A todxs
El estado burgués llamado República Federal de Brasil siempre ha sido un espacio estratégico para los intereses del imperialismo, desde que era una colonia de Portugal. La declaración de “independencia” en 1822 por el hijo del emperador portugués, la posterior monarquía y el advenimiento de la República en 1889 de ninguna manera cambió la situación. El fin de la brutal dictadura militar de 1964-1985 legó los gobiernos liberales de Collor y FHC de 1990 a 2002 y de frente popular del PT a partir de 2003. Estos últimos, gobiernos de conciliación de clases con distribución de algunas benesses y alguna renta a la mayoría de la población con el objetivo de insertar pobres en el mercado de consumo, y concesiones absurdas a las clases dominantes, sobre todo al sector financiero. En los 2 gobiernos de Luis Inácio Lula da Silva, los bancos ha tenido récords de rentabilidad, y la burguesía ganó fortunas. Varios grupos empresariales brasileños se convirtieron en megacorporaciones, algunos transnacionales.
En el caso de los sindicatos, las burocracias, sobre todo las vinculadas a la central sindical CUT, aparato del PT, abandonaron las luchas y se convirtieron en compañeras de la patronal, e hicieron el fin criminal del trabajo de concienciación de las masas que el PT promovió en las décadas de 1980 y 1990. Con la falacia de la conciliación de clases, el PT dominó y tutela a la izquierda brasileña hasta hoy. Arrogante, la burocracia petista se juzgaba inamovible del poder y se prestó al papel de “pelego” (jerga brasileña para sindicalista traidor de la clase obrera), conteniendo a las masas con un discurso falaz de pacificación social que incluía locuras como defensa de la “cultura de paz”, silenciamiento de disidentes de la izquierda (sobre todo de la izquierda revolucionaria) y campañas de desarme civil. Los gobiernos del PT tenian apoyo de partidos corruptos como MDB, PP, PR y PSD, comprados con fondos y cargos públicos.
A pesar de esa celosa gestión del capital, lxs enemigxs del PT a la derecha (socialdemócratas y fascistas) nunca aceptaron su existencia y por décadas hicieron un trabajo de demonización y deconstrucción del PT, de la izquierda en general y de nosotros anarquistas. Este proceso se aceleró a partir de 2002 ante la perspectiva de Lula de elegirse para su primer mandato y tuvo el auge a partir de 2011, en el primer mandato de Dilma Rousseff, que impuso una inaceptable política de aceptar todo tipo de ataques. Cuando alguna parte de la izquierda o del propio PT respondía a las agresiones, era desautorizada por la burocracia petista.
Eso duró hasta 2014, cuando Aécio Neves (senador, candidato perdedor a la Presidencia del Brasil del partido corrupto PSDB y involucrado en la corrupción y el tráfico de drogas), descontento con la derrota creó movimiento dirigido a derrocar Dilma. El apice del proceso fue el impeachment de Dilma en 2016. La burguesía brasileña y los partidos corruptos apoyaron Michel Temer, el vicepresidente corrupto de Dilma, que hizo una agenda política criminal para destrucción de derechos sociales y laborales, tanto perversa que no fue hecha por los gobiernos de PT por la oposición de los burócratas sindicales de CUT.
Durante ese tiempo, la fracción más reaccionaria de la derecha intensificó su campaña de demonización, extendiéndola a los conceptos de política, de derechos humanos y de toda ideología que no sea defensora del capitalismo neoliberal, incluso el Anarquismo. Con discurso de orden moral, predica el “peligro rojo” y la falsa amenaza de la “ideología de género” sobre la sexualidad de los niños “promovida” por la izquierda, y que la derecha reaccionaria en el poder sería la solución. Las redes sociales, sobre todo WhatsApp, son usadas a escala industrial para difundir fake news a las parcelas más desinformadas de la sociedad, formando un contingente de decenas de millones de seguidores. La mayoría de las iglesias cristianas neopentecostales se adhirieron a este proceso. El líder de la mayor de ellas (Iglesia Universal del Poder de Dios), Edir Macedo, también dueño de la emisora de TV Record (que, junto a programas religiosos “en defensa de la familia”, exhibe el reality show “La Hacienda”, con escenas veladas de sexo entre participantes), impuso el uso de la fe cristiana con objetivos políticos persiguiendo su viejo sueño de hacer del Brasil una república teocrática neopentecostal. La Operación Érebo, acción de la Policía Federal brasileña contra la escena anarquista, es parte de este contexto.
