aprendizaje práctico de un sector dinámico del anarquismo, empeñado –en cuerpo y alma– en la liquidación definitiva del inmovilismo apoltronado en el “movimiento” desde la derrota del anarcosindicalismo.
Sin duda, estas “contaminaciones” ideológicas se verificaban en todos los bandos implicados en la crítica armada, lo que en su momento le conferiría un contundente ataque, de parte de los marxianos más recalcitrantes, a los agrupamientos armados de signo guevarista que desarrollaban su actividad guerrillera en áreas metropolitanas, particularmente en Europa, Canadá y EE.UU, influenciados por las reflexiones de Guillén. Conocidas configuraciones guerrilleras urbanas como los Weathermen, el SLA, el BLA, la RAF y, aquí en México, la Liga Comunista, fueron diagnosticadas entonces como “enfermitos”, portadores del síndrome anarquista, por su propensión a la confrontación con el aparato burocrático-policial del Estado.
“Estrategia de la guerrilla urbana” (1966), “El error militar de las izquierdas”, “Evaluación de los Tupamaros Uruguayos”, “Lecciones de la guerrilla latinoamericana” y un sinfín de textos elaborados por Guillén, hoy se ostentan como indiscutibles lecciones a capitalizar. Leídos en perspectiva, nos aportan infinidad de insumos que nos permiten comprender a cabalidad los diferentes escenarios sociales, políticos y económicos de los conflictos y conflagraciones donde se desarrolló la guerra de guerrillas como estrategia de lucha. Igualmente nos ofrecen la oportunidad de reconocer errores que se tendrán que tomar en cuenta al momento de realizar el inminente corte de caja. Así mismo, nos regalan puntuales críticas al castrismo y al guevarismo que debemos reconocer por su innegable clarividencia. Sin embargo, si hacemos esta lectura sosegadamente, identificaremos la presencia de concepciones continuistas y recuperadoras, propias de ese “anarquismo de transición” que caracterizó a esos años de desvaríos y retrocesos, que nada tienen que aportar en nuestros días.
Esos textos revelan la enorme desesperación y el grado singular de frustración que distinguió a esa época; empero, habría que aclarar que Guillén, en el marco histórico que le es propio, sólo puede provocarnos admiración y reconocimiento, mucho más allá del debacle teórico -práctico que haya provocado con la puesta en práctica de esa variación/corrección poco original de “La guerra de guerrillas”.
IV
Desde la visión rupturista –que invita a pensar un “anarquismo postclásico” capaz de ofrecer nuevos itinerarios– la nefasta ideología de la lucha armada sólo puede conducirnos a la dictadura de su vanguardia y al gregarismo más elemental. De ahí el natural distanciamiento y la pertinaz distinción entre “vía armada” y “lucha armada”. La “vía armada”, además de no renunciar a la violencia refractaria como único método factible para confrontar la violencia sistémica, brinda la auspiciosa posibilidad de apuntar las armas contra las ideologías, incluida la ideología de la “lucha armada”.
La “lucha armada” es una estrategia de guerra históricamente utilizada por un sinnúmero de proyectos políticos generalmente encaminados a la toma del Poder. El uso de las armas no implica en sí el carácter o el ideal de dicho proyecto. Incontables organizaciones políticas de la mano del programa socialdemócrata, continúan empleando en la actualidad la estrategia guerrillera. Sencillamente, utilizan las habilidades militares como técnica de coacción para sustentar sus demandas. La política también puede consumarse mediante el uso de las armas. Este axioma, sin duda, revalida la máxima del general prusiano Carl von Clausewitz: «La guerra es la continuación de la política por otros medios». Pero, a diferencia del otrora director de la Academia Militar Prusiana de Berlín, los anarquistas somos apolíticos. No nos interesa continuar con la política por ningún medio.
La ruptura insurreccional anárquica no puede reducirse a la “lucha armada”, a no ser que se pretenda limitar el vasto campo de beligerancias y contingencias que ofrece la manumisión de todas las pasiones, restringiéndose a la utilización acotada de algunas herramientas que invariablemente desembocan en el estrepitoso retroceso de las aspiraciones anarquistas.
En este sentido, tanto en México como en el resto de Latinoamérica, debemos comprender la dimensión real que cobra toda la contaminación ideológica y las influencias del enemigo. La socialdemocracia electorera y la socialdemocracia armada, han contagiado a amplios sectores anarquistas con toda su bazofia izquierdista, frentista, obrerista y populista, usándonos directa e indirectamente como carne de cañón para sus fines, diametralmente opuestos a los objetivos de liberación total.
V
A finales de la década del setenta y a lo largo de los ochenta del siglo pasado, comenzó a registrarse un fastuoso proceso de reactualización del anarquismo, inaugurado por un grupo de compañeros dispuestos a afrontar (en la práctica) las luchas de contra-poder y erradicar el nefasto inmovilismo que había hecho nido en tiendas ácratas. Tras un profundo balance reflexivo de las luchas del movimiento anarquista histórico y un análisis consciente de las mutaciones del capitalismo en la era de la “globalización”, emergían nuevos entendimientos y diferentes concepciones que ya no correspondían con las prácticas y modelos de organización y acción que durante casi un siglo le habían otorgado al anarquismo su peso específico y sus rasgos definitorios e intransferibles.
