—Entrevista al compañero Gustavo Rodríguez (Primera de tres partes)
Hemos recibido en estos días un torrente de declaraciones generadas en los medios de desinformación masiva sobre las protestas recientes en Cuba. De un lado están las formuladas por el oficialismo cubano y lxs izquierdistas del mundo en nombre del anti-imperialismo y en defensa de lo que todavía llaman “revolución cubana”, del otro están los medios tradicionales de la derecha que acusan a la “dictadura comunista” de la falta de libertades y derechos.
El Partido Comunista Cubano y sus acólitos internacionales, exhortan a la solidaridad con el régimen, argumentando que están ante una nueva intervención del “imperialismo yanqui” que aprovecha las funestas condiciones económicas provocadas por más de sesenta años de bloqueo, y la mayor crisis sanitaria de su historia. Mientras los partidarios del libre mercado y las fuerzas de derecha, afirman que lo que ocurre en el país es producto del agobio de sus ciudadanxs ante la falta de oportunidades en los regímenes socialistas.
En estos tiempos de post verdad desconfiamos de todos estos posicionamientos, pero además, como anarquistas, no solo sospechamos de estos canales de manipulación sino que identificamos sendas posturas contrarias a nuestra praxis y enemiga de nuestros deseos de liberación total.
Desafortunadamente es mínima la información que hemos recibido hasta el momento con un claro posicionamiento anarquista desde el territorio controlado por el Estado cubano. Por eso optamos por entrevistar a una voz anárquica con la que nos identificamos y le pedimos que nos compartiera su perspectiva de los hechos a partir de su experiencia como exiliado de origen cubano, para poder entender mejor qué pasa en Cuba.
Desde AnarquíaInfo (AI) siempre le hemos dado lugar a las reflexiones de nuestro compañero Gustavo Rodríguez (GR), alojando en nuestro blog casi todas sus contribuciones a la tendencia informal anárquica y al desarrollo del anarquismo insurreccional contemporáneo, reafirmando el negro camino de la Anarquía e impulsando la insurrección permanente a través de una conspiración internacional que concrete la Internacional Negra en nuestros días.
AI: Compañero, para nosotrxs es un gusto que hayas accedido a este conversatorio. Desde hace tiempo teníamos contemplado realizarte una entrevista pero más enfocada a temas relacionados con la perspectiva de la tendencia informal e insurreccional anárquica, y tu hincapié en “la necesidad de abandonar todo lo ajeno”. Esta inquietud se hizo aún mayor después de la lectura de tu última aportación (A contracorriente), donde afirmas que los anarquistas “realmente somos «sectarios», «puristas», «intransigentes» y hasta «totalitarios».” Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, se suscitaron las revueltas en Cuba y esto nos hizo reformular esta entrevista, pero dejando pendiente para una próxima ocasión el abordaje de estos temas cruciales para el desarrollo de un nuevo paradigma anárquico. Y bueno, en esta ocasión particular, nos gustaría que nos comentes tus impresiones sobre lo que está aconteciendo en Cuba, con la intención de clarificar las cosas y formarnos un criterio más afín a nuestra praxis. Con ese interés hemos formulado las siguientes preguntas:
¿Qué pasa en Cuba?
GR: Compañerxs, el inmenso gusto es mío. Ante todo, quiero darles las gracias —desde hace largo tiempo— por alojar y difundir puntualmente mis contribuciones en su web. También les agradezco la oportunidad de exponer mis puntos de vista en torno a la situación cubana; sin embargo, me declaro incompetente para contestar su primera pregunta en toda la extensión que exige. Empero, este alegato no nace de la imposibilidad de estar presente en el país y/o no haber participado en esta lucha —hay quienes aún estando allí han sido incapaces de tomarle el pulso al momento insurreccional que están viviendo— sino por la basta diversidad de perspectivas que generan estos acontecimientos desde muy variadas ópticas, incluidas las diferentes lentes que, de una u otra manera, se reivindican del libertarismo y del anarquismo insular.