El apice del proceso fue en este año de 2018 con la prisión de Lula (icono máximo de la izquierda revisionista y conciliadora de clases) por el juez federal y agente de la CIA yanqui Sérgio Moro (invitado por el facho Bolsonaro a ser su ministro de la “justicia” burguesa), y la ascensión del fascista Jair Messias Bolsonaro a la presidencia de la República en el circo electoral. Capitan del ascoso ejército brasileño, racista, machista, misógino y homófobo, es diputado desde 1990, se muestra como “novedad” y “paladino de la familia cristiana, pero es lacayo de los EEUU y Israel. Su ascenso meteórico fue fruto de la demonización de la política y de sus adversarios, divulgación de mentiras masivas y culto a su personalidad. Llamado “mito” por sus seguidores, ganó las elecciones con un multimillonario esquema de fraude electoral, predica violencia contra LGBTQI, mujeres, negros, indígenas e inmigrantes extranjeros no blancos, defiende la tortura y ejecuciones extrajudiciales, el fin de reservas indígenas, derechos laborales y grupos de defensa de derechos humanos, llamó bolivianos, senegaleses, haitianos y sirios de “escoria del mundo” y fomenta la formación de grupos paramilitares de ultraderecha en el interior de Brasil. Los fascistas que lo siguen están agrediendo a minorías y militantes de izquierda por todo Brasil, habiendo matado al menos 3 personas: un anciano afro-brasileño maestro del arte marcial Capoeira en la ciudad de Salvador, Bahía; una travesti en la ciudad de São Paulo, ambos a golpes de cuchillo; y el hijo de una dirigente sindical de la central CUT en Pacajus, estado de Ceará, a balazos. El aparato policial estatal es en la mayor parte de los casos aliado de las SS de Bolsonaro, pues muchos policías son sus seguidores y algunos, autores de los crímenes. Nazis y fascistas como el yanque David Duke del Ku Klux Klan y el italiano Matteo Salvini ya anunciaron apoyo a Bolsonaro.
En esa empresa criminal, Bolsonaro fue asesorado por Steve Bannon, mentor de las campañas de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos y del Brexit en el Reino Unido. El vice de Bolsonaro es Hamilton Mourão, general del ejército brasileño y ultraderechista que conspira hasta contra el propio Bolsonaro: ya declaró en entrevistas que pretende imponer un “autogolpe” con apoyo de las Fuerzas Armadas.
La respuesta de las fuerzas progresistas y anti-sistema fue insuficiente. En la segunda vuelta de las elecciones, la izquierda revolucionaria y hasta grupos anarquistas (tradicionales defensores de la nulidad del voto), llamaron voto en Fernando Haddad, exalcalde de São Paulo, candidato del PT y el prepuesto de Lula (número 13), en un intento de impedir en vano la consolidación del fascismo por vía electoral. Wilson Witzel y João Doria, candidatos elegidos a los gobiernos provinciales de Río de Janeiro y São Paulo, apoyan a Bolsonaro y anunciaron que implantarán estados-gendarme en sus administraciones, en sintonía con el terrorismo de estado que Bolsonaro planea imponer.
La conclusión es que Brasil nunca ha dejado de ser una sociedad racista, esclavizadora y elitista que siempre ha sido desde su “descubrimiento” por el imperialismo portugués en el año 1500. La situación actual en Brasil recuerda a España de 1936, cuando xs kompas anarquistas de la CNT-FAI se posicionaron en defensa de la República Española contra el fascismo liderado por el maldito “generalísimo” Francisco Franco. Desgraciadamente los nuestros perdieron de aquella vez. No podemos perder ahora.
La “democracia” burguesa y el circo electoral son una farsa pues no impidieron el ascenso del fascismo por la vía electoral en Brasil. Y aunque Bolsonaro no se eligiera, fascistas y capitalistas que lo apoyan no dejarían de pie ningún gobierno que no fuera de derecha y neoliberal y van a imponer a Brasil un proceso similar al de Venezuela, de guerra civil y violencia política.
No hay ilusiones. Sólo el pueblo organizado y en las calles barra el fascismo y la barbarie capitalista. Para ello, es necesario retomar el trabajo de concientización de las masas abandonado por la mayoría de las organizaciones sociales engañadas por la vía electoral. Todo en pro de un único objetivo: la instauración de la Anarquía a nivel mundial.
Hasta ese objetivo ser cumplido, sólo vemos un medio de actuar eficazmente en el cuadro de represión brutal que anticipamos: Acción Directa, por medio de golpes de mano contra los pilares principales de sustentación del sistema capitalista. Grupos pequeños, impenetrables por el enemigo y determinados como el nuestro tiene más posibilidades de fustigar al Estado Burgués, los capitalistas y los fascistas, incluso cuando éstos ataquen a las fuerzas populares en lucha contra el sistema. El enemigo debe saber que, a cada agresión de él contra el pueblo y militantes, anarquistas o no, habrá una respuesta inesperada y contundente.
En este año de 2018, en que se conmemoran los 100 años de creación del Territorio Libre de Ucrania bajo la inspiración del inestimable kompa Nestor Makhno, vamos a revivir a Makhnovtchina: llamamos todxs lxs militantes sociales honestxs y lxs perseguidxs por el sistema a atacarlo en todas los frentes y de todas las formas hasta que el capitalismo y los fascistas sean aplastados en todo el mundo y hasta que brille el Sol de la Anarquía. ¡LA HORA ES AHORA!
¡MIENTRAS HAYA INJUSTICIA HABRÁ REBELION!
¡FUEGO AL ESTADO, A LAS CORPORACIONES Y SUS LACAYOS!
NOS – Núcleo de Oposición al Sistema