Así, tomaba vida un anarquismo recontextualizado, rejuvenecido y transgresor, que recuperaba su aliento insurreccional y su capacidad de respuesta. Este entramado de propuestas y consideraciones sería conocido al interior del “movimiento” como tesis insurreccionales, popularmente certificado como “insurreccionalismo” y, sin lugar a dudas, Alfredo María Bonanno, sería su más esclarecido impulsor.
Bonanno, sin abandonar la práctica anárquica, se dedicó a sistematizar las reflexiones de esa etapa, produciendo incontables textos que, sin percatarse, irían desarrollando un cuerpo teórico (aún inconcluso) resultante del riguroso ejercicio de la crítica subversiva y del deseo. Sería Alfredo Bonanno quien desarmara de manera contundente todo el culto a las armas, la lógica del “especialista” (revolucionario profesional) y la estructura clandestina, tan presentes en los agrupamientos guerrilleros anarquistas.
De la mano de estas concepciones, echaría raíces un nuevo talante anárquico que embonaría sin dificultad alguna con una cultura juvenil, irreverente y transgresora, dispuesta a sustituir –sin mayores remordimientos– el viejo modelo sacrificial y circunspecto del anarquismo “clásico”, por uno mucho más flexible y espontáneo, anteponiendo la creatividad, el desenfado, la alegría e incluso el placer de la acción anárquica, al inmovilismo burocrático y al estancamiento conservador en el que se hallan sumidos los recipientes organizativos tradicionales –rígidos y asfixiantes–, que aún insisten en exonerarse insensiblemente del necesario esfuerzo de actualización teórico-práctica.
Esa nueva cultura anárquica, fraguó –acorde a los intentos de actualización teórico-práctica que la animaban– una extensa gama de reajustes y renovaciones conceptuales, reubicando los eternos temas de preocupación ácrata, replanteándose los viejos tópicos de la consecuencia entre medios y fines, el derrocamiento del Estado-capital, la Revolución Social y la construcción del Comunismo libertario (superlativamente atados a las concepciones teórico-prácticas del siglo XIX); junto a las nuevas revalorizaciones en torno al mito de la centralidad de la “clase obrera”, la pretendida expropiación de los medios de producción (y su inmediata colectivización como pase automático al Comunismo libertario), la autogestión de la lucha, la insurrección generalizada y, por supuesto, el tema de la organización.
Para mediados de la década de los setenta, Bonanno deja inscritos algunos aportes sobre la cuestión organizativa en su libro Autogestión24 , donde –pese a las notables influencias de la época (autonomía obrera)– concluye que «En la práctica, el problema organizativo presenta dos aspectos: uno real y otro imaginario» 25 . Ubicando el primer aspecto, en relación directa con el desarrollo de la lucha y, en consecuencia, como la esfera donde surgen las necesidades reales de organización «cada vez más precisas». Mientras, que el aspecto ficticio o “imaginario”, propio de un medio «puramente intelectual», lo sitúa en relación inversa al desarrollo de la lucha: «a medida que disminuye la intensidad del conflicto, crecen las cavilaciones y las teorías26 ». E inmediatamente nos aclara que «Naturalmente, esto no quiere decir que la organización, creada en relación con la lucha concreta, no necesite del análisis teórico adecuado o que no deban considerarse los resultados y los análisis de las luchas precedentes. Únicamente significa que, en los períodos de “paro” revolucionario, florece la actividad de los intelectuales que se entregan a sus reflexiones personales, perdiendo la medida de la realidad27 ».
A partir de la experiencia y con el transcurso de los años, Alfredo irá completando el tema organizativo, en la medida en que fue superando las influencias autonomistas y profundizando la actualización teórico-práctica del anarquismo. De tal forma, nos entregaría (veinte años después) unas reflexiones mucho más acabadas en torno a la organización anárquica en su charla de Cúneo de enero de 1995 intitulada “Anarquismo y Democracia”, que bien vale la pena retomar: «Una organización anarquista, que se proyecta hacia el futuro, debería ser más ágil. No pude presentarse con las pesadas características, cuantitativamente hablando, de las estructuras del pasado. No puede presentarse mediante su dimensión de síntesis como, por ejemplo, se hacía en el pasado, cuya estructura organizativa pretendía resumir la realidad en su interior a través de “comisiones” específicas que abarcaban múltiples problemas y que después, tomaban sus decisiones en el congreso periódico anual y se pronunciaban basándose en tesis que probablemente se remontaban al siglo pasado. Todo esto tuvo su época, no porque haya transcurrido todo un siglo desde que fue ideado sino porque la realidad ha cambiado.» 28 . En esta misma conferencia, hacía énfasis en la necesidad de la formación de pequeños grupos de afinidad que a su vez, estrechen contacto y se coordinen mediante la organización informal, dando paso a nuevas tesis sobre la organización anárquica y al desarrollo de la denominada Tendencia Informal Anarquista.