Sin duda, puedo transmitirles un balance de los hechos a través de la reflexión afín de compañerxs in situ e igualmente les compartiré mi perspectiva desde la experiencia como exilado de ese singular nacionalsocialismo1 bananero que por más de seis décadas impera a sangre y fuego en la mayor de Las Antillas. En ese tenor, puedo aseverar, que el pasado 11 de julio, se produjo un estallido social sin precedente, con presencia en las 16 provincias. Claro está, desde la narrativa de la dictadura cubana, esta explosión social jamás ocurrió sino que se registraron conatos de “desorden público” y “disturbios” instigados por “vándalos”, “delincuentes” y “elementos antisociales” pertenecientes a los sectores “más vulgares e indecentes de la sociedad” y, manipulados por la “ciberguerra orquestada por el Imperio”. Evidentemente, lo que pasa en Cuba es que cobró protagonismo una generación profundamente contestataria que ha perdido el miedo, pese al omnipresente control de los mecanismos represivos. Pasa, que a las seis décadas de epidemia autoritaria, se le añadió la pandemia de la Covid, con sus toques de queda nocturnos y los “cercos sanitarios”. Pasa, que se acabó el mito de la Revolución (así con mayúsculas) y se agotó la gramática del “paraíso socialista”; evidenciando la enorme brecha de desigualdad generada por la clase dominante en nombre del “Comunismo”. Pasa, que ha salido a la luz el profundo clasismo y el agudo racismo de las élites políticas, más allá de la retórica “igualitaria” y la demagogia discursiva. Pasa, que durante las protestas, el Estado nacionalsocialista se quitó la careta, revelando su verdadero rostro —que no dista en absoluto del rol represivo del Estado chileno, colombiano, norteamericano o cualquier otro, como ha dejado registro la revuelta global de los últimos años—, tal como lo anticipara Ramón García Guerra2 . Pasa, que detuvieron a miles de personas durante las manifestaciones y queda medio millar de encarceladxs (algunxs menores de edad, como Marcos Antonio Pérez Fernández) bajo la acusación de “desacato”, “insultos al presidente”, “daño a propiedad” y “propagación del contagio”, entre otros cargos. Pasa, que hay una veintena de desaparecidxs; una decena de heridxs por armas de fuego (de uso exclusivo de las fuerzas represivas) y, un centenar de mujeres y hombres golpeados salvajemente por agentes de civil y uniformados. Pasa, que el joven afrocubano Diubis Laurencio Tejeda (Aka, Piquiky Rasta), fue cobardemente asesinado por los esbirros del régimen. Pasa, que por primera vez, centenares de jóvenes de los barrios pobres y las franjas marginales, de esxs que ponen pecho en la primera línea en Oaxaca, Santiago de Chile o Portland e, impulsan la indisciplina subversiva y propagan el ilegalismo —viviendo la Anarquía cotidiana más allá de los “clásicos”, la retórica discursiva y la verborrea políticamente correcta—, respondieron con piedras a las balas; voltearon patrullas; expropiaron supermercados y; enfrentaron cuerpo a cuerpo a los agentes de la represión.
AI: ¿ Qué originó las protestas?
El hartazgo y la rabia de la desesperanza han sido el origen de estas protestas —al igual que en el resto del planeta—, lo que pone en evidencia el absurdo de la “excepcionalidad” cubana que enarbola la izquierda internacional (desde la socialdemocracia al leninismo posmoderno), esgrimiendo toda la demagogia discursiva de la dictadura, con su viejo cuento de la excelencia médica, la grandeza de su sistema educativo y el elevado “Índice de Desarrollo Humano” (IDH). Una “excelencia médica” —allende la oratoria para consumo externo—, que en la realidad, disiente con creces la argucia oficialista, con hospitales sin médicos ni camas y centros de salud (Policlínicos) carentes de higiene y agua corriente; desde luego, ya ni mencionar la falta de ambulancias (una por cada diez patrullas) y el constante desabasto de medicamentos3 . Eso sí, extremadamente contrastante, con la jugosa exportación de “capital humano”, mediante el arrendamiento de brigadas médicas en “misiones internacionalistas” (una de las principales fuentes de ingresos de la economía)4 y; la excelsitud que brinda en dólares el lucrativo “turismo médico” —sólo superado por el turismo sexual, perdón, quise decir de esparcimiento (segunda fuente de divisas del régimen) y el envío de remesas desde Miami. Una “grandeza educativa” que, en los hechos, se refleja en insuficiencia docente y la creciente deserción de jóvenes entre 15 y 16 años en los niveles de Educación Media. Un IDH que en la práctica, haciendo a un lado las cifras oficiales históricamente maquilladas, se traduce en uno de los países de América Latina con mayor índice de suicidio entre adolescentes y jóvenes5 .
