Para Emile Armand, el anarquismo es ante todo una filosofía de vida, no sólo una forma de practicar las relaciones sociales, sino también una manera de ver el mundo. Afirma que el anarquista, en el sentido más fuerte de la palabra, es aquel individuo que expresa una intolerancia existencial contra toda forma de autoridad, que lucha contra el poder porque, en primer lugar, le oprime directamente, y luego porque oprime a los demás. Por supuesto, no se subestiman las posibles consideraciones sociales, colectivas e interhumanas, pero el factor determinante lo representa la acción realizada en primera persona, en el sentido de que es siempre el sujeto individual el alfa y el omega de toda referencia justificativa de la práctica, la verdadera y única certeza que da valor a los propósitos de la lucha, la única fuente que ilumina la conducta humana.
La acción individualista anarquista consiste en desarrollar el odio, el asco, el desprecio personal por la dominación del hombre por el hombre, de las colectividades sobre el individuo o a través de él. Consiste en crear un espíritu de crítica permanente e irreductible a las instituciones que enseñan, mantienen, preconizan la dominación de los hombres sobre sus semejantes. Y no sólo contra las instituciones, sino también contra los hombres que estas instituciones representan, ya que y por medio de los que conocemos. De hecho, la autoridad es una abstracción, sólo la conocemos a través de sus representantes y ejecutores, existe, para cada uno de nosotros, en forma de diputados, jueces, gendarmes, carceleros, recaudadores de impuestos, contribuyentes, votantes.
FUENTE: INFERNO URBANO
TRADUCCIÓN: ANARQUÍA