VI
La Tendencia Informal Anarquista o nuevo insurreccionalismo anárquico, es la tendencia teórico-práctica que, a partir de la segunda mitad de la década de los 70, concretamente desde el año 197729 , se va configurando como referente específico al interior de la multiplicidad de variantes que conforman el pensamiento anarquista. Sin embargo, sus orígenes se remontan a las últimas dos décadas del siglo XIX y las primeras tres del siglo pasado; encontrando sus fundamentos en un conjunto de reflexiones y métodos implementados, principalmente, en Francia, Italia, Bélgica, Suiza y Estados Unidos, denominado (despectivamente) “anarquismo ilegalista”; asimismo, edifica sus bases en torno a la corriente anti-organización italiana, sólidamente constituida sobre el individualismo stirneriano , el futurismo anárquico y los planteamientos anarco-nihilistas.
Lo que a finales del setenta –del pasado siglo XX– fue apenas un intento de actualización del informalismo anárquico a partir de la re-elaboración teórica de la práctica antisistémica de un puñado de grupos de afinidad e individualidades anárquicas en Italia (plasmada, la mayoría de las veces, en las páginas de las revistas Anarchismo, Insurrección y Provocazione), pronto comenzaría a ejercer su influjo en sectores críticos al interior del oficialismo anarquista.
Bautizado como “insurreccionalismo” cobraría vital importancia en la década de los ochenta en Italia y Grecia. Su teoría y su práctica se propagarían rápidamente en los noventa, extendiéndose a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Estado español, Francia y Gran Bretaña, logrando presencia, desde el año 2000 en América Latina. Constituyendo un fenómeno que, al margen de puntuales diferencias, comparte fisonomías comunes en su proceso de afirmación como ente sedicioso diferenciado.
Entre los rasgos característicos de la Tendencia Informal Anarquista (TIA), hay que señalar la marcada preferencia por la organización de la necesidad del ataque (Versus la necesidad de la organización) a través de coordinaciones volátiles entre grupos de afinidad; la redoblada insistencia en la autonomía individual y; la elección consciente por la acción directa. Sin demasiado lugar para las dudas, esta “marcada preferencia” por la organización de la necesidad del ataque, contrastante con la “necesidad” de la organización –que tanto preocupa a los entusiastas hacedores de organizaciones ficticias–, es la columna neurálgica del informalismo anárquico.
Para la TIA, la organización del movimiento real –en el hipotético caso que llegara a concretarse– será fruto del desarrollo de la consciencia individual antiautoritaria y de la extensión del ataque. El ataque concreto impondrá la necesidad de organización como propuesta de actuación de las individualidades anárquicas y las minorías refractarias frente a las estructuras de dominación y sus personeros. Sin embargo, el peso específico de las minorías antiautoritarias que enarbolan esta tendencia, no se registra en el número de ataques ni en los daños que ocasionen al enemigo; la gravitación de estas minorías actuantes radica en la expansión geométrica del ataque y en la toma de consciencia antiautoritaria.
Entre las principales particularidades de la TIA, además habría que incluir el rechazo determinante a las mediatizaciones seductoras, a las transiciones edulcoradas y a cualquier forma de conciliación, compromisos o negociaciones que la desvíen de sus prácticas inmediatas. De igual forma, la tendencia se define categóricamente no tanto al margen sino en contra del marxismo-leninismo y su degeneración reformista -autoritaria, fundamentando su enfoque en la necesidad de liberar al materialismo del dogma determinista dialéctico de Marx 30 y; en la traición histórica del leninismo.
Otra puntualización a subrayar, como signo común del informalismo anárquico, es su marcado hincapié en la autogestión del ataque 31 , ubicando al proyecto antiautoritario como proyecto enérgicamente autogestionado, sin dejarlo a merced de las “piadosas intenciones” y el desarrollo armónico de las leyes del universo. Fundando así el proyecto anárquico en la autogestión del ataque, con redoblado ahínco en la condición negadora y el espíritu destructor propio de la Anarquía.
En tal sentido, la TIA no se presenta como la solución de los “problemas sociales”, tampoco se ostenta como un nuevo artículo del mercado de las ideologías enfocado en la captación de adeptos; mucho menos tiene como finalidad la puesta en práctica de un puñado de ideas pre enlatadas. La TIA no lucha por un “mundo mejor” ni por alcanzar la “sociedad ideal” –llámese Comunista, Anarquista o como quieran denominarle. No cree en milagros, menos aún en sociedades utópicas y modelos universales de convivencia humana, por ello, no se desgasta en “maquillar” la imagen para consumo público de ese producto intangible que denominan Utopía.
La TIA está convencida de que la “sociedad anarquista” no se concretará mañana en la mañana. Es más, tiene casi la certeza que muy probablemente nunca se consuma. Y le tiene sin cuidado. Pero esto no significa que la Anarquía no sea posible aquí y ahora. Para la Tendencia Informal Anarquista, la Anarquía no sólo es posible sino que se concreta de manera efímera cada vez que se realiza una expropiación exitosa; se constata en esos breves instantes en que se ilumina la noche con el fuego refractario; se confirma en cada fuga de prisión; se verifica con la eliminación física del enemigo.
Para la TIA la Anarquía es el constante avance hacia el horizonte inalcanzable. Es la búsqueda incesante de libertad irrestricta. Es la inextinguible lucha por el fin de la domesticación. Es la propagación consciente del caos y sus consecuencias. Es la inagotable tensión de nuestra reafirmación como individuos únicos e incontrolables. Por eso, no le apuesta a la Revolución.