Sin embargo, habría que puntualizar que la tónica de fondo de las protestas no fue la exigencia de “soluciones” ante el desabasto de todo tipo de medicamentos, o las paupérrimas condiciones de los hospitales, o el criminal incremento de los precios en los alimentos básicos, o la falta de viviendas y la precariedad de las edificaciones (mientras GAESA construye miles de hoteles de lujo, marinas y campos de golf6 ), mucho menos, la falta de maestrxs; sino el sonoro reclamo de “libertad” y el grito unánime que reivindicaba a viva voz “abajo la dictadura”. Como comentaba recientemente un joven compañero desde La Habana, “no le pedimos soluciones al Estado porque sabemos que el Estado es el problema” y, agrega, “hay que buscar la solución en la basura, porque eso es lo que es el Estado: basura”.
AI: ¿Quiénes participaron en las protestas y de qué manera se coordinaron?
Según pude apreciar en múltiples videos que se transmitieron en directo durante las protestas y, tal como me lo ratifican compas con quienes mantengo contacto, la participación fue variopinta, contando con gente de todos los estratos y posiciones políticas (incluidos lxs apolíticxs), resaltando de forma significativa la intervención de lxs jóvenes. Particularmente extensa fue la presencia de los sectores más pobres —lxs excluidxs del sistema—, donde destaca de manera preponderante la población afrocubana (no es casual que sea mayoritaria en el sistema penitenciario, en contraste con su reducida representación en la élite dominante).
En cuanto a la “coordinación” de la protesta, vale subrayar que fue la gran ausente. No hubo convocatoria alguna, ni en las redes sociales ni mediante el boca a boca de las Cachitas y los Cheos. Fue una explosión espontanea. Tan espontanea, que no solo tomó de sorpresa a los distintos grupos opositores sino a todo el entramado de represión y vigilancia, pese a la espesa sopa de letras (MININT, PNR, CDR, FMC, UJC, FEM, FEU y, un largo etcétera) que conforma el sistema de control; dejando muy mal parada a las redes de chivatos y al sofisticado sistema de escucha de la dictadura. Lo único que ayudó a la extensión de la protesta, fue la difusión de las movilizaciones en tiempo real, a través de las plataformas digitales y la red de vínculos virtuales, lo que permitió —en cuestión de minutos—, que la manifestación antisistémica originada en el municipio de San Antonio de los Baños (a 31 km de la ciudad de La Habana), se replicara casi en simultáneo en 47 ciudades de las 14 provincias, haciendo que se tambaleara ese pastel vienés de varios pisos que separa, mediante una densa mermelada de agravios, las múltiples capas del cake social cubano, hasta llegar al último piso, donde mora la familia real y el primer círculo de privilegiados. Empero, no se puede obviar que el éxito del “factor sorpresa”, residió en la confianza de la oligarquía en su sofisticado sistema de vigilancia y represión y, sobre todo, la seguridad que les ofrece haber implantado el miedo e inoculado la paranoia en amplios sectores de la sociedad. Ese exceso de vigilancia, ha permitido durante años que la oligarquía criolla y sus acólitos (así como una amplia gama de oportunistas que gozan de prestaciones y prebendas) vivan como verdaderos “extranjeros” en su país, lo que les ha impedido palpar el hartazgo acumulado y la rabia de la desesperanza. Mucho menos han tenido la capacitar de otear la insurrección que se avecina.
AI: ¿El bloqueo de Estados Unidos ha jugado un papel determinante en el agravamiento de las causas que provocaron estas protestas?
