Desde la Distribuidora Anarquista Polaris nos gustaría compartir nuestra nueva edición, una traducción del texto “Blessed is the flame… An introduction to concentration camp resistance and anarcho-nihilism”, que nosotras sepamos inédito hasta ahora en castellano, y en el que el autor, que firma con el pseudónimo Serafinsky, explora distintos episodios de resistencia activa dentro de los campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi con un enfoque anarquista y nihilista que nos sirve para analizar también algunas de las inercias, esperanzas y falsas certezas que nos atan y mantienen en vilo en nuestras propias luchas contra este miserable presente.
Dejamos la introducción que hemos elaborado para nuestra edición del texto. Por favor, sentíos libres de difundir y reproducir donde estiméis oportuno, siempre que sea con fines no comerciales o de lucro.
Al leer, escuchar testimonios de supervivientes o ver documentales acerca del holocausto nazi, surgía con frecuencia una pregunta: ¿Cómo es posible que todo esto ocurriese sin que nadie opusiese resistencia? ¿Cómo consiguieron los verdugos tal nivel de sumisión a su escalofriante mecánica del genocidio? Profundizando supimos que, a decir verdad, sí hubo resistencia, valiente y abundante, si bien gran parte de su memoria se ha perdido, silenciada por los nazis y sus represalias. Entonces, surgía otra pregunta, aun más difícil de responder y digerir: ¿Cómo es posible que en lugares como Auschwitz o Treblinka, donde día a día eran asesinadas y torturadas cientos sino miles de personas y todo estaba cubierto por la desesperanza más atroz, alguien fuese capaz de reunir la fuerza para rebelarse?
El presente texto, que recogimos de Anarchist Library y tradujimos a castellano para luego editarlo en este libelo que tienes entre tus manos, pretende responder a estas preguntas, y creemos que analizar desde una perspectiva anarquista y nihilista los principales episodios de resistencia y sublevación contra los nazis nos permite también reinterpretar las condiciones de nuestras luchas en el presente y hacer autocrítica.
Comparar nuestra realidad con la de una prisionera de un campo de concentración nazi puede parecer una estupidez, incluso una falta de respeto a quienes vivieron aquel infierno. Ese, de todos modos, no es nuestro objetivo. En cualquier caso, sí encontramos un paralelismo fundamental e inquietante: Tanto las que esperaban temblorosas y resignadas su turno para ir a la cámara de gas como quienes día a día aguantamos esta miseria esperando un milagro (llámese ese milagro la “revolución”, el “progreso” o un advenimiento divino) nos aferramos a esperanzas vacías para evitar enfrentarnos a una realidad sobrecogedora y horrible.
Cuando en diciembre de 2008 un agente de policía llamado Epaminondas Korkoneas asesinó en Atenas al joven anarquista Alexandros Grigoropoulos, de 15 años, desencadenó una de las mayores revueltas sociales de nuestra época. En el contexto de aquella insurrección, uno de los muchos textos distribuidos terminaba con unas palabras que pensamos que merece la pena rescatar para la ocasión: “No tenemos ilusiones. No tenemos ninguna esperanza. Por eso somos peligrosos (…) Historia, allá vamos”.
Tal vez no fueron las esperanzas tenues las que empoderaron a esas condenadas de Birkenau, de Treblinka, de Sobibor, para alzarse contra sus captores, sino precisamente la falta de su consuelo. Tal vez no fue un programa estructurado de objetivos a largo plazo lo que les dio la seguridad para lanzarse al cuello de su enemigo a pesar de la asimetría absoluta en cuanto a medios y capacidad, sino un contexto de tal adversidad que toda proyectualidad resultaba en vano al no saber siquiera si llegarían vivas al día siguiente. Tal vez no sean certezas, ni una garantía de victoria, lo que necesitamos para abandonar esta falsa seguridad y atacar a un mundo que nos esclaviza, y que apaga nuestros deseos de prenderle fuego acostumbrándonos a una vida en la derrota formada por relaciones desestructuradas, masas solitarias enfermas de anonimato, vidas mediadas por comodidades tecnológicas que no nos hacen felices y devastación medioambiental, caos climático y escasez, entre guerras por recursos, espejismos y psicofármacos, sino escuchar a nuestros corazones y asumir que, independientemente de nuestros actos, ya estamos condenadas. Porque en este inmenso campo de exterminio en el que han transformado el mundo, Auschwitz está en todas partes. Está en las fronteras de Lampedusa y Ceuta y en la gran fosa común en la que se ha convertido el fondo del Mar Mediterráneo; Está en las prisiones, los psiquiátricos y los CIE donde siguen torturando y destrozando a las personas; Está aquí, ahora, en nuestras vidas domesticadas, en el miedo a salirse de la línea, a desobedecer.
Nosotras no creemos que el nihilismo pueda ser convertido en una identidad ni fagocitado en ningún mercadillo ideológico, y por eso creemos que no tiene sentido definirnos como nihilistas. Entendemos el nihilismo como un camino más de tantos que transitamos en diferentes momentos, y como una herramienta más para el análisis y la estrategia que nos permite romper con muchos de los lastres que nos encontramos incluso dentro de nuestras luchas y espacios. Hemos aprendido de esas teorías y críticas, algunas las hemos aplicado, otras las hemos desechado. Aun así, nos gustaría acabar esta introducción citando a Renzo Novatore en su texto “Hacia la Nada creadora”:
“Hemos venido a encender sobre la Tierra una selva de hogueras, para iluminarla durante la noche que precede al gran mediodía. Y nuestras hogueras se apagarán solo cuando el Sol descubra majestuoso sobre el mar. Si ese día no debiese llegar, nuestras hogueras seguirán crepitando trágicamente entre las tinieblas de la noche eterna…”
“Hemos venido a encender sobre la Tierra una selva de hogueras, para iluminarla durante la noche que precede al gran mediodía. Y nuestras hogueras se apagarán solo cuando el Sol descubra majestuoso sobre el mar. Si ese día no debiese llegar, nuestras hogueras seguirán crepitando trágicamente entre las tinieblas de la noche eterna…”