Si por Revolución habremos de entender aquellos levantamientos insurreccionales generalizados en los cuales el pueblo en armas es capaz de abatir –en lapsos relativamente breves y a pesar de la férrea resistencia de las clases hegemónicas– las estructuras de dominación y las relaciones de privilegio de sus sociedades, para construir inmediatamente, en forma espontánea o previamente programada, un devenir exhaustivamente anárquico, igualitarista y solidario; entonces, no nos quedará más alternativa que renunciar a ella.
“Renunciar” a la Revolución: he aquí, finalmente, frente a nuestra mirada nostálgica, la tarea teórico-práctica que nos impone tanto la experiencia histórica como nuestra propia y actual secuencia de razonamientos. Lo cual, por supuesto, no implica una pueril e ilógica declaración de paz ni la renuncia a la violencia antisistémica, tampoco constituye el agorero pronóstico de que jamás habrán de producirse acontecimientos sociales que se le parezcan. Sí implica, en cambio, que el anarquismo contemporáneo ya no puede girar en torno a esa idea ni danzar a su influjo, ya no puede sostenerla como piedra de toque de sus prácticas y ya no puede depender exclusivamente de sus eventuales “avances” y de sus hipotéticos “retrocesos”.
“Renunciar” a la Revolución, además, bien puede ser la oportunidad para abrir un espacio de reflexión sobre las revoluciones: grandes o pequeñas, triunfales o fallidas, amplias o estrechas, abiertas o puntuales, multitudinarias o individuales. En este espacio teórico, las prácticas anárquicas y sus derivaciones sólo podrán evaluarse a partir de sus consecuencias reales e inmediatas y no como escalas de aquel viaje a la Arcadia definitiva en la cual la historia recibiría el homenaje de su punto final. Ahora, nuestra historia y nuestras revoluciones habrán de conjugarse en tiempo presente y sólo pueden ser intuidas y gozadas en su impertérrita actualidad.
Las revoluciones, a diferencia de la Revolución, ya no podrán disfrutarse por el cálculo de su inminencia ni ser sufridas por su ausencia o su alejamiento sino que sólo podrán ser una constelación de oportunidades y de gestos concretos y capaces de subvertir, siquiera momentáneamente, la lógica del Poder. Más allá de esta referencia elemental, de por sí ampliamente suficiente, las revoluciones anarquistas ya no contarán con ningún catálogo de sacramentos a cumplir sino con una nutrida floración de pecados a perpetrar impulsando esos instantes de caos y Anarquía hasta las últimas consecuencias.
VII
Quienes buscan demoler esta podrida sociedad desde sus cimientos, han ido bosquejando un nuevo imaginario sedicioso que ha germinado caótica y vertiginosamente en nuestras narices, conformando una estructura concreta de pensamiento y acción desprovista de ideologías y programas totalizadores que pretenden contener y controlarlo todo bajo un orden social alternativo. Si esto es así, cabe conjeturar que, si el anarquismo clásico se concibió a sí mismo como un orden social alternativo, el anarquismo contemporáneo sólo puede imaginarse, inversamente, en tanto caos alternativo.
Consideraciones parecidas habría que hacer respecto a la historia, la cual difícilmente puede seguir siendo concebida como la expresión de una racionalidad desplegada en forma lineal y progresiva, de la cual el Comunismo Libertario no sería más que su expresión final. El anarquismo, por lo tanto, no puede ser entendido como si se tratara de un destino sino en tanto manifestación y tensión teórico-práctica de una necesidad subjetiva, de una voluntad individual y colectiva, de un deseo y hasta de un capricho. Habrá que desprenderse también de las concepciones tradicionales de la ciencia positivista que abonan esa representación ordenada del mundo y de su historia, para fundar ahora una crítica subversiva renovada en las formas alternativas de conocimiento, muchas veces procedentes de fuentes insospechables y que hoy asedian su pretendida integridad.