Previo a contestar esta pregunta, debo hacer hincapié en la necesidad de desmantelar ciertos maniqueísmos —completamente ajenos a la praxis anárquica—, que inexplicablemente tienen cabida en nuestras tiendas y, cada vez que se aborda la crítica a la dictadura cubana, venezolana o nicaragüense, resurgen de lo más recóndito; como si desde el anarquismo hubiera algo que rescatar de esos Estados en particular. Estas extrañas posturas libertarias, siempre nos constriñen a tomar partido; olvidando deliberadamente que lxs anarquistas —por nuestra propia esencia— no nos ponemos del lado de ningún Estado (o al menos, no deberíamos). Claro está, no es la primera vez, ni será la última, que algunxs pretendidxs “anarquistas” tomen partido en estas disputas estatales y demanden el cese de las sanciones de un Estado contra otro u; en su defecto, exijan el endurecimiento de sanciones, embargos y bloqueos, como fue el caso de quienes —desde posicionamientos anarquistas— apoyaron enérgicamente el embargo internacional a Sudáfrica, sin poner mucha atención en el probable daño que provocaría en la población la carencia de petróleo y la subsecuente parálisis de su economía pero con la justa intención de poner fin al apartheid impuesto por la dictadura pretoriana. Algo similar ya había ocurrido tras el golpe fascista del general Franco, con las presiones de los representantes del anarcosindicalismo español exilados en México (algunxs de ellxs miembros del denominado “gobierno en el exilio”) para que el Estado mexicano impidiera la admisión de España en la naciente ONU, ya que la dictadura franquista “se había establecido con la cooperación militar de Estados extranjeros”. Estas presiones a los “gobiernos democráticos del mundo”, exigían el “aislamiento de España” (una suerte de “bloqueo” exacerbado); estrategia que, a comienzos de la década del 60 del pasado siglo, motivó a los sindicalistas libertarios a visitar algunos países del llamado “campo socialista”, destacando las gestiones con la ex Yugoslavia y Cuba. Este último, no solo no rompió relaciones con el caudillo sino las redobló7 . Llegó a ser tan fuerte el idilio ente ambos caudillos que, por órdenes del (hoy empedrado) “comandante en jefe”, el Estado cubano declaró duelo nacional a la muerte del tirano.
Una vez expresado lo anterior, tengo ahora que aclarar —dándole el beneficio de la duda a algunxs compañerxs— que el término “bloqueo”, en el caso que nos atañe, hay que ubicarlo siempre en la gramática de la dictadura y el discurso panegírico de sus secuaces (dentro y fuera de la Isla). Desde luego, espero que con esta aseveración no se me tilde de apoyar las sanciones de Washington contra el Estado cubano —aunque he de confesar que, a estas alturas de mi vida, no es tema que me quite el sueño—, pero considero inaceptable que se continúe haciendo el juego al régimen y no se llame las cosas por su nombre.
En este sentido, vale recordar que el “bloqueo imperialista”, es un hecho innegable de la historia reciente, que transcurrió durante 13 días del mes de octubre de 1962, con la llamada “Crisis de los misiles”, en el contexto del enfrentamiento de las dos potencias imperiales durante la “guerra fría” (1945-1999); cuando Kennedy ordenó el bloqueó (literal) del archipiélago cubano, creando un cerco con su flota naval e incrementando las tropas y aviones en el sur del estado de Florida y la base de Guantánamo. Tras el “Pacto Kennedy-Kruschev” —donde quedó asentado el acuerdo de no invadir a Cuba—, se puso fin al bloqueo y se regresó a la posición inicial; es decir, al embargo económico impuesto el 7 febrero de 1962, que prohibía la importación de “toda mercancía de origen cubano a territorio estadounidense” y, que reforzaba el embargo del 19 de octubre de 1960 —implementado por el presidente Eisenhower, tras la estatización de las empresas estadounidenses en Cuba por un valor de 1000 millones de dólares—, que impedía las exportaciones de Estados Unidos hacia Cuba, “excepto medicinas y alimentos”. Durante el gobierno de Bill Clinton, las leyes Cuban Democracy Act de 1992 (también conocida como la Ley Toricelli)8 y, la Cuban Liberty and Democracy Solidarity Act de 1996 (Ley Helms-Burton), extendieron extraterritorialmente el embargo, prohibiendo a subsidiarias estadounidenses en terceros países comercializar con el Estado cubano, lo que recrudeció las hostilidades políticas contra la dictadura castrista. A estas sanciones, el gobierno de Joe Biden, recién agregó la congelación de cuentas y bienes bajo jurisdicción estadounidense y la prohibición de visados para viajar a Estados Unidos del director de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), Óscar Alejandro Callejas Valcarce y, Eddy Manuel Sierra Aria (subdirector del mismo cuerpo represivo)9 ; en el marco de la Ley Magnitsky.