En esta concepción alternativa, que sugiere una nueva forma de pensar, encontraremos a Heisenberg hackeando al determinismo agonizante y sugiriendo incertidumbres y aleatoriedades 32 ; divisaremos a Gödel trepanando las clausuras lógicas de la ciencia y sustituyéndolas con su principio de incompletitud o a Russell bautizando la crisis de los fundamentos33 ; un poco más próximo a nosotros, veremos a Lorenz sosteniendo que en el comienzo y en el final es el caos e insinuando que el orden tal vez no sea más que una construcción cultural34 ; junto a él labora Prigogine, buscando hacer a un lado la noción de ley y entablar una nueva alianza en sustitución de la ciencia clásica35 ; casi al lado nuestro juega Kosko afirmando contra viento y marea, Aristóteles y Kant, que el pensamiento es borroso36 y más lejos podremos avistar a Weinberg reconociendo que el estudio de los sistemas estables no es más que la incapacidad para apropiarse de una realidad en movimiento37 . Acá cabalga la pandilla de los pensadores a secas y entre los jinetes se puede reconocer a Lyotard afirmando que la ciencia levanta ya una forma paralógica de legitimación frente al mercantilismo rampante de la legitimación performativa38 ; a su lado, un revoltoso Deleuze pelea por demostrar que ante la ciencia de Estado ha estado planteada desde siempre la alternativa de la ciencia nómade39 ; a su lado, Feyerabend proclama que el relativismo y la negación del método han sustituido hace rato al racionalismo crítico40 ; más allá viene Derrida agregando escozores de su propia cosecha y argumentando la indecidibilidad entre dos o más enunciados41; a su turno, Baudrillard sostiene que la objetividad científica ha caducado y propone sustituirla por la objetividad radical 42 ; más rezagado aparece Balandier, exponiendo y justificando el despliegue de una ciencia disarmónica43 y, en medio de todos ellos, Foucault, que nos convoca nuevamente a pensar de otro modo44 .-
Pero, más que en las nuevas configuraciones de la realidad, más que en una forma nueva de pensar, la crítica subversiva renovada del nuevo imaginario sedicioso o de esta suerte de neo-anarquismo que concurrimos, ha de sustanciarse, modelarse y reconocerse –tal como fuera más de un siglo atrás, en los tiempos de Bakunin y sus contemporáneos– en el contexto de las luchas propias de nuestro tiempo, aportando a las mismas sus inconfundibles marcas de “fábrica”. Una vez más, por lo tanto, como en aquel lejano momento de la doble ruptura bakunista45 , habrá que recrear ese resumen teórico-práctico irrepetible que albergue en su interior las huellas fundamentales de nuestra época: habrá que hacerlo a partir de las circunstancias y las estructuras políticas, económicas y sociales concretas que se abren a una mirada todavía sorprendida por la novedad; habrá que hacerlo atendiendo a un cuadro de conocimientos y sensibilidades que ha trastocado todas las certezas decimonónicas fundamentales; habrá que hacerlo, finalmente y sobre todo, desde las refriegas que hoy se proponen como estigmatización inequívoca del Poder en cualesquiera de sus formas, campos y dimensiones. Todo lo cual, por supuesto, está muchísimo más allá de las posibilidades de este texto, muy por encima de las posibilidades abiertas a partir de inspiraciones solitarias y, en el mejor de los casos, sólo puede ser tarea accesible para una generación en estado de alerta y de reyerta permanente.
En este terreno, habrá que realizar algunas distinciones conceptuales que quizás puedan sugerir, en un análisis más detenido que el presente, formas diversas de articulación anárquica. En tal sentido, consideramos que un repaso de la confrontación antisistémica en curso bien puede acercarnos –aunque ello no sea más que en forma circunstancial– al andamiaje teórico-práctico de estos nuevos refractarios “hasta las últimas consecuencias”.
Gustavo Rodríguez.
1. Para nuestro compañero Rafael Spósito (Daniel Barret), el informalismo anárquico «resulta ser tanto una réplica actual de los esquemas prevalentes en el anarquismo histórico como un rescate teórico consistente y enérgico de las prácticas insurreccionales clásicas. Su incorporación al espectro de corrientes libertarias en Latinoamérica es relativamente reciente y quizás quepa considerarla potencialmente —si no en todos, al menos sí en buena parte de los casos— como una asíntota de lo que en Europa se entiende por insurreccionalismo; una concepción fecunda y abierta que frecuentemente es reducida en términos espectaculares a sus expresiones violentas y que, en esa medida, termina siendo tan vilipendiada como desconocida por propios y ajenos. Su aparición en el tiempo, entonces, impide todavía una visualización clara y por ello, es preferible hablar antes de “informalismo” organizativo que de un insurreccionalismo plenamente constituido como tal. En ese sentido limitado podrá decirse, por lo tanto, que en algunos países latinoamericanos —Argentina, Uruguay, México y quizás también, por indicios parciales, en Chile, Ecuador y Venezuela— comienza a abrirse paso con fuerza variable una corriente impugnadora de los modelos organizativos tradicionales. Incluso, es muy probable que la propia naturaleza mercurialmente inasible de tales grupos encubra una incidencia mucho mayor de la que está en condiciones de detectar un trabajo de relevamiento con las características del presente». Vid., Daniel Barret, Los sediciosos despertares de la Anarquía, pág. 168; Libro de Anarres/Terramar Ediciones/Editorial Nordan, Buenos Aires, 2011.
2. Gutiérrez, José Antonio, Notas sobre el artículo “Anarquismo, Insurrecciones e Insurreccionalismo”, 2006. Disponible en: http://www.anarkismo.net/newswire.php?story_id=4456
3. Vale clarificar, que cuando extendemos el “acta de defunción” al anarco-sindicalismo, lo hacemos en relación a su condición de paradigma; es decir, como “modelo” a seguir, digno de “imitaciones”, réplicas y adaptaciones en los distintos lugares y/o situaciones donde se verifica presencia concreta del anarquismo. Esto no debe entenderse necesariamente como una crítica en el contexto histórico que le es propio. Más allá de los aciertos y desatinos del anarco-sindicalismo durante el período clásico, particularmente en España de 1936 a 1939, reconocemos la entereza de sus bases; sin por ello soslayar las denuncias puntuales contra el ministerialismo, la colaboración y complicidad de sus dirigentes durante la segunda República; así como, el inmovilismo contrarrevolucionario de esta casta burocrática en los años de exilio. De igual forma, en relación al anarcosindicalismo, mantenemos presente los cuestionamientos pioneros de Enrrico Malatesta durante su debate con Monnatte, en el Congreso Anarquista de Ámsterdam en agosto de 1907, entendiéndolo como una deformación del anarquismo.
4. Bajo este esquemático y ambiguo término hemos agrupado el conjunto de tendencias que anteponen la evolución progresiva de la Humanidad a la transgresión y la lucha antisistémica encaminada a la confrontación permanente con la dominación. Evidentemente, estamos conscientes que el concepto “anarquismo” acoge una amplia variedad de tendencias y variantes, sin que ello impida la crítica contundente a los desvaríos ideológicos ajenos a los principios que dan cuerpo y vida al anarquismo.
5. Es de señalar, la proximidad e interconexión de estas “categorías”, es decir, la estrecha relación existente entre el libertarianismo humanista-antiautoritario y, el denominado anarquismo evolucionista.
6. Hacemos referencia a los casos más notorios, a manera de ejemplo, de las organizaciones y colectivos que limitan su “lucha” a la permanencia de una publicación o a la subsistencia de un local; entiéndase que este señalamiento no aplica para aquellos colectivos, grupos de afinidad o individualidades que articulan la cotidianidad de la lucha concreta contra el sistema de dominación, con el empleo eficaz de estos medios, asumiéndolos, precisamente, como medios (o sea como herramientas útiles de confrontación, contrainformación y propaganda ácrata) y no como fin en sí.
7. Indudablemente, la cohabitación con el Poder, a menudo inconsciente, causa enormes ilusiones y conlleva a creer en la magia de manera religiosa: La destrucción del sistema de dominación y la concreción de la Anarquía, por arte de magia. Esto es lo que hemos denominado anarquismo “místico”. Ese que constantemente recurre a la “programación mental” y a la “Ley de la atracción” para llegar a la Anarquía. Qué insiste en “pensar positivamente” y desear con todas las fuerzas el fin de la dominación porque “los pensamientos determinan la realidad” y así “sólo el bien es real y el mal desaparece”, llamando con esto a la inmovilidad y el conformismo. Desde luego, el empleo del término “místico” no es fortuito. Con él procuramos apuntar la existencia al interior de nuestras tiendas de cierta perspectiva contraria a la esencia anárquica misma. Pero, ahora no pretendemos abordar este tema de manera exhaustiva sino únicamente señalar la presencia de esta peculiar “configuración” en el seno del ecléctico “anarquismo idealista”.
8. Para una pequeña muestra de estos desarrollos es útil recurrir –así sea a efectos de información general– a la Crónica del encuentro anarquista de ST. Immier: http://grupolibertarioacciondirecta.wordpress.com/2012/08/25/cronica-encuentro-anarquista-stimmier-2012/#more-1405. En un tramo del texto, el Grupo Libertario Acción Directa (GLAC), alude a la organización mínima y las tácticas insurreccionales, afirmando que: «ejemplos como el de Grecia ponen en evidencia que la organización mínima y las tácticas insurreccionales dificultan mucho, cuando no impiden, la participación significativa en los movimientos sociales y las revueltas populares. A pesar de que los compas derrochan dedicación, constancia y valentía, su falta de estructura les impide recoger los frutos de su actividad y proponer líneas de trabajo coordinadas que hagan avanzar los movimientos espontáneos hacia instancias revolucionarias». De nuestra parte, a modo de acotación que introduce una distinción necesaria respecto a la posición del GLAD, cabe decir que, en lo concreto, lo que dificulta mucho –cuando no impide– el avance de la Anarquía, son estas concepciones populistas aferradas al culto a la Revolución y sus viejos esquemas de organización y acción, mediante las que se asignan un rol “orientador” más allá de la situación y la disposición reales de la servidumbre voluntaria, imponiendo la espera y el inmovilismo al anarquismo. En contraste con los postulados del GLAD los integrantes de la Conspiración de las Células del Fuego (CCF) de Grecia, señalan que el nuevo anarquismo «Anula las cohibiciones y desarma las excusas que invocan a “la necesidad de un movimiento de masas para que sea factible la insurrección anarquista”. Nosotr@s decimos que la hora es ahora y el lugar es aquí mismo en cualquier parte donde nos encontremos. No aplazamos para mañana algo que podemos hacer hoy. Un grupo decidido y minoritario de anarquistas de praxis es mil veces más tenaz que la falta de firmeza de un gentío cobarde y sumiso de oprimid@s. No tenemos ninguna razón para esperar a nadie». Vid. Conspiración Ácrata, “Una conversación entre anarquistas”, recogido en http://liberaciontotal.lahaine.org/?p=4478
9. “Contra las falsificaciones de Rojoscuro (respuesta a toda la mierda que mandasteis)”, ardorosa contestación de los Proletarios Internacionalistas a los compañeros del portal electrónico anarquista Rojoscuro, motivada por el rechazo explícito de estos compañeros a los intentos de publicación en medios libertarios del libro en cuestión. Anótese, así sea a efectos informativos, que el GCI trató de publicar sin éxito su “Crítica a la ideología insurreccionalista” en las editoriales libertarias Bardo y Klinamen. Como dato curioso, vale destacar la reciente publicación de “La contrarrevolución rusa y el desarrollo del capitalismo” del Grupo Comunista Internacionalista, con Libros de Anarres de Buenos Aires, distribuido por Virus de Barcelona.