Tras esta larga perorata, a modo de recuento histórico, solo me restaría informar —a esxs compañerxs que desde la ignorancia repiten hasta el cansancio ajeno la propaganda del régimen—, que Estados Unidos se encuentra entre los 20 principales socios comerciales del Estado cubano10 , siendo el mayor proveedor de “carnes rojas, pavos y pollos congelados, cereales, leche en polvo, alimentos perecederos, herbicidas, medicinas y suministros médicos con fines humanitarios (lo que incluye equipos de ultrasonido, reactivos de laboratorio, cánulas, prótesis, entre otros).”11 Por eso, cuando los cubanxs de a pie (no la oligarquía ni los privilegiados del régimen ni lxs oportunistas que pululan agazapadxs en distintas instituciones criollas) hablamos de “bloqueo”, invariablemente nos referimos al que ha implementado la dictadura durante más de sesenta años. Y sí, ese “bloqueo interno” ha jugado un papel determinante en el agravamiento de las causas que provocaron estas protestas. El otro, el “bloqueo imperialista”, ha sido el recurso por excelencia del régimen para gravar la precariedad a los sectores excluidos e, imponer la vigilancia y la represión contra cualquier/a hijx de vecinx, endosándole el mismo descalificativo con que injuriaba Hitler a los judixs (“gusanos”), en el marco del anatema interno.
1. Y conste, que calificar a la dictadura cubana de nacionalsocialista, no es con el afán de recurrir a un epíteto cualquiera, sobran evidencias que así lo confirman; solo que su singularidad la obtuvo gracias a la incorporación del discurso estalinista y la conjunción de ambas prácticas fascistas.
2. En el año 2019, durante las discusiones del anteproyecto de Constitución, García Guerra, atinadamente señaló que de aprobarse la nueva Carta Magna “más temprano que tarde, veríamos a la policía antimotines disparar balas de goma, golpear con chorros de agua y dar bastonazos a un pueblo indefenso”.
3. En Cuba está garantizado “constitucionalmente” el derecho universal a la salud; sin embargo, en la medida que ha crecido el prestigio de Cuba como referente internacional de la asistencia sanitaria, a través de sus “misiones médicas”, la exportación de fármacos y vacunas “contra el cáncer” y, el “turismo médico”, los servicios internos a la población se han ido deteriorando, llegando a ser alarmante el déficit de galenxs, la carencia de recursos materiales y el brutal desabasto de medicamentos; pese a que, de los 619 fármacos que el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) etiqueta como “básicos”, 359 son de producción nacional a través de la empresa de biotecnología estatal BioCubaFarma; empero, desde hace algunos años han venido priorizado la producción de fármacos de exportación. Vale señalar que en el último quinquenio, han destinado mucho mayor presupuesto a las fuerzas represivas.
4. Cabe destacar que lxs médicxs cubanxs, ganan el doble del salario promedio nacional, pero sus honorarios fluctúan ente los $40 y los $100 dólares mensuales (este último sueldo para especialistas en “medicina crítica” y “medicina interna”); empero, como “cooperantes voluntarixs” en las misiones internacionalistas, cobran un aproximado de US$ 950, mientras el Estado cubano recibe US$ 10 mil dólares por cada unx, en concepto de arrendamiento al país de destino. Vale señalar que en el año 2018, el Estado cubano recibió ingresos por 6, 400 millones de dólares (por encima de lo recaudado en el sector turismo) por la subcontratación de “servicios profesionales de salud” a través de la exportación de “médicxs internacionalistas”. Como dato adicional, hay que subrayar que estxs profesionistas, una vez en el país de destino, son despojadxs por las autoridades diplomáticas cubanas de sus pasaportes y sometidxs a una fuerte vigilancia para evitar su deserción, evidenciando una suerte de esclavitud moderna o trabajo forzoso con anuencia del país contratante.
5. Según la edición 48 del Anuario de Estadísticas del Ministerio de Salud Pública (Minsap) de Cuba de 2019, en ese año se quitaron la vida 13 personas por cada 100 mil habitantes (arrojando un total de 1462); menos de un punto de lo registrado en 2018 donde se contabilizaron 13,3 personas por cada 100 mil habitantes (1 501); sin embargo, según reportes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Cuba ya era el país de las Américas con la mayor tasa de suicidio en el año 2014, ocupando la novena causa de muerte respecto a la mortalidad general y el tercer lugar en el grupo de 10 a 19 años de edad (Anuario Estadístico del Minsap, 2014). Cabe destacar que desde 1969, el suicidio ha figurado entre las primeras diez causas de muerte en el país. En las décadas de los ochenta y noventa, la tasa de muertes por causas autoinfligidas superó los registros previos de 20 casos por cada 100 000 habitantes. Para 1982 se alcanzó la tasa más alta (23,2) y, durante el llamado Período Especial, en 1993, se suicidaron 2374 personas, alcanzando el punto más alto en los últimos sesenta años. Vale hacer hincapié que en 1986, el Minsap instauró el “Programa Nacional de Prevención de la Conducta Suicida”, con el objetivo de disminuir la mortalidad por esa causa, sin lograr reducirlo.