10. Id.
11. Al respecto, habría que aclarar que, con el aserto “lenguaje próximo a nuestras críticas”, estamos haciendo referencia a un conjunto de análisis y planteamientos en torno a hechos concretos que se aproximan a la manera en que generalmente los abordamos y a la forma en que los concebimos. Naturalmente, esto no incluye las sepetecientas alusiones a la “dictadura del proletariado” ni los insistentes llamados a construir el “Partido Comunista Mundial” y mucho menos, la invocación espiritista a la difunta “clase obrera”.
12. Vid. “El Grupo Comunista Internacionalista escupe sobre el internacionalismo proletario”, disponible en: http://es.internationalism.org/book/export/html/1101
13. Tal es, por ejemplo, la conclusión que se extrae de las concepciones de Alfredo María Bonanno:
«Las armas concretas son instrumentos que deberían estar continuamente sometidas a evaluación crítica. Es necesario desarrollar una crítica de las armas. Hemos visto demasiadas sacralizaciones de la metralleta y de la eficiencia militar [… ] Es peligroso reducir la compleja realidad a una sola cosa. De hecho, el juego envuelve este riesgo, el de reducir el experimento vital a juguete, haciéndolo algo mágico y absoluto. No por casualidad la metralleta aparece en el simbolismo de muchas organizaciones revolucionarias combatientes.
Debemos ir más allá para comprender el profundo significado de la lucha revolucionaria como placer, escapando a las ilusiones y a las trampas de una representación del espectáculo mercantil a través de objetos míticos o mitificados»; Vid, del autor, El placer armado; disponible en: http://caosmosis.acracia.net/?p=141 Título original La gioia armata (El gozo armado), Edizioni Anarchismo, Catania, 1977.
14. Según Archinof, en el verano de 1918, bajo la dirección de Makhno se reunieron todos los destacamentos guerrilleros y conformaron un sólo ejército, convirtiéndose así en “el ejército unificado de las masas en rebelión”. Vid., Archinof Pedro, Historia del movimiento makhnovista, p. 59; Ediciones HL, México, 2006.
15. Vid., Avrich, Paul, The Haymarket tragedy, p.p. 45-46. Princeton University Press, New Jersey, 1984. Más información sobre las milicias de auto-defensa obrera puede encontrase a lo largo del Capítulo Cuatro: From Socialism to Anarchist.
16. El anarquismo español se encontraba, mayoritariamente, agrupado en tres organizaciones de carácter “nacional”: 1. La Federación Anarquista Ibérica, FAI (organización específica); 2. La Confederación Nacional del Trabajo, CNT (agrupación sindical con fuerte orientación anarco-sindicalista) y, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, FIJL (organización juvenil anarquista).
17. Vid., Peirats, José, La CNT en la revolución española, p. 288, Toulouse, 1953.
18. Vid, Téllez, Antonio, La guerrilla urbana I, Facerías, p. 102, Ruedo Ibérico, París, 1974.
19. Op.Cit., p. 114.
20. Alberola, Octavio y Gransac, Ariane, El anarquismo español y la acción revolucionaria 1961-1974, pp. 15-
21. Ibíd., pp. 16-17.
22. Salvo honrosas excepciones, el grueso del accionar insurreccional anti-autoritario en el Estado español declinó su conflictividad antisistémica en 1977 ante las expectativas democrático-burguesas. Los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CC. AA.) continuaron en pie de lucha hasta ser prácticamente “exterminados” a comienzos de 1984 por las fuerzas represivas bajo las órdenes del expresidente socialista Felipe González.
23. IRSM/1St. of May Group, Towards a Citizens’s Militia: Anarchist alternatives to Nato & The Warsaw Pact, Cienfuegos Press, Orkney, UK, s/f.
24. Existe una versión en castellano de este texto de Alfredo María Bonanno, publicada en octubre de 1977 en Madrid, Estado español, por la desaparecida editorial Campo Abierto Editores. Pese a las dificultades propias de una traducción poco afortunada, puede consultarse, sobre el tema de la organización, el Capítulo IX (“Autogestión anarquista”), particularmente el apartado intitulado “El problema organizativo” (p. 141).
25. Ibíd., p. 142
26. Id.
27. Id.
28. “Anarquismo y Democracia”, charla de Alfredo María Bonanno, realizada el 28 de enero de 1995 en el Liceo G, Peano, de la ciudad de Cúneo, Italia. La transcripción de esta conferencia fue publicada por primera vez en castellano en marzo de 1997 por Editorial Arsénico, bajo el título “La Tensión Anarquista”, disponible en: http://flag.blackened.net/pdg/textos/textos/tension_anarquista.htm
29. La primavera del año 1977 en Italia ha sido infinidad de veces comparada con el mayo del 68 parisino, sólo que superado en términos de contestación y conflictividad antisistémica y, señalada como parteaguas indiscutible que da inicio a la denominada “autonomía libertaria” y a la re-elaboración teórico-práctica del insurreccionalismo anárquico; luego que, la primera configuración, se radicalizase, en el discurso y en la práctica, deslindándose del marxismo heterodoxo y, naturalmente, del leninismo de Avanguardia Operaia (AI) y del Movimiento Lavoratori Studianti (MLS). La segunda, soltará amarras respecto al anarcosindicalismo y las organizaciones específicas del anarquismo “oficial”, confirmando el fin del anarquismo de transición, bruscamente interrumpido —Spósito dixit— por la secuencia de movilizaciones juveniles que tienen lugar a fines de los años 60; inaugurando un periodo de renovación con «cierta asechanza re-fundacional y un complejo de operaciones tanto teórico-críticas como prácticas que lo transforman –ahora con más fuerza, con más apremios y con más convicción– en un anarquismo resueltamente post-clásico» Rafael Spósito (Daniel Barret).
30. Al respecto, no se nos escapan las contribuciones de la heterodoxia marxista y las formulaciones de la escuela de Frankfurt y otros “revisionistas” del patrimonio marxista, en torno al determinismo dialéctico (sin hacer mención de la producción de la corriente post-estructuralista, en particular, las elaboraciones de Michel Foucault y Gilles Deleuze), principalmente las aportaciones de Johannes Agnoli, notablemente alejadas de las rígidas elaboraciones de Marx y Engels.
31. La autogestión del ataque presupone la organización mínima, decidida y determinada por los individuos involucrados sin la mediación de partidos, sindicatos, organizaciones sociales y líderes (guías y conductores mesiánicos) ni la “necesidad” de tener que atravesar la fase reivindicativa de conquista de mejores condiciones de vida ni la pretendida “autogestión económica”, reducida en la práctica a la co-gestión con la dominación. Sin mencionar las falacias elaboradas en torno a la fase “autogestionaria” de los denominados auto-gobiernos y del Poder popular; instrumentos de afirmación de un poder naciente que intenta sustituir al viejo; verdaderos Estados en fase larvaria, decididos a imponer su autoritarismo a la menor oportunidad.
32. Sobre Heisenberg Vid., Sven Ortoli y Jean-Pierre Pharabod; El cántico de la cuántica, esp. cap. 3; Gedisa, Barcelona, 1991.
33. Jean Piaget y Evert Beth; Epistemología matemática y psicología. Relaciones entre la lógica formal y el pensamiento real, esp. Cap. 3; Crítica, Barcelona, 1980.
34. Edward N. Lorenz; La esencia del caos, passim; Editorial Debate, Madrid, 1995.
35. Ilya Prigogine e Isabelle Stengers; La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia; Alianza Editorial, Madrid, 1990.
36. Bart Kosko; Pensamiento borroso. La nueva ciencia de la lógica borrosa; Crítica, Barcelona, 1995. Allí se encontrará también una recapitulación somera de los intentos ocurridos para fundar una lógica alternativa que superara las limitaciones de la lógica formal.
37. Gerald Weinberg; Una aproximación por computadores a la teoría general de sistemas; en L. von Bertalanffy, W. Ross Ashby y otros; Tendencias en la teoría general de sistemas, pág. 149 y sgs.; Alianza Editorial, Madrid, 1987.
38. Jean-François Lyotard; La condición postmoderna. Informe sobre el saber, esp. cap. 14; Ediciones Cátedra, Madrid, 1987.
39. Gilles Deleuze y Félix Guattari; Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, esp. Cap. 12; Pre-Textos, Valencia, 1988.
40. Paul Feyerabend; Tratado contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, passim; Editorial Tecnos, Madrid, 1986.
41. Jacques Derrida; La desconstrucción en las fronteras de la filosofía; Paidós Ibérica, Barcelona, 1989.
42. De Jean Baudrillard se debe consultar particularmente Las estrategias fatales y La transparencia del mal; Anagrama, Barcelona, 1984 y 1991 respectivamente.
43. Georges Balandier; El desorden. La teoría del caos y las ciencias sociales. Elogio de la fecundidad del movimiento, esp. cap. 2; Gedisa, Barcelona, 1989.
44. Michel Foucault; Historia de la sexualidad 2- El uso de los placeres; Siglo XXI, México, 1986.
45. Nos referimos a esas dos rupturas estrepitosas de Mijail Bakunin: primero con la Liga por la Paz y la Libertad e inmediatamente después, la acontecida en el seno de la Primera Internacional. Desde nuestro punto de vista, detrás de esos connotados divorcios hay muchísimo más que una disputa por las orientaciones básicas que habrían de tener una y otra organización. Lo que allí quedó manifiesto en actos fue el rompimiento con el contractalismo liberal (primero) y con el dogma economicista marxiano (después); dando paso a una concepción teórica diferente, con núcleos conceptuales todavía nebulosos pero reconocibles y en los que ya daba sus primeros pasos una reflexión original e intransferible sobre el Poder y la dominación; conformándose en un conjunto articulado y coherente que sólo resulta reconocible en tanto paradigma subversivo diferenciado.
FUENTE: FOLLETO REALIZADO POR LOS PROYECTOS http://starm1919.blogspot.com.es/ – http://elsetaproducciones.blogspot.com.es/