6. El Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas (GAESA), bajo la “presidencia ejecutiva” del general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja (ex yerno de Raúl Castro), planea terminar para el 2025 en la ciudad de La Habana, 7.500 habitaciones de lujo. Según información publicada durante el período 2018-2019 en los medios oficiales, tal como consta en los informes del Ministerio de Turismo (MINTUR) presentados ante la Asamblea Nacional del Poder Popular —durante ese mismo período de tiempo—, el Grupo de Turismo Gaviota (propiedad del ejército, bajo la “presidencia ejecutiva” del general de división Luis Pérez Róspide) y la inmobiliaria Almest S.A. (también presidida por el general Rodríguez López-Calleja), están construyendo 120 proyectos turísticos en el país, con 92 mil habitaciones “cinco estrellas”, a un costo total de 13.000 millones de dólares; lo que representa el 70% de las inversiones proyectadas en la Isla para el año 2030. GAESA también controla las empresas Tecnotex y Tecnoimport (dedicadas a la importación y exportación); la única cadena de supermercados de venta en divisas; la compañía responsable de la Zona de Desarrollo Integral Mariel (Zdimsa); la Unión de Construcciones Militares y; la empresa de servicios portuarios, aduanales, de transporte y de venta al por mayor (Almacenes Universales).
7. El Estado cubano ha mantenido relaciones diplomáticas y comerciales ininterrumpidas con el Estado español desde 1902. En la actualidad, 300 trasnacionales españolas tienen intereses en Cuba, entre las que destacan las hoteleras Meliá, Iberostar, Be Live de Globalia y, Barceló; la tabacalera Altadis; los bancos BBVA y Banco Sabadell; las empresas promotoras de viajes Amadeus y Viajes El Corte Inglés y; más de 40 empresas con inversión en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM).
8. Pese al recrudecimiento de las sanciones políticas contra la dictadura, la Ley Torricelli (bautizada así por el nombre del congresista Robert G. Torricelli, que la patrocinó), autorizaba la exportación hacia Cuba de alimentos, medicinas y suministros médicos con fines humanitarios; sin estipular la necesidad de pago por adelantado, pero sí la verificación de uso final.
9. En la misma “lista negra” se encuentra el ministro del Interior (MININT), general Lázaro Alberto Álvarez Casas; el ministro de las Fuerzas Armadas (FAR), general Álvaro López Miera y; los mandos altos y medios de la Brigada Especial del MININT (los temidos “boinas negras”).
10. Venezuela, China, España, Canadá, México, Brasil, Rusia, Italia, Alemania, Francia, Vietnam, Argelia, Argentina, Holanda, Estados Unidos, Bélgica, Corea del Sur, Portugal, India y Colombia, figuran entre los principales socios comerciales del Estado cubano, de una lista de 70 países con los que la dictadura mantiene el mayor intercambio de bienes y servicios. Según las últimas cifras publicadas (no se ha actualizado) por la oficialista Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), tan solo en 2018, China sostuvo un intercambio comercial por 2 mil millones 990 mil; mientras que con España el monto alcanzó los mil 390 millones 260 mil pesos. En ese mismo año, Cuba exportó bienes por 2 mil 372 millones 779 mil pesos e importó un total de 11 mil 483 millones 653 mil pesos; arrojando un déficit comercial de 9 mil 110 millones 874 mil pesos que fue compensado con la actividad turística y la exportación de servicios en la rama de la salud. (información disponible en el Anuario Estadístico de Cuba 2018 /Edición 2019).
11. Entre el año 2001 y 2020, el valor total de las exportaciones de Estados Unidos a Cuba en productos agrícolas, alimentos, medicinas y suministros médicos ascendió a $ US 6 308 778 608, según datos del Observatorio de Complejidad Económica. Para 2018, Estados Unidos ocupaba el octavo lugar en procedencia de las importaciones con un total de 4.04 %; mientras que Cuba se ubicaba en el puesto 60 (de un total de 226) de los mercados de exportaciones de alimentos y productos agrícolas de Estados Unidos, señala un informe publicado por el Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba.